SOLO SÉ QUE BOSÉ NADA.

Tal y como escribíamos en una reciente publicación del blog,uno ya pensaba que lo había visto y escuchado todo en horario de máxima audiencia de nuestra pequeña pantalla, tras la infame puesta en escena del mercadeo de los sentimientos del mundo de la farándula, del que hasta ya se hacían eco algunos de nuestros políticos, cual mundana conversación de barra de bar.

Alma de cántaro, estaba muy equivocado.

Y es que cuanto medio país aún no se ha recuperado de la aparición en escena de la ínclita Rociito y sus cuitas con su ex , ha sido Pedro Duque, Ministro de Ciencia el que en otro orden de cosas ha tenido que salir al paso con ocasión de una nuevo programa de televisión, esta vez en La sexta.

Así, Duque ha sido muy categórico, tras escuchar las palabras de Miguel Bosé, que ha vuelto a hacer gala de un atroz negacionismo de la pandemia durante la entrevista que Jordi Évole le ha hecho en Mexico, donde el cantante reside.

“Un famoso tiene que tener cuidado con las cosas que dice” sentenció el Ministro, con la afabilidad y educación que siempre le caracterizan.

Antes de conocer la delirante postura con ocasión de esta pandemia, se podía decir que Miguel Bosé era una referencia cultural en España y latinoamérica.

Es cierto que, como profesional, nos podría gustar más o menos su estilo, pero sería de necios discutir su exitosa trayectoria con más de treinta millones de copias de sus discos en todo el mundo.

No en vano desde los años setenta del pasado siglo el cantante ha venido dejando su impronta en el mundo de la música, por mucho que desde hace algún tiempo, como tantos de los de su generación, se haya quedado estancado con la edición de nuevos recopilatorios, que son refritos de éxitos pasados.

En cuanto a lo personal, antes se podría o no estar de acuerdo con sus ideas políticas, pero es obvio que se trababa de una persona que, equivocada o no, siempre había hablado claro y expuesto su opinión con argumentos razonables, eso sí, con ciertas ínfulas de prepotencia, en cuanto a su supuesta intelectualidad.

Por si esto fuera poco, ya desde el inicio de su carrera, siendo el guapo oficial de nuestro país, tuvo que soportar críticas y rumores sobre su condición sexual, que quizás el propio artista alentaba con una indefinición o ambigüedad, en parte comprensible, si tenemos en cuenta que hasta bien entrado el presente siglo, salir del armario era cosa de unos pocos valientes e incautos.

Pero llegados a este punto, cuestión distinta es que, en estos momentos de tanta incertidumbre en los que necesitamos sentido común, paciencia y calma para sobrellevar esta grave crisis sanitaria y socioeconómica, que ya va para año y medio y lo que nos queda… resulta de una temeridad manifiesta que una celebridad como él declare alegremente que todo se trata de una “plandemia” o un “coronacirco”, como ha manifestado su amiga Victoria Abril, sin que ni siquiera acepte escuchar una opinión fundada que rebata sus peculiares argumentos.

Sin embargo, lo de Miguel Bosé no es nada nuevo; en este sentido ya el pasado verano tuvimos oportunidad de referirnos a la ridícula postura conspiranoica que, no solo niega la existencia del virus, sino que asevera, sin pruebas, que todo obedece a un plan diseñado por unos poderosos que pretenden controlarnos como a los soldados de la película El mensajero del miedo o experimentar con nosotros, como meros animales de laboratorio.

Por aquel entonces, se acaba de celebrar la concentración de unos incautos en Madrid, que alentados desde la distancia por un vídeo difundido por el cantante, protestaban enérgicamente contra el uso obligatorio de las mascarillas y la restricción de los derechos de la ciudadanía. Lo curioso es que Miguel Bosé no acudió a la cita negacionista pese haber anunciado su presencia.

Pues bien, aquel vídeo había sido tan sonado como sus mejores éxitos, toda vez que en el mismo no solo se apreciaba que el cantante había perdido la voz, sino que tenía un aspecto ciertamente demacrado, amén de que expresaba su incendiario mensaje con una gesticulación y histrionismo hasta entonces desconocidos en el artista.

Por ello, no hacía falta ser un psicólogo o psiquiatra para aventurar que su salud física y mental podía estar ciertamente mermada, impresión diagnóstica de cualquier profano que seguramente mantendrá, tras escucharlo en la amplia entrevista que La sexta ha divido en dos partes.

En la primera de ellas, emitida el pasado 11 de abril, amén de hablar sobre su difícil relación con su padre, siendo adolescente y de la amargura que le supuso no poder despedirse en persona de su madre, fallecida el pasado año, reconocía que había sufrido un amargo proceso de separación de su pareja.

