SUMISIÓN QUÍMICA, CUANDO LA VÍCTIMA PIERDE EL CONTROL DE SU VOLUNTAD.

Cierto es que aunque la sociedad avanza a pasos agigantados en lo que se refiere a la tecnología y a veces da vértigo solo con pararse a pensar hasta donde podríamos llegar, aún queda mucho camino que recorrer en cuanto a los avances de la medicina, siendo la actual pandemia una muestra del enésimo reto al que se debe enfrentar.

Sin embargo, nos debemos a la historia y existe una milenaria tradición donde el uso de sustancias con fines medicinales, ha supuesto infinidad de curaciones y aliviado muchísimos sufrimientos, incluso para los alumbramientos.

Pero si hay algo más que tradicional y ancestral que ha venido acompañando al ser humano desde que tiene uso de razón, ha sido la criminalidad.

Y cuando el que pretende delinquir se sirve de sustancias para alcanzar su objetivo, el problema se agrava de modo indefectible, cuando pueden influir en la capacidad intelectiva y volitiva de la víctima.

Ciertamente podemos remontarnos a diferentes etapas de la historia de la humanidad, en la que fue recurrente el uso de sustancias extraídas de plantas tóxicas para envenenamientos que resultaban indetectables, habida cuenta de los escasos medios forenses de los que se disponían.

En este sentido, una gran conocedora de sus efectos fue Agatha Christie, que incluyó el veneno como el arma del crimen en muchas de sus novelas.

Y es que la escritora británica no solo era una gran aficionada a la botánica y conocía infinidad de especies de diversas partes del mundo que visitó, como incansable viajera que era, sino que su trabajo en un hospital permitió que pudiera adentrarse en el mundo de la farmacología, que se vio complementado, tras ser asistente de boticaria en la Primera Guerra Mundial.

Pero además, lo que muchos denunciaban hace siglos como brujería, hasta el punto de condenar a miles de personas al escarnio público, cuando no a morir en la hoguera, bien podría calificarse como farmacéutica perversa, en la que Satán nada tenía que ver, y cuyas pócimas y bebedizos causaron más de algún estrago que los inquisidores llamaban encantamiento.

Pero si ya hablamos de la actual edad contemporánea, su uso con fines criminales, pervive e incluso se ha potenciado.

En este sentido, cabe decir que durante el siglo pasado algunos hechos no demostrados han sido considerados como leyendas urbanas, dando lugar a siniestras especulaciones e hipótesis sobre conspiraciones, que dan para el mejor cine de espías o de terror, como el uso de drogas en la época de los zares, los experimentos del infame doctor Mengele, la hipnósis del asesino de Robert Kennedy, la búsqueda del suero de la verdad por parte de la CIA o el uso de sustancias en los ejercitos para estimular una mayor agresividad y erradicar el temor de los soldados, antes de combatir.

Pero ya en pleno siglo XXI, el que se empleen determinadas sustancias para anular la voluntad de las personas parece haber encontrado visos de realidad, lo cual no solo constituye un riesgo para cualquier víctima potencial, a modo individual, sino que también puede tener consecuencias devastadoras, en el supuesto de que empleo sea realizado con fines terroristas que hayan puesto su indiscriminado objetivo en un colectivo.

Y es que después de lo sucedido el 11 de septiembre de 2001 todo es posible y ya nada puede escaparse a la imaginación de unos fanáticos que pretendan hacer el mayor daño a la población.

Si ya específicamente hablamos de la sumisión química que puede afectar a un individuo, la costumbre es que se empleen sustancias en dosis muy pequeñas (aproximadamente 3 miligramos) que afecta a la amigadla cerebral, bloqueando el cerebro y cuyos efectos hipnóticos o de sedación tiene como fin, anular la voluntad y conocimiento de la víctima, que más allá de encontrarse aturdida, es capaz de realizar funciones que habitualmente puede hacer, pero robóticamente, como si fuera un autómata.

Y así, la víctima quedará literalmente sometida y a merced del criminal, sin que, una vez recuperada de los efectos, sea capaz de recordar nada de lo sucedido, a partir de un determinado momento y solo pueda parcialmente rememorar a medio de flashes escenas inconexas, que no hacen más que incrementar su confusión y angustia.

Como consecuencia de todo ello, al margen de los perjuicios derivados de acto criminal que haya sufrido, las secuelas pueden abarcar no solo pesadillas nocturnas, sino también depresión y trastorno de estrés postraumático.

Pero con independencia del nombre que empleemos, es incuestionable que, salvo que sean compuestos íntegramente químicos, las sustancias provienen de los más de dos mil tipos de plantas, cuyo natural uso es la de autodefensa de otros seres vivos y que en dosis muy elevadas y en manos perversas, incluso pueden llegar a causar la muerte.

