SEAN YOUNG, UNA REPLICANTE DE CUIDADO.

Cuando hablamos de Hollywood, ciertamente se desconoce cual es la fórmula en virtud de la que unos ascienden hasta la cima del éxito y se mantienen en ella, mientras que otros ni siquiera pueden divisar la cumbre.

Y es que para superar la dificultad de competir y ser elegido dentro un proceso de selección tan complejo como es el casting, lo más recurrente sería apuntar a contar con la mejor de las suertes y con el mejor de los agentes, presuponiendo un innegable talento y denodado esfuerzo para cualquiera que aspira a lo máximo.

Sin perjuicio de lo anterior, es evidente que el atractivo físico constituye la principal baza de los aspirantes al papel, que en el caso de las actrices, ha sido un penoso reclamo para comportamientos deleznables de depredadores sexuales, alguno de ellos, de los más poderosos de la industria, como el otrora exitoso productor Harvey Weinstein, ahora caído en desgracia, tras ser condenado a prisión.

En cualquier caso, son múltiples las variantes que se pueden dar, partiendo de la base de que es más que agotador, tanto física como mentalmente, mantenerse muy arriba, amén de que no todos digieren la fama y el éxito como es debido.

Pero es que además, siendo la apariencia física tan relevante, se debe soportar el paso de un tiempo que vuela, de la mejor manera posible, para poder adaptarse a nuevos roles adecuados a su edad, evitando en la medida de lo posible destrozar su rostros, con implantes e intervenciones quirúrgicas, que pueden convertirlos en auténticos muñecotes.

La arruga, en su caso, nunca puede ser bella, porque el fan exige que las estrellas se mantengan, tal y como los conocieron en la pantalla, lo que implica una enorme presión para los más veteranos.

No es por tanto extraño que en la biografía de un actor o actriz de Hollywood, encontremos muchos episodios de intentos de rehabilitación en clínicas privadas, tras una descontrolada ingesta de medicamentos para combatir la ansiedad, depresión o insomnio.

Y si a ello le unimos un periodo anterior de desenfreno y excesos durante interminables noches de juerga, con un prolongado consumo de alcohol y drogas, el desaguisado ya está servido.

Sea como fuere, como en muchas facetas en la vida, unos nacen con estrella y otros, estrellados, pero si ya hablamos de las estrellas que llegan a brillar (no tantas como expresaba aquel conocido lema de Metro Goldwyn Mayer) algunas no lo hacen con la suficiente intensidad, mientras que otras ni siquiera llegan a la categoría de fugaces.

Es el caso de la protagonista de nuestra publicación, Sean Young, conocida principalmente por haber intervenido en dos películas de culto, dentro del género de la ciencia ficción, Blade runner (1982) y Dune (1984) para luego formar una atractiva pareja con Kevin Costner en el entretenido thriller No hay Salida (1987)

Pero, ¿cómo es posible que la carrera tan prometedora de una bella actriz como Sean Young, nacida en 1959, se convirtiera en un sonoro fracaso, en menos de una década?

Pues bien, de ser cierto todo lo que se ha escrito, hablado y visto sobre lo que parece un más que errático comportamiento, muchos considerarían que está más que justificado que se hable de ella como el prototipo de un juguete roto y de una actriz apestada de Hollywood, por sus pecados.

Y en el caso de la Meca del cine, Roma no paga traidores.

Hay que remontarse al rodaje de la película Impulso sensual, estrenada sin más pena que gloria en 1988, y pronto entenderemos lo que pudo suceder para que Young fuera luego repudiada por muchos compañeros y perdiera la oportunidad de intervenir en producciones que la hubieran ensalzado como actriz.

El escándalo estalló cuando su compañero de reparto en el film, un James Woods que escalaba posiciones para ser uno de los intérpretes masculinos con mayor éxito de los ochenta, demandaba a Sean Young por “angustia emocional deliberada”.

Recientemente hemos tenido oportunidad de examinar de forma somera los vericuetos y entresijos del complejo sistema judicial de Norteamérica, con ocasión de nuestra publicación sobre Michael Jackson, y ya advertíamos entonces sobre la divergencia de pleitos, que con una misma base probatoria, podría ser encauzado como procedimiento civil o penal.

Pues bien, Woods, al igual que su pareja de entonces y luego ex mujer, Sara Owen, sostuvieron que la actriz les había enviado a casa misivas amenazantes, con fotos de cadáveres humanos y de animales mutilados, así como destrozado las flores de su jardín.

Y no contenta con ello, con una macabra carencia de sensibilidad, dado un reciente aborto de la joven pareja de Woods, Young había dejado en el felpudo de la vivienda una muñeca decapitada,amén de inscribir a la pareja en listas de correo de asociaciones antiabortistas.

Según parece, la actriz había tenido una relación con James Woods durante el rodaje, y dado su posterior rechazo se obsesionó con el actor y comenzó a tener una actitud atosigadora,actuando como una persona ciertamente desequilibrada.

Aquel relato de hechos, que el actor, en una entrevista de 2007, calificaría como un “yihad del terror” ,ciertamente recuerda al argumento de dos películas, sobre las que ya hemos escrito en nuestro blog.

Pero Sean Young tan solo reconoció que les había enviado un artículo con información contra el tabaquismo y al final, las partes alcanzaron un acuerdo extrajudicial, sin que el asunto llegara a una vista.