Pero además apuntaba un dato significativo sobre, digamos su licenciosa vida como artista, reconociendo abiertamente que había sido adicto a las drogas durante casi dos décadas tras consumir dos gramos diarios de cocaína, aparte de éxtasis y marihuana.

Conviene advertir que este dato, no es cuestión baladí, ni mucho menos, toda vez que nadie, ni siquiera Bosé, que ya tiene sesenta y cinco años, puede discutir los efectos perniciosos que un abuso continuado de drogas puede ocasionar a corto, medio o largo plazo en nuestro organismo en general y en el cerebro en particular, como la esquizofrenia, alucinaciones, paranoia, y demencia, hasta el punto de mermar seriamente nuestra capacidad volitiva e intelectiva y por ende, la capacidad de raciocinio en las mejores condiciones.

Y en la segunda de las partes, emitida una semana después, Miguel Bosé ya argumentaba, sin evidencias científicas, que todo estaba orquestado desde «un cártel de multimillonarios psicópatas llamado Foro de Davos” con anuencia de los Gobiernos y medios de comunicación.

Sin dejar de ser incisivo en la entrevista, quizás Évole no supo estructurarla como debiera y su enfoque resultó ciertamente confuso para el espectador.

En este sentido, el periodista planteó las cuestiones de manera desordenada, y no fueron pocas las veces que vaciló delante de su entrevistado, lo cual llama poderosamente la atención en cuanto profesional caracterizado por atesorar un notable agilidad mental.

En su descargo, quizás haya que apuntar que tal y como ambos reconocieron, les unía un buena amistad, lo que en ocasiones puede hacer perder la perspectiva.

Sin embargo, al menos en tres ocasiones Évole desbarató cualquier argumentación negacionista del “porque yo lo valgo” tan subido de tono de Miguel Bosé, al dejar en evidencia sus incongruencias.

Primero, al preguntarle, sin obtener una respuesta razonable, si no era ciertamente paradójico que los propios integrantes del equipo del cantante, habían exigido tanto a Évole como al suyo propio, que cumplieran unos estrictos controles sanitarios para reunirse con Bosé.

Segundo, porque, visto que el cantante persistía en anunciar a bombo y platillo que, tras haber accedido a infinidad de documentos que negaban la existencia del virus, la suya era la verdad absoluta y el resto del mundo no negacionista estaba equivocado, Bosé se opuso a cualquier debate al respecto, cuando Évole quiso contactar en directo con un científico.

Y tercero, porque tal y como le fue exhibido a medio de una grabación, precisamente había sido el propio artista el que en su día, más había apostado públicamente para que la comunidad científica lograra los avances necesarios para la obtención de una vacuna contra el VIH/SIDA.

Pues bien, el problema de Miguel Bosé, como de tantos extremistas de cualquier idea, opinión o credo, es que si ni siquiera contemplan la posibilidad de analizar otra realidad distinta a la suya.

Y ni mucho menos pensamos que el negacionismo del cantante pueda ser una pose, visto lo muy atractivo y juvenil que resulta ser antisistema, revolucionario, independiente, contracorriente, ir por libre o como lo queramos denominar. Lo cree, de veras.

Pero sucede que su creencia, como cualquier fe que no contempla otras opciones distintas, no atiende a razones, y eso es muy peligroso.

Afortunadamente, en el mundo occidental no estamos en el medievo, cuando se condenaba a morir a la hoguera a los herejes por sus ideas, muchos de ellos científicos, pero desgraciadamente persisten vestigios de extremismos políticos y religiosos que siembran odio y muchas veces recogen violencia y muerte.

Pero se pongan como se pongan Miguel Bosé y otros negacionistas, está científicamente demostrado que el virus existe y que ha ocasionando hasta la fecha dos millones seiscientos mil muertos, amén de graves secuelas para los contagiados.

Se pongan como se pongan, también está científicamente demostrado, que pese a sus mutaciones, el virus se ha secuenciado genéticamente, para desarrollar una vacuna.

Y se pongan como se pongan, como tantas veces ha sucedido en la Historia, dicha vacuna ya ha tenido una alta efectividad, visto el notable decrecimiento de los fallecidos en las residencias de ancianos, tras recibir la dosis los mayores de setenta años, y sobre todo, si nos fijamos en lo que está sucediendo tanto en Israel como en Gran Bretaña, donde sus privilegiados residentes ya no usan la mascarilla tan denostada por Miguel Bosé y los suyos.

Afortunadamente, más allá de las opiniones, la disgregación en cuanto a la actuación de los negacionistas es una buena señal, puesto que no hay constancia en estos momentos de que su radicalización haya derivado en un consolidado núcleo de acción que pueda subvertir el orden establecido con actos vandálicos, propios del terrorismo callejero, Dios no lo quiera.

Además, tras el abandono de Trump de la Casa Blanca, son ya una excepción los mandatarios que acogen sus delirantes planteamientos.

