He de reconocer que, como tantos otros, nunca le había profesado a Marilyn Monroe la consideración que debía, hasta ahora.
Con una belleza neumática que no encajaba en mis gustos como varón y sin que yo ciertamente fuera un aficionado al género de la comedia musical, ni siquiera había prestado especial atención al resto de su carrera, con excepción de la genial Con faldas y a lo loco, donde ciertamente destacaba Marilyn, si bien la palma se la llevaba la pareja protagonista y en especial, Jack Lemmon.
Pero fue tras ver el film Mi semana con Marilyn, de la que luego hablaremos, cuando empecé a interesarme por esta mujer, cuya vida apasionante ha dado tanto que hablar, siendo un temeridad no acercarse ella.
Y lo realmente curioso es que, cuanto más me informaba sobre su vida personal y profesional, más me he sentido atraído hacia Marilyn, cuyas apariciones en pantalla han de calificarse de hechizantes.
Marilyn era como el fuego; hipnótica, calórica y reconfortante, pero a la vez, muy peligrosa, si te acercabas demasiado.
Con el mundo a sus pies, era deseada e imitada hasta la saciedad; no en vano, la primera crónica tras su fallecimiento la describía como aquella a la que todos los hombres querían y la que todas las mujeres querían ser.
Por ello, es difícil concebir como una estrella tan esplendorosa como ella, se estaba despedazando por dentro.
Ha sido exhausto abordar la tarea de recopilar información contrastada y con visos de veracidad, por lo mucho que se ha divulgado sobre el icono femenino del séptimo arte por antonomasia.
Ciertamente, para los patrones de la época, era una mujer tan cautivadora por su físico, que desbordaba una sexualidad al tiempo que inocencia, lo cual tenía un doble efecto que podría parecer incompatible: Gustaba a los hombres, pero no suscitaba celos a las mujeres.
En evocación a su adorada Jean Harlow, Marilyn destacaba por su rubio platino, tras teñir su natural castaño apelirrojado y tenía un rostro que sería retocado en la nariz y barbilla en 1949 con unos bellos ojos de azul grisáceo de los que emanaba una interesante mirada perdida de miope.
Pero sobre todo, lo que más cautivaba de ella era un cuerpo ciertamente voluptuoso que contoneaba con un andar ensayado, facilitado por un calculado recorte en uno de sus tacones.
No obstante, su belleza precisamente fue su bendición y maldición al mismo tiempo, al ser cosificada como nunca había sucedido en Hollywood con una celebridad.
Y es que la mayoría ignoraba que bajo esa capa de dulzura y picardía al mismo tiempo y esa conducta de niña traviesa atolondrada y ligera de cascos, se escondía una persona sensible y con mucho talento interpretativo, ciertamente aprovechable para otros roles distintos a los que interpretó al inició de su carrera y que la encasillaron por completo.
Es más, pese a ser considerada por los demás como la típica rubia tonta, Marilyn poseía un coeficiente intelectual muy elevado, de 165, que superaba el de personas tan celebres por su inteligencia como por ejemplo, Albert Einstein, Stephen Hawking o Bill Gates; casi nada.
No en vano y pese a no poseer estudios superiores, Marilyn era una ávida lectora, con una envidiable biblioteca de cientos de libros, entre los que destacaban el siempre complejo James Joyce, Walt Whitman , Fiodor Dostoievski e incluso nuestro Federico García Lorca.
Además, dejó escritas varias poesías de una apreciable calidad literaria ,amen de que estaba muy interesada en el arte pictórico de Goya, Frida Kahlo o Botticelli.
Ciertamamente, hoy vista, tal afición por la cultura podría parecer una pose, lo que los millennials ahora llaman postureo.
Pero nada más lejos de la realidad; aunque ciertamente no tenía que demostrar nada a los demás en cuanto a su intelecto y tan solo cultivarlo, en beneficio propio y para dar lo mejor de sí misma,téngase en cuenta que estamos hablando de los años cincuenta del pasado siglo, donde la mujer era considerada en un segundo plano y como mera ama de casa, un rol que tardaría aún en ser revisado.
Por ello, un acercamiento del sexo femenino a la intelectualidad era cuando menos extravagante y contraproducente para una celebridad como ella, en puridad superficial y materialista.