El modo de suministrarla varía, dado que en ocasiones será una simple mota de polvo soplada en un solo instante o impregnado la sustancia en un pañuelo, papel o cartón que se acercará al rosto, impidiendo en ambos casos la reacción de la desprevenida víctima.

Pero la forma más habitual será diluyendo la sustancia en líquido, generalmente alcohol, ingerido en una consumición que no ha sido servida por su destinatario.

Las plantas de donde se extraen las peligrosas sustancias proceden en buena parte de Asia, pero en su gran mayoría del Centroamérica y Sudamérica , constituyendo su pernicioso uso un problema de orden público, que se añade al propio del narcotráfico de las drogas, digamos, convencionales.

No en vano, cuando un español ha de viajar a países como Colombia, se encuentra con recomendaciones desde las instancias gubernamentales españolas, en el sentido de extremar las precauciones y evitar contacto con productos de papelería o textiles que pueda aproximarnos al olfato algún extraño, amén de procurar no subirse a ningún taxi en la vía pública, salvo que haya sido contratado previamente y se conozca al conductor.

En este sentido, se han conocido varios sucesos del denominado “paseo millonario”, que es el viaje que como pasajero realiza un despistado turista, que es drogado para ser robado y posteriormente abandonado, en el mejor de los casos.

Desde hace algún tiempo, en los medios de comunicación se venía hablando del “Beso del sueño”, método empleado por prostitutas para drogar a sus clientes y poder robarlos luego, si bien es cierto que los sucesos apenas han trascendido en instancias judiciales, toda vez que resulta poco probable que uno asuma públicamente que ha pagado por tener sexo.

Pero la retorcida imaginación del delincuente abarca otros modus operandi en los delitos contra la propiedad y también nos podemos encontrar con que, por la influencia de la sustancia y al dictado de las ordenes del criminal, se pueda desvalijar a las víctimas entrando sin oposición en sus casas, o incluso ser compelidas a extraer dinero de sus cuentas.

Sin embargo, tras el conocido caso de “La manada” ha tomado fuerza el argumento que en muchos de los delitos que se cometen contra la libertad sexual, se han empleado previamente determinadas sustancias, siendo la más popular la escopolamina que se encuentra en la popularmente denominada “burundanga”.

No obstante, también existen precedentes de sumisión química con benzodiacepinas, fármacos con acido barbitúrico, metadona, morfina, ketamina, éxtasis líquido y la que últimamente parecer haber irrumpido con fuerza, la flakka, una peligrosa droga sintética estimulante que puede causar paranoia y alucinaciones.

Quienes somos ochenteros en su momento escuchábamos la leyenda urbana de que la aspirina mezclada con CocaCola producía desinhibición en las chicas. Algo tan absurdo como pueril.

Pero ahora hablamos ya de algo más serio, en cuanto que contrastado, cuando se producen abusos sexuales, tras un consumo de una sustancia que potencia los ya de por sí dañinos efectos del alcohol, que es la bebida habitual de los jóvenes cuando se reúnen para divertirse.

La situación por conocida y cotidiana, se puede calificar de libro: una incauta joven se ha desentendido de su grupo de amigas para ligar y acepta gustosamente la consumición que le está ofreciendo alguien que acaba de conocer.

Pues bien, esa temeridad ha de ser absolutamente desterrada, so pena de que pueda calificarse a las amigas del alma que resisten a dejarla sola, de actuar de “escopeta” o envidiosas, pero que en suma, son sus mayores ángeles de la guarda.

El artículo 181 de nuestro código penal establece que el que sin violencia o intimidación y sin que medie consentimiento, realizare actos que atenten contra la libertad o indemnidad sexual de otra persona, será castigado, como responsable de abuso sexual, con la pena de prisión de uno a tres años o multa de dieciocho a veinticuatro meses, considerándose abuso sexuales no consentidos los que se cometan anulando la voluntad de la víctima mediante el uso de fármacos, drogas o cualquier otra sustancia natural o química idónea a tal efecto, pudiendo elevarse la pena a diez años, cuando el abuso sexual consista en acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal, o introducción de miembros corporales u objetos por alguna de las dos primeras vías.

Pero el principal problema que concurre cuando hablamos de delitos con libertad sexual es de índole probatorio, porque en los supuestos de sumisión química es más que probable que se ponga en entredicho la declaración de la víctima como única prueba de cargo, que en situaciones de reconocimiento pleno del agresor sexual, suele conllevar la condena.