En este sentido, en su momento ya escribimos sobre la intransigente postura del anterior Presidente de Estados Unidos, cuyos acólitos asaltarían el Capitolio a comienzos de 2021.

Pero con posturas como la de Miguel Bosé, se siembra la duda y el temor en la ciudadanía, en parte aprensiva y sensible a la intoxicación informativa, haciendo estériles tantas y tantas horas de trabajo de los científicos que parecen estar ganando la carrera contra el virus, por el bien la humanidad, incluidos Bosé y compañía.

Cierto es que tampoco ayudan las indecisiones, dimes y diretes de los Gobiernos, tras haberse detectado algunos fallecimientos de receptores de las vacunas contra el Covid, por culpa de los efectos secundarios.

Como consecuencia de ello, ha aumentado sensiblemente el número de personas que ya se han negado a recibir la dosis que les corresponde.

No obstante, la situación actual ya se preveía, tal y como anunciábamos hace algunos meses en nuestro blog.

Pues bien, no es ninguna novedad que no solo las vacunas, sino muchísimos medicamentos pueden tener efectos secundarios y para verificarlo basta con leer cualquier prospecto cuando adquirimos un producto en una farmacia.

Pero además, si asimiláramos en un sentido alarmista/ pesimista toda la información que contiene el formulario de un consentimiento informado que debemos firmar antes de una intervención quirúrgica ,las operaciones decrecerían notablemente.

Y es evidente que sin medicamentos ni vacunas ni operaciones aumentarían las enfermedades y fallecerían muchas más personas que ahora.

Sin embargo, no decimos que haya que estar desinformados, ni pensar que, en cuanto a la salud, lo adecuado es lo de “ojos que no ven, corazón que no siente”.

Simplemente hay que analizar en su justa medida todos los datos, sin necesidad de un empacho informativo, que ni siquiera filtra la infinidad de bulos que se difunden por doquier.

A bote pronto,bastaría con que asimiláramos que si hablamos de Covid y vacunación, en cuanto al cálculo de probabilidades sobre el riesgo de fallecer por culpa de los efectos secundarios de la vacuna, es casi mínimo e infinitamente inferior si lo comparamos con la posibilidad de ser contagiado y fallecer por el coronavirus.

Sentado lo anterior, seguiremos rebatiendo la opinión de los negacionistas con argumentos fundados que nada tienen que ver con un plan establecido.

Al respecto, no se trata de vencer, sino de convencer , máxime cuando precisamente es la inacción y pasividad de los negacionistas las que pondrán en riesgo la salud de los demás, por no seguir las recomendaciones sanitarias.

Sin embargo, más allá de las calificaciones que puedan merecer las absurdas manifestaciones de Miguel Bosé, en ningún caso aquellas deben derivar en el insulto.

El propio artista reconocía en la entrevista que tras sus anteriores declaraciones había sufrido bullying, tanto en las redes sociales como en los medios de comunicación.

Al respecto, cabe decir que bullying, como sabemos, es un término importado del idioma inglés y que en nuestro país desde hace tiempo se ha venido circunscribiendo al acoso de los niños y adolescentes en los centros escolares.

No obstante, tras escuchar a Bosé, y al igual que en otros lares distintos a España, todo apunta a que, en el uso dialéctico cotidiano, no tarde mucho en emplearse el término para referirse al acoso a los adultos.

Pero sin perjuicio del término que se emplee, por mucho que Miguel Bosé esté desvariando, su delirante discurso no ha de ser motivo para el insulto ni hostigamiento en redes sociales, ni en ningún otro lado, más allá de la crítica constructiva que pueda hacerse.

En una sociedad actual, que si bien colectivamente, de cara a la galería se expresa bajo un manto de la extrema corrección y de cultura de la ofensa por todo, ante el descontrol normativo de unos Gobiernos impotentes, se permite que, bajo el anonimato, el individuo descargue toda su ira y crueldad en las redes sociales, lo cual es moralmente reprochable, amén de jurídicamente ilícito.

Y es que se podrá estar o no de acuerdo con Miguel Bosé; en nuestra modesta opinión, sería una temeridad estarlo y su postura dice muy poco del razonamiento lógico que se supone en personas con cierta preparación,si bien en su caso no parece estar atravesando un buen momento de salud física y mental que le permitan ver las cosas con claridad.

Dicho lo cual, distinto a la grave descalificación es la ironía y en este sentido, uno se pregunta si los integrantes del Foro de Davos duermen tranquilamente por las noches o están pendientes de recibir una llamada telefónica amenazante de un nuevo negacionista que recientemente ha salido a la palestra, Bigote Arrocet.

¡¡¡Piticlín, piticlín!!! ¡¡¡Piticlín, piticlín….!!!

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