En este sentido, recomendamos la lectura de un artículo del blog, donde relatamos la vida de la bellísima Hedy Lamarr, una excepción a la regla general de Hollywood, aunque con otras circunstancias personales.
Además, con su incorporación al Actor´s Studio de Nueva York, decidió retroceder un paso para avanzar dos, ya que Marilyn se empeñó en mejorar como actriz, para poder aspirar a papeles dramáticos, infinitamente mejor considerados que los cómicos.
Y precisamente fue el influjo del matrimonio Strasberg a cargo del Actor´s Studio, lo que supuso un punto de inflexión en su vida personal y el inicio de su declive que encontró como colofón su triste fallecimiento.
En este sentido, las enseñanzas del Método Stanislavski empleadas por Lee Strasberg, se basaban en las introspección sobre las vivencias personales para mimetizarse con el personaje que se había de interpretar, recurriendo al psicoanálisis.
Y fue tras sus largas sesiones con Marianne Kris, la misma hija de Freud, Anna y sobre todo Ralph Greenson, cuando se abrió su caja de Pandora, repleta de amargos periodo sobre su vida.
Fruto de la unión de su madre Gladys y de un padre, al que nunca conocería, Norma Jeane Baker o Mortenson había nacido en 1926, el mismo año del fallecimiento de Rodolfo Valentino, con el que curiosamente, siendo adulta compartía talla de pie.
La desestructuración en su vida estuvo presente desde el primer momento, toda vez que Gladys, no podía mantenerla económicamente y al igual que la abuela de Norma, tenía graves problemas de salud mental.
Y así durante la infancia de Norma Jeane, Gladys alternaba largos periodos de estancias en hospitales psiquiátricos con otros más cortos en los que apena podía darle a su hija la atención y el cariño que se merecía.
Fue éste el motivo por el que la niña tuvo que pasar casi toda su infancia y parte de su adolescencia, viviendo con otros familiares, acogida por otras personas e incluso en orfanatos.
Y si bien nunca le faltó de nada en lo material, ella siempre fue considerada la última de la familia que la acogía, hasta el punto de tener que llevar gran parte de las labores domésticas o esperar pacientemente su turno para asearse en una bañera con agua ya tibia y sucia, tras haberla usado el resto.
Sin embargo, lo realmente traumático para una niña como Norma Jeane, tal falta de afecto verdadero, fue ser objeto de abusos sexuales cuando tenía ocho años y ser agredida sexualmente con doce.
En ambas ocasiones, los hechos fueron silenciados, al ser cometidos por varones que vivían con ella.
Ya en el instituto, Norma Jeane era consciente de que su precoz desarrollo físico empezaba a levantar pasiones en los adolescentes masculinos; en unos años lo haría el mundo entero.
Pero para llegar al estrellato fueron necesarias una serie de casualidades; en 1942, a la edad de dieciséis años, contrae matrimonio con James Dougherty, pese a no estar enamorada (el roce hace el cariño, le decían) puesto que su objetivo era abandonar una vida tan azarosa y poco estable.
Con la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, el esposo de Norma Jeane acudió a la llamada del deber militar , al igual que ella, que como tantas otras jóvenes, fueron destinadas a distintas actividades para contribuir a la causa, como trabajar en una fábrica de municiones.
Es entonces cuando despertó la atención de un fotógrafo que tomaba imágenes para revistas del ejercito; Norma Jeane tenía una especial fotogenia, enamoraba a la cámara. Había algo único en ella.
Tras su divorcio de Dougherty, su trabajo como modelo publicitario era ya inevitable y la bella joven se granjeó mucha popularidad, como pin up, hasta el punto de que el inclasificable cineasta Howard Hughes quiso contratarla, al ver su foto en la portada de una revista.
Pero ya era demasiado tarde, ya que Norma había firmado con la Twentieth Century Fox, controlada por el productor Darryl Zanuck, con quien mantendría una tensa relación profesional, en una época en lo que no resultaba fácil desligarse de las obligaciones contractuales.
Sus papeles fueron insignificantes al inicio, casi de figurante, siendo incluso eliminadas algunas escenas del montaje final, lo cual ya le supuso un enorme disgusto hasta el punto de querer quitarse la vida; no sería la última vez.
Norma Jeane ya había sido rebautizada como Marilyn Monroe, tomando el nombre de pila de una actriz de teatro (Marilyn Miller) y el apellido de su madre Gladys, que dicen que pudo ser descendiente del Presidente Norteamericano que hizo famoso el lema “america para los americanos”.