En este sentido, conviene recordar que el Tribunal Supremo establece unos criterios orientativos para que la sola declaración de la víctima pueda desvirtuar la presunción de inocencia, y estos son:

a) ausencia de incredibilidad subjetiva, derivada de las relaciones entre el declarante y el acusado, que pudieran conducir a la existencia de un móvil de resentimiento, enemistad, venganza, enfrentamiento, interés o de cualquier otra índole semejante, que prive a esa declaración de la aptitud necesaria para generar certidumbre.

b) verosimilitud, es decir constatación de la concurrencia de algunas corroboraciones periféricas de carácter objetivo, que avalen lo que no es propiamente un testimonio (declaración de conocimiento prestada por una persona ajena al proceso) sino una declaración de parte, en cuanto que la víctima puede personarse como parte acusadora particular o perjudicada civilmente en el procedimiento o, cuando menos, la inexistencia de datos de tal carácter objetivo, que contradigan la veracidad de la versión de la víctima.

c) persistencia en la incriminación, que debe ser prolongada en el tiempo, plural, sin ambigüedades ni contradicciones, ya que la única posibilidad de evitar la situación de indefensión del acusado que proclama su inocencia, es la de permitirle que cuestione eficazmente la declaración que le incrimina, poniendo de relieve aquellas contradicciones que, valoradas, permitan alcanzar la conclusión de inveracidad.

Pues bien, la sumisión química se produce tras la ingestión de una sustancia que produce un estado de semiinconsciencia, que anula las facultades intelectivas y volitivas, sin frenos inhibitorios.

Pero si no concurren vestigios corporales de un supuesto empleo de violencia, ni tampoco signos de resistencia, no hay muchas posibilidades de condena.

En este sentido, ni siquiera una fisura anal puede considerarse como prueba relevante, toda vez que está demostrado que pueden incluso ser causadas por un estreñimiento.

Y la explicación reside en que, como decimos, en su plena obediencia para satisfacer los deseos más abyectos de otro, la víctima se ha dejado llevar y ha accedido mecánicamente a todo lo propuesto, aunque sin ser consciente de ello y mucho menos, sin desearlo.

Pero es que además, esas sustancias son imposibles de detectar ex ante, porque son inodoras, incoloras e insípidas, estando generalmente mezcladas con alcohol, y muy difícil a posteriori, dado que su rastro en el organismo es muy exiguo, ya que si bien se metabolizan rápidamente en la sangre, apenas permanecen durante unas horas.

En este sentido, lo aconsejable es que, cuando existan lagunas mentales y una mínima duda sobre si se ha estado con quien no se debía estar y hecho lo que no se debería hacer, incluso antes de acudir a denunciar, se acuda de inmediato a un centro hospitalario, tal cual, sin ni siquiera haberse duchado ni cambiado de ropa.

Y el motivo es que existe un protocolo sanitario sobre agresiones sexuales, con una serie de directrices que, de ser cumplidas a rajatabla, garantizarían la conservación de cadena de custodia de las pruebas biológicas que puedan obtenerse casi de inmediato,a través de un análisis de sangre y orina.

En caso de que haya pasado tiempo, solo quedaría la baza de acudir a la prueba del cabello, especialmente útil cuando la denuncia se formula tarde y se han eliminado de los fluidos biológicos las posibles sustancias administradas a la víctima, permitiendo diferenciarse el consumo único o puntual del consumo crónico, lo que resulta determinante para detectar posibles denuncias falsas.

En el peor de los supuestos, que desgraciadamente son habituales, a falta de una pruebas biológicas, existe una gran probabilidad de que se decrete un archivo de la causa o en su caso se dicte una absolución del acusado o acusados, salvo que la denunciante haya recompuesto milimétricamente el rompecabezas que ha fragmentado su memoria, en buena parte negativamente afectada por un entremezclado coctel de sentimientos de vergüenza, culpabilidad , asco y suma decepción, si es que el supuesto agresor es un amigo o conocido de un entorno próximo.

En este sentido, resulta ilustrativo lo resuelto por la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Huelva, que en su sentencia de 23 de noviembre de 2010, condena al denunciado, en base a los indicios y no la prueba directa de la existencia de escopolamina.

“ La víctima declaró, tanto en fase sumarial como en el acto de la vista oral, que el acusado, tras varias negativas de ella para tener relaciones sexuales, la recibió en su casa, la invitó a tomar dos o tres copas de un licor dulce, cuya ingesta, con alguna sustancia desconocida, le anuló su memoria quedando sin capacidad de decisión y de obrar según su voluntad.

