Es difícil que los jóvenes de hoy tengan presentes una canción que se escuchó hace treinta y nueve años, interpretada por un grupo, que como tantos ochenteros, tenía un nombre impagable en cuanto a su originalidad: Polanski y el ardor.
Hablamos de su mayor éxito ( yo diría que único) titulado ¿Qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS?
Recordemos aquella letra, con versos de una imposible rima.
No, no, no, no, no es posible, se ha averiado mi respuesta flexible
Y el airbus, se ha vuelto loco y no me quiere llevar al Orinoco
¿ Qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS?
¿ Qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS?
¿ Qué harías tú?
No sé
No, no, no, no, no tengo novia y no me mola el pacto de Varsovia
Ese señor me tiene gato y no me mola el tratado de la NATO
¿Qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS?
¿ Qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS?
¿ Qué harías tú?
No sé
No, no, no, no, no es posible lanzar un Yakovlev ocho con misiles
Y el airbus se ha vuelto loco y no me quiere llevar al Orinoco
¿Qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS?
¿ Qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS?
¿ Qué harías tú?
No sé
Pues bien, uno que siempre se reconforta acudiendo a la nostalgia ochentera, al rebuscar en aquel pasado que tantos compartimos, recuerda las vivencias de un periodo que abarcó desde la niñez a la adultez, coincidente además con un contexto trascendente de la historia.
No en vano fue comprensivo de una década que finalizó con el derribo del muro de Berlín, la caída del telón de acero y la desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, tras casi setenta años de existencia.
Pero quizás hemos empezado la casa por el tejado, puesto que conviene advertir de dónde partimos durante aquella década.
En los primeros años de los ochenta, el pánico nuclear estaba en boca de todas, tras la paralela carrera armamentística nuclear de Estados Unidos y la URSS.
Si ya hablamos de cultura popular, una de las películas que más nos impactaron como espectadores fue El día después (1983) que nada tiene que ver con el programa deportivo que luego haría famoso Canal Plus.
El film, concebido para la televisión, aunque luego estrenado en salas, describía los momentos previos y posteriores a la hecatombe ocasionada en Estados Unidos tras los lanzamientos de arsenal nuclear por parte de los soviéticos.
Del mismo año es también Juegos de guerra, una entretenida película que recrea otro escenario similar, tras una hackeo informático que casi aboca a la Tercera Guerra Mundial.
Y si continuamos hablando de música y en concreto de videoclips, inolvidable fue aquella recreación del ring en el que se enfrentaban encarnizadamente dos imitadores de Ronald Reagan y Constantin Chernenko, siendo arbitrado el combate por el vocalista de Frankie goes to Hollywood, al tiempo que interpretaba el tema Two tribes en un videoclip que finalizaba con la explosión de nuestro planeta.
Afortunadamente, la tensión entre las dos superpotencias se fue mitigando durante el segundo mandato presidencial de Reagan que concluyó en 1989 y que en lo diplomático coincidiría con otra figura relevante de la historia, en cuanto que clave para la desescalada a nivel mundial, y para su intento de democratizar su vasto país a medio de la perestroika: Mijaíl Gorbachov.
Si bien el atentado a las torres gemelas y al pentágono del 11 de septiembre de 2001 marcaría un antes y un después a la política internacional en la guerra contra el terrorismo, que muchas meses se ha pasado de frenada, no son pocos los conflictos bélicos que se han sucedido en las últimas décadas.
Pero si ya hablamos de lo acontecido tras la invasión de Ucrania a finales de febrero de 2022 es obvio que de sopetón, hemos retrocedido décadas para retrotraernos históricamente hablando, a la crisis de los misiles de Castro y Kennedy, que tuvo en vilo a los padres de muchos de los que ahora somos cincuentones y que precisamente en nuestra pubertad y adolescencia vivimos los últimos años de una guerra fría que ahora vuelve a calentarse.
El tiempo dirá en que acaba esta situación, alarmante para muchos, hasta el punto que en tiempos de fake news uno ya no sabe cómo tomarse la noticia de que en algunas farmacias empieza a agotarse el yoduro de potasio que supuestamente protege de una exposición a la radiación nuclear.