Precisamente, años atrás había sido Gladys la que, en las contadas ocasiones en las que pudo disfrutar de su hija, había inculcado en Norma su amor por un pujante arte, que conocía de primera mano, por su trabajo como cortadora y montadora de negativos.
Aparte de la malograda Jean Harlow a la que admiraba profundamente, de todas las estrellas de aquel Hollywood más clásico, adoraba a Clark Gable, cuyo característico bigote le recordaba al de un hombre que aparecía en una foto y que según Gladys, era el padre que nunca había conocido, ni conocería.
Una ya consagrada Marilyn Monroe nunca escondería su fogosidad y que había mantenido relaciones sexuales con muchos hombres, lo que hizo que desde el inicio las malas lenguas la calificaran de mujer fácil, próxima a la ninfomanía.
Pero de esa precoz liberación sexual, ciertamente sacaría partido para conseguir mejores papeles, hasta el punto de que era consciente de que al rechazar las pretensiones de algún preboste de Hollywood, otras aprovecharían la oportunidad; nos preguntamos cómo encajaría esta reflexión dentro de las proclamas del movimiento #Metoo.
Sea como fuere, gracias a su amante, el agente Johnny Hyde, pudo promocionarse hasta cotas más altas y tras su fugaz aparición en la película de los Hermanos Marx, Amor en Conserva (1949) llegarían dos papeles como secundaria, en dos films de renombre, dirigidos por dos grandes directores: La junga del asfalto, de John Houston (1949) y Eva al desnudo, de Joseph L. Mankiewicz (1950)
A partir de ahí, continuó trabajando con cineastas que dejaron su huella en la industria del cine, aunque lamentablemente su prematura muerte le impidió participar en una película del gran Alfred Hitchcock.
Tras controlar sus nervios de debutante, que se somatizaban en vómitos antes de rodar una escena, siguió perfeccionándose con clases de interpretación, baile y canto, al tiempo que su mentora, la severa Natasha Lytess, consciente de su fotogenia y magnetismo en la pantalla, tallaba un auténtico diamante en bruto, no solo para que Marilyn aprendiera a caminar como se estuviera sujeta por un hilo invisible (Cuerpo pensante) sino para que fuera modificando el agudo tono de voz, para hacerlo mucho más susurrante y sensual.
Y el esfuerzo obtuvo recompensa con papeles más significativos como los de Niebla en el Alma de Roy Ward Baker, Encuentro en la noche, de Fritz Lang y Me siento rejuvenecer , de Howard Hawks (las tres en 1952) hasta alcanzar su mayor cota hasta el momento con su intervención en Los caballeros las prefieren rubias, de nuevo con Hawks (1953) cuya glamurosa escena interpretando la canción Diamonds Are a Girl’s Best Friend, inspiraría el conocido videoclip de Madona, Material Girl.
Cierto es que en ese momento, la aparición del famoso calendario de desnudos Goldem Dream pudo arruinar su carrera, pero tuvo el efecto contrario ya que una muy sincera actriz, reconoció que había tenido que posar años atrás en 1949, como Dios la trajo al mundo, por solo cincuenta dólares, ya que apenas tenía para comer.
Hugh Hefner obtendría muchísimo más, cuando apareció en la portada del primer número de la revista Play boy, sin que ella viera un solo centavo.
Sin embargo, Marilyn, que se sentía maltratada económicamente en cuanto al salario que percibía (cincuenta mil dólares anuales, una miseria comparada con los pingües beneficios que reportaba para la Fox) deseaba ofrecer al público mucho más de su talento, lejos de los papeles de mujer florero que interpretaba.
Precisamente fue Como casarse con un millonario, de Jean Negulesco (1953) una de las gotas que colmaron el vaso de su paciencia, donde volvía a interpretar a una joven de poco cerebro, y que atraía a los hombres, solo por su físico.
En 1954 se estrenaron otras dos conocidas películas en las que ya se veía cierto desencanto por su parte , Rio sin retorno,de Otto Preminger y Niágara, de Henry Hathaway, siendo ésta,donde se hizo famoso su peculiar y sensual contoneo.