Decimos que el acusado aderezó alguna sustancia de origen desconocida porque sólo la ingesta de dos o tres copas de licor no producen un olor fuerte y desagradable en todo el cuerpo ni anula la memoria ni incapacita para decidir y obrar según la voluntad; consideramos que tuvo el acusado que utilizar alguna sustancia que es compatible con los efectos de la «burundanga» (escopolamina), pero no declaramos probado que la sustancia utilizada fuera «burundanga» (escopolamina); simplemente afirmamos que según los informes de los médicos forenses, el uso de la » burundanga» es compatible con la sintomatología que observó la hija de la víctima, cuando su madre llegó a casa «desequilibrada», «no hablaba», «desprendía todo su cuerpo un olor fuerte y desagradable»….etc”

Por el contrario, la sección Primera de la Audiencia Provincial de
Mallorca, absolvió al acusado, en su sentencia de 13 de octubre de 2017:

“otra serie de circunstancias resultantes de la actividad probatoria que nos llevan a considerar insuficientemente respaldado el relato de la víctima.

En primer lugar, el hecho de que no hay ningún informe médico que ponga de manifiesto que la denunciante llevaba burundanga o escopolamina dentro de su cuerpo. Lo cierto es que ha quedado acreditado tras la declaración de los diversos facultativos que han declarado en el juicio, que esa sustancia es difícil de detectar porque los hospitales no suelen contar con medios suficientes para realizar esa prueba , y no suele prescribirse ordinariamente o por protocolo la realización de dicha prueba -declaración de las Forenses.

Sea como fuere, no contamos con ninguna prueba analítica practicada a la denunciante que haya dado un resultado positivo a la escopolamina.

Según han explicado, la escopolamina produce los efectos de una amnesia reciente, con dificultad para recordar lo sucedido en un periodo breve de tiempo. Han dicho que supone una actitud de sumisión puesto que altera la conciencia llevándola a un estado parecido al comatoso.

Ahora bien, ambas han coincidido en el hecho de que, visualmente, a simple vista, la persona que se encuentra bajo los efectos de la escopolamina no parece tener su voluntad enajenada, ya que conserva toda la capacidad motora y parece que actúa de forma totalmente voluntaria.

Mejor dicho, no se sabría si esos movimientos son voluntarios o involuntarios.

Para detectar el que una persona pudiera estar afectada por este tipo de sustancias habría que mantener algún tipo de conversación con ella, pues así se vería que el discurso no es coherente.

Con arreglo a esta explicación, podríamos dudar de la certeza del parecer del agente de la policía referido anteriormente cuando dice, tras el solo visionado de la grabación del segundo encuentro, que la voluntad de la denunciante ni estaba afectada en ese video.

Sin embargo, hay dos datos que nos llevan a desechar la posibilidad de que la denunciante pudiera estar bajo los efectos de algún tipo de sustancia que anulara su voluntad el día de los hechos.

El primero de ellos, la forma en la que supuestamente se le suministró la sustancia, por vía intramuscular.

Las Forenses han explicado que es muy raro administrar la escopolamina por dicha vía, puesto que lo habitual es administrarla por vía oral o nasal.

En segundo lugar, de haber estado bajo los efectos de esa sustancia, la denunciante no habría podido tener un recuerdo o un relato tan concreto de lo que supuestamente hizo estando bajos los efectos de una hipotética sustancia.

Y es esa posibilidad de recuperar la memoria lo que las Forenses descartan en relación a la sustancia de la que estamos hablando.

Las doctoras han señalado que la característica de la escopolamina es el no recordar, el no asociar nada puesto que no hay recuerdo alguno en relación al periodo en el que se ha estado bajo los efectos de la sustancia, sin que se pueda recuperar nada una vez pasados los efectos porque no hay nada que recuperar.

Es por ello que el relato tan detallado ofrecido por la denunciante respecto de lo que pasó es incompatible con la ingesta de esa sustancia”

Durante todo el proceso penal y una vez concluido el mismo, sea cual sea el resultado, es indispensable el apoyo afectivo de las personas más cercanas, pero también el psicológico que puedan necesitar, para ayudar a recordar primero y poder pasar página después, tras una experiencia tan traumática a la par que confusa.

Lo que resulta más que preocupante, inquietante, es que salvo que el criminal tengan amplios conocimientos para la desecación y cocción de la planta para la obtención la sustancia, es tan sencillo como navegar por internet para tener acceso a tales drogas, sin perjuicio de que gran parte de los anuncios puedan ser unas estafas que lógicamente no serán denunciadas por el comprador.

Con esta publicación no pretendemos ser alarmistas, pero sí aconsejar sobre ser precavidos, dado que conviene advertir sobre delicadas situaciones que ya se están produciendo en España.

