Tardaríamos horas en describir el papel que el lobo ha tenido a lo largo de la historia, en cuanto a su incidencia en nuestro acervo popular, cultural y mitológico.
En este sentido, su presencia, demonizándolo, ha sido recurrente en la literatura y más específicamente en los relatos infantiles y de terror, entre los cuales ha encontrado acomodo una peculiar simbiosis y miscelánea con el hombre, como ejemplo de la maldición y condena.
Sin embargo, a diferencia de su domesticado primo canino, el lobo se trata de un animal que siempre se ha mantenido a una distancia más que prudencial del hombre, mucho más depredador que él y que no siempre mata por pura necesidad alimenticia, como es su caso.
Y pese a que se nos ha educado para temer a los lobos, no cabe duda que también sentimos una gran fascinación por estos “hijos de la noche”, como los bautizó el Conde Drácula en la inmortal (como él) obra de Bram Stoker, dado su recelo a ser domesticados, su vinculo afectivo con el resto de la manada y su querencia a la noche y en especial a la luna ,algo que se corresponde con la leyenda más que con la realidad, porque los lobos aúllan para comunicarse a distancia, ya sea de noche o de día.
Pues bien, al margen de esta poética contemplación, no cabe duda que el lobo siempre ha constituido un problema para quienes cuentan con ganadería extensiva (esto es, la que aprovecha pastos, prados, pastizales y hierbas en una extensión grande de terreno) que se ve indefensa ante estos animales carnívoros, cuya fiereza y tino genera pérdidas económicas para su propietarios.
Y es que, salvo que sacien su necesidad y la de sus lobeznos con la carroña o la caza de otros herbívoros, para su supervivencia, la matanza de ganado se antoja como alternativa plausible, pese a los evidentes riesgos, si bien al actuar en grupo suele garantizarse el éxito de una sangrienta acometida ante la que el ganadero no le queda más remedio que defenderse.
Y es aquí donde se colisiona indefectiblemente con los intereses ecologistas, en defensa de la naturaleza, y que en el caso de España han encontrado un espaldarazo más que significativo el pasado mes de septiembre, si bien, como veremos, nunca llueve a gusto de todos.
Si hay un programa divulgativo de televisión que marcó a muchos españoles durante los primeros años de la Transición ese fue El hombre y la tierra, presentado y dirigido por el siempre añorado Félix Rodríguez de la Fuente.
Gracias a su denodado esfuerzo y dedicación, que a la postre le costaría la vida en Alaska en 1980, todos tuvimos la oportunidad de sentirnos más cercanos a una naturaleza que los más cosmopolitas desconocían en una España en la que paulatinamente se vaciaban las zonas rurales.
Pues bien, algunos recordarán que de forma extraordinaria y dado el éxito obtenido, se emitió por segunda vez un episodio que había impactado a los televidentes, tras su primera emisión, el relativo al Lobo ibérico.
Al respecto, somos muchos los que, como niños, quedamos sobrecogidos con un comienzo de aquel episodio, casi de película del fantaterror de Paul Naschy, al escucharse los coros y la música del gran Antón García Abril,mientras los lobos aúllan y corren, dispuestos para el ataque al rebaño y cuando el angustiado pastor, cayado en mano, anunciaba su presencia a gritos: “El lobo, el lobo…el lobooo!”.
Pero luego también nos emocionamos al ver como la loba trataba inútilmente de salvar a todas sus crías del hostigamiento de los cazadores; entierra a la que ha muerto, pero ellos se llevan al resto de la manada que tendrá el peor de los destinos.
Más allá de que los episodios de El hombre y la tierra estaban ciertamente dramatizados, cuando no falseados en cuanto a la supuesta libertad de los animales que aparecían, lo cierto es que la serie caló entre una población que demandó cambios importantes legislativos para la defensa de nuestro bien más preciado y perecedero, la naturaleza, dentro de la que el lobo ibérico, al igual que el lince o el urogayo, estaba y está ciertamente amenazado.