Pero además ese fue el año de su segundo matrimonio, tras su enlace con Joe DiMaggio, el más famoso jugador de beisbol, que como sabemos siempre ha sido el deporte preferido por los norteamericanos.
No obstante, el matrimonio ni siquiera llegaría al año, ya que el ya ex jugador de los New York Yankees era un hombre demasiado aburrido para Marilyn y en exceso celoso.
En cuanto que hombre chapado a la antigua y muy casero, su flamante esposo no era nada amigo de la farándula con la que su famosa esposa debía codearse para mantener su status.
Pero además Di Maggio no soportaba verla tan escotada en sus apariciones públicas, sin que tampoco ayudara el que ella se ofreciera a cantar tan exuberante como era, para miles de soldados que participaron en la guerra de Corea.
En suma, eran como agua y aceite.
La magnitud de la imagen de Marilyn se materializaría en un gigantesco cartel de veinte metros que fue colocado en un edificio de Nueva York, para promocionar La tentación vive arriba, de Billy Wilder (1955) cuya escena de su falda levantada por el aire de una boca de metro ya ha pasado a la historia del cine.
Al parecer, el rodaje de la famosa escena se hizo delante de mil quinientas personas y ciento cincuenta fotógrafos, en su mayoría hombres, que la vitoreaban, lo que hizo que Di Maggio evidenciara su ira, marchándose indignado.
El divorcio era ya inminente y Marilyn alegró crueldad de su esposo, pese a que nunca se demostró que existieran maltratos físicos.
Lo cierto es que la actriz, que reconocía que Di Maggio era un fantástico amante, siempre quedaría unido a su ex por una gran amistad, hasta el punto de que fue una de las pocas personas en las que se apoyó en sus horas más bajas.
Pero pese a su indiscutible éxito, la cautivadora sonrisa que jamás desaparecía de su rostro, al ser asediada por los fans y medios de comunicación, ocultaba una tristeza que la destruía por dentro.
Volvemos ahora al momento que adelántabamos al inicio: su decisión de trasladarse de California a Nueva York, para pasar más desapercibida y dedicar más tiempo a mejorar como actriz, en aras de aspirar a papeles dramáticos, consciente de que ya lo había dado todo, como mera actriz de comedia.
Allí, en la gran manzana, Marilyn inició una nueva vida, llegando integrarse en la familia de su fotógrafo de cabecera Milton Greene, que sería a la postre el que la inmortalizaría con las imágenes más naturales y bellas.
Green también la ayudó a fundar su propia compañía, la MM Productions, algo ciertamente insólito en la industria del cine, en aras de poder elegir guión y director, sin verse mediatizada por nadie.
Pero además, ajena a la superficialidad y materialismo de Hollywood, en Nueva York se codeó con otras personalidades famosas por su intelectualidad como Truman Capote o Arthur Miller, su tercer y último esposo.
Marilyn se enamoró profundamente del dramaturgo, muy reputado por obras como Muerte de un viajante o El crisol ( Las brujas de Salem) de la que tuvimos oportunidad de hablar en el blog, como metáfora de la persecución que en Hollywood sufrieron actores, directores y guionistas por sus ideas comunistas.
Por Miller se convirtió al judaísmo y aún llama la atención verlos en distintas apariciones públicas en la que una embelesada Marlyin parece derretirse por un serio y frío Miller.
Pero la propia celebración del matrimonio en 1956 ya vino asociada a un dramático suceso, como presagio de las desgracias que vendrían después, cuando poco antes de ser anunciado a los medios, una mujer periodista que viajaba en un vehículo que los seguía a toda velocidad por la carretera, perdió la vida tras sufrir un aparatoso accidente.
Y si bien la procesión debe ir por dentro, es fácil comprobar a un silente Miller, que se mantiene impávido durante su comparecencia a los medios, mientras una ausente Marilyn contesta a las preguntas con dificultad, con su mente puesta en las crudas imágenes que acaba de presenciar, pocos minutos antes.
Tras participar en Bus Stop, de Joshua Logan (1956) y una de sus favoritas, la actriz se enfrentó a un enorme reto con su siguiente película, El Príncipe y la corista (1957) para compartir planos con el que iba a ser protagonista masculino y a la sazón director del film, una eminencia en el séptimo arte, Sir Laurence Olivier.