Recientemente hemos escrito sobre los primeros momentos del conflicto armado, que muchos ya daban por hecho desde hacía semanas.https://teacusodeacoso.com/putin-no-es-gila/
Pues bien, en contestación a la pregunta que da título a la presente publicación, basado en la canción de Polanski y el ardor, como su cantante, uno ciertamente no sabe que debería hacer en un ataque preventivo de Putin y si alguien lo sabe, no es fácil desconocer en que puede derivar la respuesta, con un derecho internacional que nuevamente ha saltado por los aires, avasallado por un mandatario que no parece tener límites y que ha rebasado casi todas las líneas rojas.
Y es que de rebasar la última, en caso de verse acorralado como un animal herido, puede llevarnos a la extinción, por muy contundente que esto resulte.
A muchos de los que ahora aventuran a calificar su conducta como propia de un desnortado y temerario chiflado, les recomendaría el visionado de una serie de entrevistas que el director Oliver Stone mantuvo con Putin, poco antes de la elección del infame Donald Trump en 2016.
Y es que allí encontrarán todas las claves sobre las motivaciones del que ahora es considerado gran Satán para occidente.Lo podríamos resumir con el dicho de que el que avisa no es traidor.
Sin embargo, para muchos entendidos, el cerebral y retorcido Putin, cuya fría mirada reptiliana tanto acongoja a propios y extraños, quizás erró en el cálculo de los tiempos de su invasión, y todo apunta a que tendrá un elevado coste humano y económico que no pudo prever, al minusvalorar a sus adversarios previamente a emprender su peculiar operación militar especial, exenta la carga peyorativa terminológica de “guerra” o “invasión”.
Nadie contaba con que el pueblo ucraniano, liderado por el presidente Zelensky, iba a resistir las acometidas del empuje ruso ni que la guerra relámpago de Putin se alargara durante tantos días, teniendo en cuenta que han transcurrido casi dos semanas desde que se inició la invasión.
Pero además, tras las iniciales respuestas por parte de la Unión Europea, y las declaraciones altisonantes de la administración norteamericana y de la OTAN, de la tibieza se pasó a la dureza, al menos en el plano económico, amén de la provisión de armas al gobierno ucraniano por parte de muchas naciones, entre ellas, España, no sin la enésima rectificación de su Presidente, que donde dijo digo, una vez más dijo Sánchez, visto el papelón que tendría como próximo anfitrión de la organización atlántica.
Cierto es que después de cometer el gran error advertido por el abogado y político Javier Nart de que ante un conflicto nunca se debe decir al adversario lo que NO vas a hacer (esto es, intervenir militarmente) de la omisión se pasó a la acción, implementando diversos “paquetes de sanciones económicas”, incluido el cerco económico a los oligarcas rusos y la exclusión del sistema swift para la mayoría de sus bancos.
Además, multitud de empresas han cerrado sus negocios en un país como Rusia, cuyos ciudadanos más pronto que tarde se verán afectados en su bolsillo, lo que quizás precipite el aumento de las protestas, que hasta ahora se han saldado con miles de detenciones de manifestantes contrarios a la invasión de Ucrania.
Pero Putin continúa con su objetivo de desmilitarizar y desnazificar Ucrania y es harto difícil saber hasta donde va a llegar para consumar su propósito, partiendo de la base de que la OTAN ni quiere ni debe intervenir, por mucho que el Presidente ucraniano insista en una zona de exclusión aérea que de producirse, ampliaría el conflicto hasta un punto que puede ser de no retorno, sin billete de vuelta.
Cierto es, que al tiempo que suenan las bombas y los disparos las partes en conflicto no renuncian a nuevos encuentros y en breve se reunirán en Turquía los respectivos ministros de exteriores.
El problema es que, salvo sorpresa, se reiterarán las pretensiones del Kremlin para un alto el fuego y en su caso la retirada de las tropas rusas de Ucrania, esto es, la neutralidad ucraniana, el reconocimiento de Crimea como rusa y que se reconozca la independencia del Donbás.
Y es evidente que tales pretensiones parecen del todo inasumibles para el Presidente Zelenski, so pena de brindar un puente de plata maciza a Putin , tras haber sacrificado a miles de víctimas para nada, al tiempo de atisbarse los prolegómenos de una mayúscula crisis económica y energética mundial, similar a la del petróleo en 1973, sin todavía haber salido por la provocada después de la pandemia.
