Como aficionados al deporte en general y al fútbol en particular, siempre hemos comprobado que, como todo en la vida, la carrera de determinados jugadores de primer nivel, algunos elevados a la categoría de estrellas, resulta finita.
Precisamente hace escasas fechas anunciaba su retirada del fútbol Gerard Piqué, uno de los mejores defensas centrales que nuestro país ha dado en décadas y uno de los más odiados por sus manifestaciones y actitudes, siempre fuera del terreno de juego.
Al respecto del Piqué, estaremos atentos al devenir de los acontecimientos que le afectan, porque como ya hemos visto hace tiempo en el blog, hace bueno aquello que decía en los años ochenta José María García del jugador del Real Madrid, Michel, a quien apodaba “ el Katiuskas” por su afán de meterse en charcos.
En estos días se habla mucho sobre lo que ya vaticinan como ocaso de la trayectoria de Cristiano Ronaldo, uno de los mejores futbolistas de la historia, y probablemente el mejor goleador que ha existido jamás, con permiso de otras leyendas del pasado siglo.
El caso es que, en puertas del que será su quinto mundial (algo al alcance de muy pocos) Cristiano se ha venido quejando amargamente del equipo que le paga un elevadísimo salario y que curiosamente en su día le puso en el foco mediático mundial cuando era un joven desconocido, el Manchester United.
Hace algún tiempo publicamos en el blog un artículo en el que destacábamos cómo determinadas actitudes, dentro y fuera del terreno de juego, no configuraban la deseable imagen en la que todo niño debería fijarse, en cuanto a los valores de deportividad y respeto hacia los demás, sean éstos sus entrenadores, rivales, árbitros o el mismo publico que paga el dinero de una entrada.
Cierto es que para llegar a lo máximo en algo tan complejo como es el deporte de alta competición, uno debe ser distinto al resto en cuanto a unas condiciones físicas y competitivas innatas, amén de contar con la fortuna de no padecer lesiones de importancia.
Pero ese factor personal diferenciador, que supone que solo los más privilegiados lleguen a alcanzar sus metas, en puridad implica que se encuentre revestido de un grado superlativo de autoconfianza que, de puertas afuera, y no sin razón, puede ser concebido por el resto como un exceso de vanidad y una absoluta falta de humildad.
Y si a ello le unimos el objetivo dato de que, salvo honrosas excepciones, la mayoría de celebridades, del ámbito que sea, hacen pública ostentación de sus logros y de los frutos materiales que de ellos han obtenido (algo que en plena digital ciertamente se puede hacer extensivo a una gran parte de la población sin ningún tipo de significación social y poco aprecio por su intimidad) puede que esas celebridades sean admiradas y deseadas, puede que sean envidiadas y odiados, pero en ningún caso dejarán a nadie indiferente.
Sin embargo, en el caso de Cristiano Ronaldo se comprueba un elemento que aún resulta más diferenciador en el plano negativo y que nunca ha querido o sabido rectificar: su narcisismo.
En Tercero del extinto BUP para la asignatura de Latín tuve la suerte de empollar, como decíamos antes, un divertidísimo compendio de mitos y leyendas clásicas, escritas por Ovidio, Las metamorfosis.
Nos relataba el poeta romano que la ninfa Liriope, violada por el río Cefiso, había dado luz a un niño a quien puso el nombre de Narciso, de quien el adivino Tiresias profetizó que solo llegaría a viejo “Si no se conociere”.
Y bien que acertó de pleno ese buen señor que seguro que tenía largas y canas barbas.
El caso es que al llegar a los dieciséis años, Narciso ya era un efebo pretendido por bellas ninfas a las que siempre rechazó, entre ellas Eco, que había perdido sus huesos por el joven guaperas.
Y fue tal su desazón que Eco rogó a los Dioses que si bien algún día Narciso pudiera llegar a amar, nunca podría adueñarse de aquello que amara.
Dicho y hecho, sería Temis la que materializaría tamaño deseo.
Y es que fue tal el ensimismamiento y devoción del chaval al ver reflejada su bella imagen en el agua de una fuente, que Narciso llegó a enamorarse de sí mismo con unas funestas consecuencias para él.
Lógicamente, cuando se habla sobre el narcisismo, se parte de este relato clásico.
Pero, sin entrar en mayores disquisiciones sobre la psicología (que podrán ser objeto de futuras publicaciones o de alguno de nuestros episodios del podcast, en el que algo hemos anticipado al hablar de las conductas a las que está asociado el narcisismo, las psicopáticas ) si tan solo leemos como viene definido el término en nuestro Diccionario de la Real Academia de la Lengua, tiene una doble acepción que viene a complementarse:
1.Manía propia del narciso (que a su vez viene definido como Hombre que cuida demasiado de su arreglo personal, o se precia de atractivo, como enamorado,de sí mismo)
2.Excesiva complacencia en la consideración de las propias facultades u obras.
Como veremos, todo encaja en el perfil de Cristiano Ronaldo.
Conviene advertir que para quien esto escribe, solo existe un futbolista que quizás supere a Cristiano en altanería (por no decir chulería) y ese es Zlatan Ibrahimović.
Sin embargo, no hay constancia de que el sueco, dentro de su equipo, haya sido tan insolidario y caprichoso como el portugués.