En 2011 se estrenó la referida Mi semana con Marilyn, interpretada por Michelle Williams y Kenneth Branagh en los papeles de Monroe y Olivier, donde se narra todo el periplo de desencuentros durante el rodaje en Inglaterra.
La actriz que padecía insomnio crónico, y unas dolorosas menstruaciones, casi siempre se sentía indispuesta y ya evidenciaba síntomas de personalidad bipolar, paranoide y adictiva.
Y cual montaña rusa, Marilyn era imprevisible, máxime si tenemos en cuenta su recurrente costumbre de beber champán, lo que agravaba aún más su situación.
Pero además, la actriz sufrió una gran depresión tras encontrar un cuaderno con anotaciones manuscritas de su esposo, donde Arthur Miller reflexionaba amargamente sobre su matrimonio.
Como consecuencia de todo ello, el día que Marilyn no acudía al plató por encontrarse de resaca , enferma o depresiva, acudía con enorme retraso y siempre acompañada de su asesora de interpretación, Paula Strasberg, que había recogido el testigo de Natasha Lytess y que como ella, exasperaba a los directores por el enorme poder que ejercía sobre Marilyln
Y para un actor tan soberbio y serio como Olivier, que además odiaba el método del Actor´s Studio, el nefasto comportamiento de su compañera , a la que además debía dirigir, terminó por agotar su paciencia, hasta el punto de criticarla duramente delante de todos y incluso ridiculizarla cuando una atascada Marilyn no recordaba las frases o no entendía como debía encarnar a su personaje, buscando con la mirada a Paula Strasberg.
“Lo único que tienes que hacer es mostrarte sexy, querida” le espetó Olivier.
Un dardo envenenado para una actriz que no pretendía encasillarse y que veía como los demás la seguían cosificando.
Pese a todo, la película fue muy bien considerada por la crítica y la carrera de la artista parecía mantenerse en todo lo alto.
Marilyn, sumida en continuas contradicciones, volvió a interpretar un rol de comedia en la que sería una de sus películas más recordadas, Con faldas y a lo loco, de Billy Wilder (1959) donde, estando embarazada de unos meses, su ya clásico contoneo volvía locos a la pareja de protagonistas, interpretados por unos travestidos Tony Curtis y Jack Lemmon.
Como venía siendo frecuente, volvieron a sufrir los habituales retrasos de la actriz , que una vez en el plató, por culpa de sus problemas de memoria, obligaría a repetir infinidad de veces fáciles y breves escenas, lo que hizo desesperar a todo el equipo.
Billy Wylder calificaría el rodaje como la experiencia más traumática de su vida, hasta el punto de bromear con un comentario que por entonces podía causar carcajadas, pero que ahora resultaría inconcebible.
“Después de estar con ella, me dan ganas de volver a casa y pegar a mi mujer”.
“Jódete” le dijo Marilyn por teléfono a Wylder, cuando se enteró que no había sido invitada a una fiesta organizada por los que habían intervenido en el film.
De todos es también recordado como una pizpireta actriz respondía con su cándida voz a los comentarios de Tony Curtis sobre que besarla era como besar a Hitler: “se sentía celoso porque mis conjuntos era más bonitos que los suyos”
Pese a ello, la película no solo se pudo salvar, sino que es considerada como una obra maestra dentro su género y de nuevo, Marilyn, a ojos de todos conservaba su status de indiscutible estrella.
Pero en 1960, la fallida película El multimillonario, de George Cukor no hizo más que abrir otra grieta en un quebrado matrimonio.
Así, tras su idilio con su pareja en el film, Yves Montand, se distanció aún más de Miller, en un periodo en el que Marilyn ya había sufrido varios abortos, y había sido ingresada en una clínica psiquiátrica, tras haber intentado quitarse la vida ingiriendo pastillas.
En ese año, también se produjo otra película en la que esta vez sí, la actriz daría rienda suelta a su talento interpretativo, alejado de su clásico rol de rubia tonta,Vidas rebeldes, de John Houston.
Era aquel un drama que rezumaba muerte y desolación donde destacaba su un trío protagonista.
Y así, una inestable Marilyn Monroe, un veterano Clark Gable y un decadente Montgomery Clift, ofrecieron lo mejor de sí mismos en una amarga historia, cuyo guión era precisamente de Arthur Miller y que fue visto como un trasunto del desgarro emocional de su propia esposa.