No en vano, la población del canis lupus signatus en aquel momento (1977) se reducía a medio millar de ejemplares tras los devastadores efectos de una legislación sobre alimañas de 1953, que para combatir la hambruna de la postguerra posibilitó que se diezmara a la población lobuna, siendo recurrente el uso de cepos y veneno, amén de las batidas de cazadores, para darles muerte y obtener una compensación económica.
En la actualidad se calcula la existencia de algo menos de tres mil ejemplares de lobo ibérico, repartidos en casi trescientas manadas por todo el territorio nacional, si bien los registros realizados a través de iniciativas privadas para su conservación, se han venido cuidando de evitar indicar su exacta ubicación para evitar indeseables tentaciones.
Si hay una asociación combativa en España en la defensa del lobo ibérico esa es Lobo Marley, que se ha visto inmersa en varios litigios como acusación por delitos contra la fauna, pero también han sido acusados algunos de sus miembros, a los que se ha acusado de actos “ecoterroristas” por dañar casetas que constituyen puesto fijo de caza y observación de fauna, habiendo resuelto de forma dispar los tribuanles, absolviendo en algunos supuestos y condenando en otros.
Sí que parece relevante apuntar que uno de los argumentos que se esgrimen en su defensa letrada es que concurría la eximente completa de estado de necesidad, pues la defensa del medio ambiente justificaría los actos realizados.
En este sentido, se rechaza tal posibilidad la sentencia de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Zamora de 7 de diciembre de 2016:
“ la apreciación de esta circunstancia exige que el mal que se pretende evitar sea real, grave y actual o inminente, y también la comprobación de que el agente haya agotado todos los medios alternativos lícitos para soslayar ese mal antes de acudir a la vía delictiva, de tal manera que, fracasados aquéllos, no quepa otra posibilidad humanamente razonable que el delito, pues a nadie se le puede exigir la heroicidad o el martirio en este ámbito.
Pues bien, se podría considerar que hay proporcionalidad entre causar un daño en un bien patrimonial si con ello se consigue proteger el medio ambiente, como bien superior al patrimonio privado de una persona.
Ahora bien no se justifica la necesidad de destruir una caseta de espera construida para la caza de un lobo mediante la realización de resguardos o esperas autorizada por la Junta de Castilla y León durante un tiempo determinado, a un solo cazador, durante las horas del día y mediante la colocación de puestos fijos de aguardos, pues ni se ha recurrido la resolución administrativa que concede la autorización ni se denunciaron infracciones administrativas a la Ley de Caza de Castilla y León, ni consta que se hubiera abierto expediente administrativo a la persona autorizada por incumplimiento de las condiciones impuestas en la concesión de la caza del lobo”.
Tampoco han sido pocos los ganaderos que han tratado de engañar a la Administración y no es de extrañar que se incoaran diligencias penales por supuestos delitos de estafa y falsedad al tratar de hacer pasar “gato por liebre” atribuyendo el ataque de lobos a su ganado, perecido mucho antes, o tratar de cobrar dos veces por el mismo “siniestro”.
E igualmente, salvo que se demuestre fehacientemente con pruebas de ADN, no cabe descartarse que muchos de los ataques que sufren los rebaños provengan de perros asilvestrados y no de lobos.
Sea como fuere, lo que resulta un acto de vandalismo y una demostración del salvajismo que atesoran algunos que no caminan a cuatro patas precisamente, es el hecho de que en ocasiones aparezcan expuestas las cabezas de varios lobos que han sido vilmente degollados hasta la decapitación.
Llegados a este punto, por su trascendencia parece obligado referirse a la modificación del Anexo del Real Decreto 139/2011, de 4 de febrero, para el desarrollo del Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial y del Catálogo Español de Especies Amenazadas, que incluye al lobo ibérico, dada la importancia de la especie como patrimonio cultural, científico, así como por los servicios ambientales que produce la presencia de este carnívoro en los ecosistemas.
Así lo ha dispuesto el Ministerio para la transición ecológica y el reto demográfico , vamos, el Ministerio de medio ambiente de toda la vida, que también son ganas de poner nombres rimbombantes a todo….