De hecho, cuando ya terminábamos estas líneas, hemos tenido conocimiento de la noticia de las manifestaciones de Danna Paola, joven actriz mexicana que participa en la serie televisiva Élite:

“ Me pasaron cosas horribles en Madrid en la primera temporada.

Fue la primera vez que tuve la oportunidad de salir a la calle, salir a las cuatro de la mañana, caminar y sin que me pasara nada. No sentirme insegura, pero un día me pasó una experiencia muy loca,
Fuimos a un lugar muy cool. Tenía un DJ latino y había muy buen ambiente. No quería salir porque teníamos que grabar al día siguiente, pero nos quedamos un rato porque a las 10 abrían la pista con el DJ

Allí había un grupo de latinos que estaban fumando shishas. Mi amigo me dijo que eran muy guapos, pero yo no estaba para ligar, yo no ligo en antros. Nos pedimos un gin-tonic entre los dos y empezamos a hablar con esos chicos.

Ellos me piropeaban, me invitaron a fumar y, de repente, mi amigo se fue al baño.

Yo dejé mi vaso mientras hablaba, y en ese momento llegó otro chico y me dice si ese es mi vaso y me lo pasa.

Yo bebí tan normal, pero al poco rato me empecé a sentir, de verdad, muy mal. Me empecé a marear, me dio como mucho sueño.

Se me encendió la luz de peligro y les dije que me quería ir.

Ellos empezaron a preguntarme si me sentía bien y demás, y yo trataba de mantener la cordura, pero me empecé a sentir fatal

Al llegar mi amigo, no habían pasado ni 10 minutos, le dije que me encontraba mal y que me quería ir, y ya no sé más.

No sé ni cómo cogimos el Uber. No me acuerdo de qué pasó después. Solo recuerdo marcar el número de urgencias en mi casa y la llegada de los paramédicos. Nunca supe qué me echaron en la bebida.

Cuento esto porque es muy importante que seamos conscientes de con quién estamos.

Hay que ser consciente de la situación en el mundo, no podemos confiar en todo el mundo. No sabemos quién puede ser malo y nos quiere hacer daño.

Fue algo muy heavy porque entendí que Dios es muy grande y me estaba cuidando. Aprendí la lección y es algo que no me volverá a pasar».

Desconocemos si la actriz ha presentado denuncia o si la Fiscalía va actuar tras sus declaraciones, pero como hemos expuesto con anterioridad, visto el tiempo transcurrido todo apunta a que difícilmente llegaría a buen puerto.

Pero sirva su relato como ejemplo de lo que venimos sosteniendo.

¿Cuántas veces nos hemos encontrado con personas que solo han bebido unas copas y dicen no recordar todo o en parte de lo que han hecho o con quienes han estado durante una noche de juerga?

En este sentido, no podemos olvidar que la ingesta de una cantidad de más de tres gramos de alcohol por litro de sangre puede provocar estados de apatía, somnolencia e incluso dificultades para hablar, descoordinación motora, pero también dificultad para asociar ideas y un cierto grado de desinhibición durante la fase de euforia.

Y estos estados se pueden ver potenciados con la mezcla del alcohol con otras drogas y medicamentos, digamos convencionales, que afecta a las células del cerebro encargadas de la memoria, lo que supone que la persona tenga dificultad para recordar eventos recientes.

Pues bien, si ya hablamos de que tal desinhibición y amnesia se producen habitualmente durante los botellones y salidas nocturnas, ¿no es lógico afirmar que supone un riesgo añadido exponerse a la involuntaria ingesta de determinadas sustancias tóxicas como las descritas y que se obtienen de forma clandestina?

En este punto, entendemos primordial que se extremen las campañas de sensibilización social, aunque somos conscientes de que puede generar un clima de desconfianza en el que algunos justos pueden pagar por pecadores.

Y es que ni todos los se dedican a invitar a las chicas a una copa, se dedican a drogarlas para abusar de ellas, ni todos los que en la calle te preguntan una dirección te van a echar una sustancia a la cara para robarte.

En todo caso, la recomendación es tan obvia como razonable: ir siempre acompañados de personas de confianza y evitar quedarse solos con un extraño.

El amor de tu vida o el polvo del siglo pueden esperar hasta el día siguiente, donde todo se verá diferente y no se tendrá la guardia tan baja.

Si el el otro no accede, a otra cosa, mariposa, habrá otros que merezcan más la pena.

Rememorando la frase de la película El enigma de otro mundo, “Vigilad el cielo”, nuestro último consejo desde estas líneas es evidente: “VIGILAD LA COPA”

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