Pero el daño ya estaba hecho y los titulares de la prensa más sensacionalista no dejaban de cebarse con la actriz, para mofa y escarnio publico de su imagen ante la opinión pública.

Y es que, como luego manifestaría la actriz, a partir de aquellos incidentes que nunca fueron acreditados delante de un Tribunal, cada vez que acudía a un casting, lo habitual es que fuera preguntada sobre sus supuestas conductas anómalas y sobre otros rumores que circulaban por los mentideros de Hollywood, como que a Woods le había pegado con adhesivo el pene a su propio muslo.

Ninguna gracia le había hecho tampoco a Young tener que sufrir pesadas bromas de sus compañeros, como sucedió cuando Charlie Sheen (que no es el mayor ejemplo del mundo, vistos sus excesos) durante el rodaje de Wall Street (1987) llegó a sujetarle un papel en la espalda con la frase ”Soy la mayor zorra del mundo”.

No mucho mejor sería su relación con Warren Beatty, durante la realización de Dick Tracy (1988) que tuvo que abandonar por decisión de la productora.

La versión oficial de su despido fue que su interpretación no estaba convenciendo , pero Young argumentó que había sido una venganza del actor/director, al que había rechazado sexualmente.

La entonces joven actriz no formaría por tanto parte de la amplia lista de mujeres con las que, según el biógrafo de Beatty en 2010, el actor se había acostado desde que había perdido la virginidad, con veinte años: nada menos que doce mil setecientas setenta y cinco.

Tampoco Young haría buenas migas con sus empleadores de Warner Bros, en su siguiente intento en la pantalla grande, Batman (1989) puesto que fue relevada del papel de la novia de Bruce Wayne, tras sufrir un accidente al caerse de su caballo, por una Kim Basinger, en alza.

Pero Sean Young adujo otro motivo para tamaño cambio. “Se la ponía dura al productor”.

Y si ya Tim Burton la miraba con cierto recelo, los rumores apuntan a que el director se quedó espantado con ocasión de los preparativos para la secuela, Batman vuelve (1992)

Según parece, Sean Young se presentó en las oficinas de la productora, con un apretado mono de licra negra y orejas de gata, cuando supo por la prensa que la inicialmente elegida para el papel de Catwoman, Annette Bening, se había quedado embarazada de….¡Warren Beatty! (el mundo es un pañuelo) y no podía iniciar el rodaje.

Si bien luego la actriz trataría de reírse de sí misma cuando apareció en un programa de televisión, nuevamente vestida como el felino personaje de DC, ya era demasiado tarde para suturar la herida de la vergüenza ajena. Todo el mundo de Hollywood se había burlado ya de ella.

Cierto es que Young tampoco supo o quiso contenerse, para hablar mal de otros compañeros,pese al tiempo transcurrido desde el estreno de las películas.

Es el caso,por ejemplo,de Harrison Ford,cuando se supo que no se soportaban durante el rodaje de la mítica Blade Runner,que recientemente ha tenido una secuela en la que ha digitalizado la imagen de la actriz para retomar su papel.

Ridley Scott,su director,insistía en repetir las escenas, hasta lograr la perfección y en una de ellas,cuando el protagonista se muestra violento hasta lograr que lo bese,empuja y zarandea con fuerza a Sean Young,lo que,según ella le supuso moratones y que tuviera que tomarse varias semanas, para recuperarse anímicamente.

En suma, eran ya demasiados incidentes en producciones consecutivas de primer nivel, y la factura que tuvo que pagar Sean Young fue demasiado costosa, con una carrera profesional en el cine, que ya iba en picado.

Y es que si ya hablamos del último papel de la actriz en un trabajo importante en Hollywood, habría que remontarse al propio 1992, cuando fue estrenado Crímenes de amor, en pleno apogeo de los thrillers eróticos.

Pero ni siquiera sería una despedida a lo grande; no en vano, Young fue nominada a los Premios Razzie a la Peor actriz y durante el rodaje de aquella película, de la que nadie se acuerda, fue el propio Harvey Weinstein el que la acosaría sexualmente, según manifestaciones de la actriz en 2017, en pleno auge del movimiento #Metoo.

Sin duda, todo aquello influyó en su vida personal, que se vio del todo perjudicada por sus problemas con el alcohol (que hizo públicos en un programa de la telebasura sobre rehabilitación de los famosos) y por los incidentes en los que se ha visto envuelta, llegando a reconocer en una entrevista de 2015 a The Guardian, que había tocado fondo.

Así, en 2012 fue detenida por la policía, tras la agresión a un vigilante de seguridad que trataba de impedir que se colara en el famoso Baile del Gobernador, fiesta que se celebra después de la entrega de los Oscars de Hollywood.

Pero Sean Young volvería luego a ser noticia en 2018, cuando fue denunciada por el robo de dos portátiles por valor de doce mil euros, en un establecimiento en el que había trabajado.

Cierto es que a la actriz nunca le ha faltado trabajo en todos estos años, pero ha sido en producciones menores de la televisión norteamericana, amén de contadas apariciones como secundaria en films sin mayor recorrido.

No cabe duda que la estela que ha dejado la huella de su incorrección, a los ojos de la doble moral de su país, ha supuesto una espada de Damocles demasiado pesada para cualquiera que quisiera arriesgarse a contratarla, pese a su indudable calidad interpretativa y su incuestionable belleza.

“En el momento en que te alzas en Hollywood para defenderte, te conviertes en una loca», fueron sus palabras, en 2017.

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