Y la consecuencia inmediata es que se prohíbe su caza en todo el territorio nacional, si bien se podrán aplicar medidas de extracción y captura de ejemplares que cuenten con una autorización administrativa que se conceda por la autoridad competente de la Comunidad Autónoma, siempre que:
- no exista otra solución satisfactoria, esto es cuando se haya demostrado que se han aplicado adecuadamente por parte de las explotaciones afectadas medidas preventivas o de protección del ganado, y estas hayan resultado ineficaces, teniendo para ello en cuenta el catálogo de medidas de protección del ganado ante eventos de depredación del lobo publicado por el Ministerio, así como otras medidas de protección que hayan sido previamente valoradas favorablemente por la comunidad autónoma o para las cuales se disponga de evidencia científica sobre su efectividad.
-se justifique con el mejor conocimiento disponible que la medida de extracción y captura de ejemplares no afecta negativamente al estado de conservación favorable de la especie.
-se justifique la existencia de perjuicios importantes para el ganado en las explotaciones afectadas, atendiendo a posibles daños recurrentes o significativos.
Una situación que ya estaba contemplada al sur del Duero, dado que el lobo ibérico solo podía ser capturado con permisos especiales y siempre que hubiese episodios demostrados de conflictividad con el ganado.
Lógicamente el caballo de batalla está en la consabida autorización para poder permitir esa excepcional batida, que si bien antes se presentaba como un trámite razonablemente asequible, ahora se puede ver enmarañado y ralentizado, mientras que el ganado es acribillado.
La reforma ha salido adelante gracias a la Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo Ibérico (Ascel) que tras la publicación en el B.O.E. de la reforma con una moderada satisfacción, hablaba en su página de Facebook, de “hito sin precedentes, pero con sombras y amenazas que disiparemos” y
“Gran paso adelante, pero insuficiente”.
En este sentido, dicha Asociación continuará peleando para que más allá de su inclusión en un listado, lo sea en un catálogo, lo que blindaría aún más jurídicamente a una especie, que según su criterio solo da muerte a un uno por ciento de una ganadería, cuyas pérdidas ya están sobradamente cubiertas por las ayudas públicas.
¿Y qué supone esto para quien infrinja esta nueva reglamentación de preservación del lobo ibérico?
Pues que si el cazador o ganadero afectado tiene la enorme suerte de ser absuelto por un delito previsto en el artículo 334 del código penal (penado con hasta dos años de prisión) tiene grandes papeletas para enfrentarse a cuantiosas multas, al haber infringido la normativa administrativa sancionadora.
Más allá de la incomodidad de aquellos cazadores que por deporte pudieran pretender un trofeo tan preciado para ellos y para fardar delante de sus amigos (lo cual a nuestro juicio constituye una salvajada sin paliativos) son las principales asociaciones rurales y ganaderas las que verdaderamente se han puesto en pie de guerra, ya que entienden que no se ha contado con ellos, no se ha resuelto en base a meras razones de protección de la naturaleza y sí en base a criterios urbanitas que castiga a la España despoblada
Pero en esta lucha no están solos y sus aliados no son moco de lobo, si se me permite la ocurrencia.
Lo decimos porque los gobiernos de Galicia, Asturias, Castilla y León y Cantabria, en cuanto comunidades autónomas más afectadas, también han decidido recurrir ante la Sala de lo contencioso administrativo de la Audiencia Nacional, reclamando la suspensión cautelar de la inclusión del lobo como especie no cinegética en todo el territorio nacional hasta que se dicte sentencia.
Podría llamar la atención que dichas Comunidades tienen un variopinto signo político; Y así, en Galicia gobierna el Partido Popular en solitario, éste lo hace junto con Ciudadanos en Castilla y León, mientras que en Cantabria gobiernan el Partido Regionalista junto al PSOE, y en Asturias éste último en solitario.
Y es que, cuando hablamos de lo que realmente interesa, la cercanía, la política se ve alejada de dogmas y adoctrinamientos impuestos desde Madrid.
No obstante, lo llamativo es que Comunidades que o no tienen lobo o su población es insignificante, en vez de abstenerse, hayan votado a favor de la medida, como es el caso de Canarias, Baleares o Melilla.
Desde luego que propuestas hay y habrá siempre, aunque todas parten de una premisa: la insuficiencia de dotaciones económicas.