Nuevamente, una de cal y otra de arena, que agudizaban el trastorno bipolar que padecía Marilyn, en el transcurso de un rodaje con un calor infernal.
Por un lado, se sentía encantada al poder trabajar con el que había sido su referencia como artista, el Rey de Hollywood, al que hubiera querido tener como padre.
Pero por otra tenía que sobrellevar compartir rodaje con un distante Miller y un arisco Houston, que tampoco soportaba el Método de Lee Strasberg y que la vejaba por sistema delante del resto, cuando Houston aún no se había recuperado de una de sus habituales borracheras.
Durante el rodaje Marilyn volvería a colapsar y tuvo que ser ingresada en una clínica psiquiátrica, lo que supuso una experiencia traumática para ella.
Pero la debacle llegaría en 1962, tras el tercer divorcio de Marilyn, con un nuevo descenso a los infiernos de la depresión, intento de suicidio y nuevo ingreso en una clínica.
La Twentieth Century Fox, estaba al borde de la ruina económica por culpa del rodaje de la monumental Cleopatra, y no se podía permitir errar el siguiente tiro; necesitaba un éxito en taquilla.
La idea era apostar por producir Something’s got to give, una nueva comedia para Marilyn, otra vez de la mano de George Cukor, con Cyd Charisse y Dean Martin, como compañeros de reparto.
Pero volvieron las incomparecencias y los retrasos , sin que las excusas de la actriz parecieran ya razonables. Nadie sospechaba lo que acontecería meses después.
Además, con enorme desfachatez o víctima de su enfermedad, sin importarle lo más mínimo su compromiso contractual y con una evidente falta de respeto hacia sus compañeros, dejó de rodar durante una jornada para acudir a Nueva York a celebrar el cumpleaños del Presidente Kennedy (JFK) con ocasión de un evento celebrado por el partido demócrata en el Madison Square Garden.
La escena es de todos conocida; tras ser llamada al escenario varias veces, una tardona Marilyn apareció, sensual y voluptuosa, pero también atolondrada, como siempre y con un ciertamente patético, a la par que adorable “Happy Birthday, Mister President” dejo unos momentos que ya forman parte de la historia.
Pero su descontrol en el rodaje era ya más que preocupante, hasta el punto que todos se llevaron las manos a la cabeza cuando contemplaron su cuerpo desnudo, mientras rodaba bañándose en la piscina, en una escena en la que la actriz debía estar tapada bajo el agua.
Las perdidas por culpa de sus retrasos empezaban a ser considerables y la Fox decidió inicialmente suspender el rodaje y luego cancelarlo definitivamente, despidiendo al resto del equipo.
Cukor, desesperado por la indolencia de Marilyn y la presencia de su inseparable Paula Strasberg, filtró su desencanto a Hedda Hooper , cronista oficial de Hollywood y una periodista con la que convenía llevarse bien para no ser machacado públicamente.
Tras la publicación de Hooper, a ojos de todos, la carrera de Marilyn estaba acabada, ya que ningún estudio se iba ya arriesgar a contratar a una consentida celebridad, cuya falta de profesionalidad era ya incuestionable.
Pero en un último esfuerzo de Marilyn para recuperar la autoestima y reputación en Hollywood, tras una serie de calculadas sesiones fotográficas y entrevistas con la prensa, la actriz forzó a la productora para que se reanudara la película, con una condición a cambio de que su inseparable Paula Strasberg no la acompañara: Cukor debería ser reemplazado por otro Jean Negulesco.
Por entonces, Marilyn se sometía a largas sesiones de psicoterapia con el doctor Ralph Greenson, que ya la tenía como única paciente en exclusiva y que incluso había intermediado con el estudio para reconsiderar su postura.
Parecía que todo invitaba a que Marilyn volvería a ser la que era. pero todo aquello era solo un espejismo, una capa de maquillaje que muy pronto iba a desaparecer.
Su conducta era cada vez más errática, sus borracheras más evidentes y no fueron pocas las denuncias por escándalo público tras ser vista en la calle, practicando sexo con desconocidos.
La madrugada del 4 de agosto de 1962 se cerraron los bellos ojos de una estrella fugaz, que como tal, brilló con intensidad durante escaso tiempo. Solo tenía treinta y seis años.
La versión oficial apunta a que una llamada telefónica de la actriz alertó a su amigo, el actor Peter Lawford, a la sazón cuñado de JFK, por estar casado con su hermana.