Pero la alternativa es quizás aún más dolorosa para los ucranianos por mucho del heroísmo que ello implique, porque ya nadie duda que de continuar con su hostil invasión, Putin terminará por arrasar un país considerado hermano y al que ahora pretende subyugar para que no materialice su propósito de pertenecer a la Unión Europea, y lo que más teme el presidente ruso, a la OTAN.
No obstante, es difícil pronosticar cuando dejaremos de escuchar las sirenas previas a los bombardeos de unas poblaciones cuyas calles y avenidas, antes pobladas por gente que vivían como cualquiera de nosotros, ahora se presentan vacías y con edificios parcialmente derruidos tras el impacto de los misiles.
Hasta entonces se seguirá mostrando la cara más cruenta de todas las guerras, con jovencísimos soldados hundidos tras ser capturados por el enemigo (unos enviados al frente por un ególatra desatado y otros obligados a combatir por la libertad de su pueblo) mientras se produce el mayor éxodo de refugiados desde la segunda guerra mundial, con cientos de miles de personas, la mayoría mujeres y niños, que se desplazan a los países vecinos, dejando atrás sus pertenencias y a sus padres, hermanos, primos, tíos, novios , esposos y amigos, cuyo destino es del todo incierto.
La última de las imágenes que más nos ha impactado se corresponde con la de los restos mortales de una familia que se vio sorprendida por el traicionero ataque al corredor humanitario que se había pactado para el desplazamiento de los civiles.
Pero recurriendo a la socorrida frase de que la primera víctima de la guerra es la verdad, no podemos estar más de acuerdo con esta apreciación.
Ya resulta de por sí lamentable que se pierdan miles de puestos de trabajo por culpa de los designios del Presidente de un país agresor, visto que como decimos, muchos negocios extranjeros, han desertado de Rusia, o que cientos de deportistas (incluidos los paralímpicos de los Juegos de Invierno) no puedan competir, tras las decisiones decretadas por los diferentes comités.
Pero lo que nos parece inconcebible es que se imite la postura de un liberticida que desde hace años impide que sus ciudadanos puedan informarse como buenamente deseen y que en el colmo de la tiranía ahora ha obligado a que muchos corresponsales extranjeros emigren de Rusia, tras la lógica inquietud que les genera la promulgación de una normativa que pena con quince años de cárcel a quien informe en contra del régimen de Putin.
Lo decimos porque la Unión Europea también ha prohibido la emisión en su territorio de la programación de Russia Today y de Sputnik, impidiendo que conozcamos la versión que están dando de los hechos desde Moscú; a nuestro juicio una clara vulneración de los derechos a la libertad de expresión y de información, o dicho de otra forma, una censura en toda regla.
Al menos, uno ya tiene la suficiente madurez como para valorar cual de las informaciones se acerca más a la realidad, partiendo de la dificultad que se presupone cuando hablamos de conflictos armados en los que la propaganda es una de las armas más poderosas.
Y es que con independencia de que algunos se retroalimenten en su sesgo de confirmación, bebiendo de aquellas fuentes que más le convengan para no cambiar de parecer (hay muros más difíciles de derribar que el de Berlín, máxime cuando están levantados con empecinamiento y odio) una gran parte de la ciudadanía tiene el derecho de poder contrastar, desde un plano de mayor objetividad, si cuenta con todas versiones y no solo una de ellas, que siempre va a ser interesada.
Sin embargo, el fariseísmo y la hipocresía de nuestra sociedad olvida que si bien el actual conflicto es muy grave, no menos graves son otros conflictos bélicos activos en otra parte del mundo que ocasionan miles de muertos,heridos y desplazados.
No soy nada amigo de la forma y del fondo del político independentista Gabriel Rufían, con quien nunca podré compartir un ideario que pugna contra España como nación.
Pero recientemente, con ocasión de una comparecencia en una sesión de control al Gobierno, Rufián ha metido el dedo en la llaga al afirmar algo que no es nada correcto, políticamente, pero parece una verdad proveniente de un santo salido de un templo.
Y es que al referirse a la tragedia humanitaria de los refugiados ucranianos, en comparación con la de los nacionales de otros países más lejanos de Occidente.“
¿Por qué ahora tras tantas miserias y guerras se acoge a tantos refugiados de forma ilimitada? ¿Qué diferencia hay entre un muerto en el Mediterráneo y un muerto en las calles de Kiev?
La respuesta es extremadamente cruel: porque ahora son rubios y con ojos azules”