Lógicamente, de contar con ayudas suficientes, un pastor podría disponer con una cohorte de mastines que defendieran el rebaño o con inexpugnables vallados que circundaran sus terrenos, pero a día de hoy, más que a quimera, esto suena a chiste sin gracia,por lo inviable.
Ciertamente aún es pronto para aventurar lo que sucederá en el orden de la supuesta responsabilidad patrimonial de la Administración, tras los ataques de los lobos.
Hasta la fecha, toda vez que al Sur del Duero la protección se entendía extrema (como ahora se plantea para todo el territorio nacional) se venía acogiendo el criterio de que en cuanto especie no susceptible de actividad cinegética, el nivel de protección e intervención que han de ser exigibles a la Administración implica que para los daños que se causen por parte de los lobos, le es de aplicación el régimen de responsabilidad patrimonial del artículo 106.2 de la Constitución, lo que implica que hayan de ser indemnizados los ganaderos,en cuanto que perjudicados.
Este criterio ha sido recientemente consolidado por el Tribunal Supremo en sentencias de 2 de diciembre de 2019 y de 11 de febrero de 2020.
Quizás por ahí, vayan los tiros ( permítanme los ecologistas la expresión) esto es, por el temor de las Administraciones norteñas ante el aluvión de reclamaciones que por esa vía se avecinan.
De momento, tras la citada reforma el Gobierno ha traslado a las partes en conflicto un borrador con la Estrategia del lobo que intenta poner el foco en algo tan complejo como la coexistencia entre la especie y la ganadería extensiva.
Y para ello incluye la creación de un registro nacional de expedientes de daños de lobo, la propuesta de elaborar unas directrices comunes de intervención y/o extracción de individuos con carácter excepcional, cuando se cumplan las condiciones establecidas en la normativa de aplicación, para aquellas situaciones con reiterados casos de depredación que hayan sufrido explotaciones dotadas con medidas de protección del ganado apropiados o la creación de un programa nacional de radiomarcaje de ejemplares, con el que se podrán establecer indicadores eficientes sobre las amenazas y evolución de la especie, como el seguimiento de la distribución y evolución de las poblaciones o la incidencia del furtivismo.
A tales efectos impulsará el establecimiento de mesas sectoriales de diálogo sobre el lobo a nivel nacional y autonómico, integradas por las administraciones concernidas, con participación de expertos, naturalistas, ONG, profesionales de la ganadería en extensivo, personal técnico, ayuntamientos, sector de la ciencia, administraciones y profesionales del turismo.
Por tender la mano, o la pata, que no quede.
Parece que va por buen camino la agenda progresista, como tanto le gusta llamar al maquiavélico Pedro Sánchez y uno, cual alma de cántaro, se pregunta si el siguiente cometido será abolir las sangrientas corridas de toros. ¿Dónde hay que firmar?
Pero, superada esa instantánea inocencia, es lógico pensar mal y preguntarse:
¿Demasiados intereses económicos en juego quizás, como para descontentar a un amplio sector de la población que vive y/o enriquece de ello?
¿Se perderían demasiados votos, muchos más numerosos que los del colectivo de ganaderos cabreados?
El tiempo lo dirá, pero precisamente, eso es lo que no tenemos,tiempo, puesto que ya que hemos perdido demasiado.
Por ello, siempre debemos tener muy presente el nombre de aquel mítico programa de Rodríguez de la Fuente.
Y es que el Hombre y la Tierra, pese a sus insalvables diferencias, han de ir cogidos de la mano y con respeto mutuo; de lo contrario, ambos fenecerán.
A diferencia de la Tierra, que solo obedece a sus propias leyes naturales, en muchas ocasiones del todo imprevisibles (la erupción del volcán de La Palma es el ejemplo más reciente) el hombre cuenta con la ventaja del raciocinio y con la negativa experiencia acumulada, para poder discernir qué es lo que debe hacer y qué lo que debe evitar.
De lo contrario no perderá vigencia aquello que también se decía al comienzo de otro programa de la misma época y que es una verdad como un templo: “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”.
Por ello, si no se preserva la naturaleza como merece, quizás antes de un siglo quienes se lamenten aullando a la luna, no serán solo los lobos, sino nuestros descendientes.