Como decíamos antes, aparte de su afición por el alcohol, era propensa al consumo de varias pastillas, unas como sedantes para vencer el insomnio y otras como excitantes para reactivarse, algo desgraciadamente frecuente en celebridades con la vida descontrolada y que estaban contractualmente obligadas a rendir delante de una cámara o asistir a eventos promocionales o publicitarios.
Marilyn quizás pudo pedir auxilio tras una ingesta desorbitada de pastillas, para llamar la atención por enésima vez, y puede que se arrepintiese, cuando ya era demasiado tarde.
Su cuerpo sin vida fue hallado por su ama de llaves y pronto se confirmaría que había fallecido por un “probable suicidio” tras ingerir Nembutal.
Pero con el tiempo surgirían otros detalles de la autopsia menos agradables para los fans, como muestra de la crueldad y la falta de tacto de los medios de comunicación.
Según parece, su aspecto era el de una persona envejecida para tener solo treinta y seis años, se servía de dentadura, estaba sin depilar y con escasez de higiene (algo muy frecuente en personas con depresión) y utilizaba prótesis mamarias para ensalzar unos pechos que no eran tan prominentes como pudiera parecer, lo cual ya no debería sorprender a nadie tras la publicación de sus fotos posando desnuda para el famoso calendario de 1949.
Pero daba absolutamente igual, todos habían sido testigos de su inconmensurable belleza en la pantalla.
El funeral se celebró en la intimidad, organizado por Joe Di Maggio, que se negó a invitar a la flor y nata de Hollywood y que acepto que fueran los Strasberg y su psiquiatra, a regañadientes.
Pero como siempre sucede con los mitos de Hollywood que pierden la vida en circunstancias no del todo aclaradas (la postura del cuerpo no era natural, el estado de la habitación parecía artificial, desaparecieron el registro de llamadas telefónicas y muestras del cuerpo que habían sido enviadas para su análisis, y su ama de llames dio varias versiones contradictorias sobre lo sucedido) que las especulaciones sobre su muerte no tardaron en llegar.
Y ciertamente, los datos que han trascendido apuntan a que puede haber gato encerrado, como suele decirse, sobre todo si nos situamos en el contexto existente en aquel momento, con una guerra fría en plena ebullición y con unos Kennedy en el punto de mira del F.B.I, la C.I.A y la Mafia, tras haber fracasado en su intento de derrocar a Fidel Castro en la ridícula operación en Bahía de Cochinos.
Pero además, el hecho de que después del fallecimiento de Marilyn, tanto JFK como su hermano Bobby (BFK) fueran asesinados en extrañas circunstancias, no hace más que alimentar las tesis sobre conspiraciones, que visto lo visto, ciertamente pueden parecer plausibles.
Ya tuvimos oportunidad de hablar del patriarca Joe Kennedy en otra publicación del blog
Joe se había hecho de oro, durante la época de la Ley seca y desde aquel momento sus contactos con la Mafia eran más que evidentes, hasta el punto de que se sospechaba que habían ayudado a que su hijo accediera a la presidencia, tras manipular los resultados electorales.
Sea como fuere, JFK, nombró como Fiscal General del Estado a su hermano BFK, que ya desde hacía tiempo tenía entre ceja y ceja al sindicato de camioneros liderados por Jimmy Hoffa y al jefe de los capos mafiosos, Sam Giancana.
La elección de BFK constituyó un verdadero mazazo para la Mafia, sin que Joe Kennedy, por entonces postrado en una silla de ruedas y sin apenas poder articular palabra, pudiera tener ya la mínima influencia sobre sus hijos.
Y Marilyn ciertamente pudo estar en medio de todo ello, por el hecho de que muchas fuentes apuntan a que compartió cama con ambos hermanos y sus vínculos con la Mafia eran más que evidentes.
Según parece, Marilyn ya había conocido a JFK a mediados de los cincuenta, con el que quizás tuvo un idilio, lo cual no es de extrañar, vista la fogosidad de ambos.
No obstante, sería tras el famoso evento en el Madison Square Garden, cuando el que se rendiría a sus encantos sería su hermano BFK.
Pero además, como decimos, un papel fundamental lo pudo jugar Frank Sinatra, nexo de todo lo anterior y que parecía estar en todas las salsas, como Marilyn
Dados sus conocidos vínculos con la Mafia al más alto nivel, cada cierto tiempo se reunía con miembros más relevantes, como el citado Giancana, tras su espectáculo con su clan Rat pack, del que precisamente también formaba parte el cuñado de los Kennedy, Peter Lawford, quien a su vez había presentado a Marilyn a JFK.
En este sentido, no fueron pocas las veces que todos ellos se alojaron en el Hotel Casino Cal Neva Lodge, propiedad de Frank Sinatra y donde las juergas eran más que legendarias.
Según parece, pocos días antes de su muerte, una descontrolada Marilyn, cansada de ser utilizada por unos y otros, amenazaba con acudir a los medios, no solo para contar su romance con los Kennedy, sino para filtrar el contenido de un diario donde supuestamente lo había anotado todo y cuya portada era de color rojo: el famoso diario rojo de Marilyn Monroe que nunca apareció.
Conscientes de que aquello podría arruinar la carrera de JFK, tanto su hermano BFK, acompañado de sus guardaespaldas como Peter Lawford habrían acudido a su casa, para intentar tranquilizarla y que les entregara el diario.
Viéndose aún más presionada, Marilyn habría reaccionado fuera de sí, motivo por el que los guardaespaldas tuvieron que sedarla mediante una inyección, sin controlar la dosis adecuada, lo que impidió su posterior reanimación.
Algunos sostienen que también pudo estar detrás el propio FBI, que la tenía entre sus objetivos a Marilyn, como posible espía que facilitaba información a la Unión Soviética, al tiempo de su relación con tres comunistas declarados, Arthur Miller , Yves Montand y su última pareja conocida, el guionista mexicano José Bolaños.
Y para que no revelase datos que podían afectar a la seguridad nacional, en concreto los supuestos planes para asesinar a Fidel Castro, visto su inestable e imprevisible comportamiento habría que tapar su boca para siempre.
En suma, verdades a medias, falacias, rumores o palabrerías en torno a un icono del Siglo XX, que de la mano de Andy Warhol ya formaría parte de nuestra cultura pop.
En su haber de premios, seis tan solo, entre los que destaca su Globo de Oro por papel en Con faldas a lo loco, lo cual no desmerece su trayectoria como actriz, toda vez que la comedia nunca ha sido el género mejor considerado para la Academia.
Pero más allá de su faceta como artista del celuloide, en una época en la que las desigualdades sociales eran más que manifiestas, como demostración de su bondad como persona, se mostró ciertamente sensibilizada con los más vulnerables y con el respeto de los derechos civiles.
Y es que sea o no cierto su relación sentimental con el hermano de JFK, lo cierto es que les unió una gran amistad, y dicen que fue Marilyn la que más le insistió para que en su calidad de Fiscal General del Estado, denunciara la penosa situación que estaba atravesando la población afroamericana.
Años atrás, ella ya había dado muestras de su solidaridad y ausencia de prejuicios, cuando, tras conocer en 1955 que el dueño del Mocambo, local de jazz favorito para las estrellas en Los Ángeles, se mantenía en sus trece de no querer contratar a Ella Fitgerald por el color de su piel, una simple llamada sirvió para convencerlo, prometiendo que cada vez que la cantante interviniese, ella estaría en primera fila para verla actuar.
En el imaginario colectivo siempre nos quedará su resplandeciente belleza, pero tal y como hemos visto , detrás de la fachada se escondía una persona muy sensible, con los sentimientos a flor de piel y dotada de una apreciable inteligencia.
Estaremos muy atentos al estreno de Blonde, biopic que interpreta Ana de Armas.
Hasta la fecha, aparte de Mi semana con Marilyn, cabe destacar la película de 1996 Norma Jean & Marilyn para la cadena HBO, en la que dos bellas actrices en el mejor momento de su carrera, Ashley Judd y Mira Sorvino (ahora en pleno declive) encarnan a una misma persona, en dos fases muy importantes de su vida.
En una ocasión, Marilyn confesó a la prensa que dormía desnuda y que tan solo se ponía el perfume Chanel número cinco.
“¿Nada más?” le preguntaron. “Bueno, sí, también me pongo la radio”, respondió con su cadencia habitual, una extraña miscelánea de inocencia y perversidad.
Genio y figura. Nunca habrá nadie como ella en una pantalla de cine.