Además, Ronaldo comparte con su compatriota, el entrenador José Mourinho, esa filosofía tan extrema del “estar conmigo o contra mí”, si bien en el caso del técnico quizás su actitud venga revestida de un forzado toque circense de cara a un espectáculo donde siempre le gusta ser protagonista, pero también de cierta intencionalidad para agitar el avispero cuando le conviene a los intereses del equipo.
Y es que, más allá de sus formas y arrebatos, la profesionalidad, en el caso de Mourinho, está fuera de toda duda, lo que ahora no sucede en el caso de Cristiano Ronaldo.
Y ahora que hablamos de entrenadores, conviene hacer una mayor referencia al conflicto con su actual equipo, visto que no se ha encontrado con la horma de su zapato, precisamente, en la dirección técnica.
Nos estamos refiriendo Erik ten Hag, un holandés sin mucho nombre, cierto es, pero que no ha cedido un ápice ante la afrenta del luso, harto de la falta de un compromiso que ha de adquirir todo jugador, sea o no titular, desde prebenjamines.
El problema es que Cristiano, a sus treinta y siete años, por pura cuestión biológica, no es el de antaño y desde hace tiempo ha perdido la titularidad.
Y sentarse en el banquillo (algo insólito para un arrogante como es él) debe escocer bastante, al ya haberse esfumado la posibilidad de jugar en otro equipo que participe en la Champions, lo que impide que pueda seguir incrementando sus impresionantes números en esta competición de máximo nivel.
Lo decimos porque aunque aún resulta factible que pueda cambiar de equipo a estas alturas de temporada, tendría que salirle prácticamente gratis a quien quisiera acoger a un jugador, que visto su comportamiento, puede perjudicar, más que beneficiar a su nuevo Club y hacer explotar a un vestuario que ha de ser una piña, desde dentro.
En todo caso, la del Manchester United se trata de una guerra que ya tiene perdida el frustrado jugador portugués, visto que desde hace tiempo no solo está en la diana del siempre incisivo periodismo británico (fue llamativo el momento en el que en pleno centro del campo, antes de un partido, se negó a saludar a un ex jugador del Liverpool, toda vez que ahora es comentarista y que antes había criticado a Cristiano), sino que la propia hinchada ya lo ha dejado de lado.
Lo decimos porque es más que notorio su comportamiento poco profesional en un país como Inglaterra que inventó el fútbol y que por encima de todo valora la entrega de los jugadores en consonancia con el espíritu que necesita toda una leyenda, como es el conjunto que juega en Old Trafford.
En este sentido, cabe hablar de muchos desaires y desplantes, como estar
permanentemente enfurruñado, no acudir a algunos entrenamientos, abandonar los estadios antes de que sus compañeros concluyan el partido, o dejar de sumarse con el resto a aplaudir a los aficionados que se han desplazado.
Todo ello revela que su compromiso dista mucho de ser ejemplar.
Algo que, como decimos, siempre hay que exigir, máxime a un experimentado veterano que ha de dar ejemplo a los más jóvenes y que líder que se supone.
Pero al margen de lo que ahora le está sucediendo en el Manchester United, a estas alturas, forofos y fanatismo aparte, nadie puede discutir que Cristiano Ronaldo ha sido todo un paradigma de lo que supone ser un narcisista de tomo y lomo.
No obstante, lo anterior, y como decimos los letrados en nuestros escritos, adelantándonos a un respuesta de contrario, he de decir que mi condición de culé no me está nublando el juicio a la hora de calificar a un, insisto, extraordinario jugador de futbol, pero que deja mucho que desear como deportista.
Y es que sería de necios olvidar un palmarés que muy pocos podrán jamás alcanzar y que a cualquiera le supondría estar más hinchado que un común pavo, que el caso de su primo, el Real, ya sabemos lo que implica de cara a la galería.
No en vano ha obtenido en cinco ocasiones el Balón de oro (mejor jugador del mundo) en cuatro la Bota de oro (máximo goleador de las competiciones europeas) ha sido campeón de la Eurocopa en 2016, ganador en cinco ocasiones de la Champions League ( una con el Manchester United y cuatro con el Real Madrid ) y ha logrado con sus respectivos equipos (Manchester United, Real Madrid y Juventus) siete títulos de liga, siendo además el jugador que más veces ha perforado la portería rival con su selección de Portugal de los más de ochocientos goles que ha conseguido en todos sus partidos oficiales y que lo han convertido en el mejor artillero de siempre.
Pero si ya hablamos del nivel futbolístico de Cristiano Ronaldo, evidentemente hay que referirse al de su némesis por antonomasia, Leo Messi, que junto con el luso protagonizó una década de ensueño para los aficionados, rivalizando por ser considerado el mejor jugador no solo del momento sino de la historia del fútbol.
Ambos coincidirán como rivales de sus respectivas selecciones en el inminente mundial de Qatar, que será el último para ambos, y quizás los bisoños aficionados cataríes no sean tan crueles para ofender a Cristiano gritando a su paso el nombre del argentino; al menos no recibirán como respuesta que son unos “anormales” como ha manifestado en alguna ocasión, al ser preguntado por tal circunstancia.
El caso es que con Messi ha sido su disputa por el Balón de oro lo que más ha motivado a Cristiano durante la precedente década, siendo finalmente superado en cuanto al número de trofeos por el argentino, algo que siempre le ha dolido al luso, que incluso declinó la invitación de acudir a varias galas de entrega, toda una irrespetuosa muestra de lo mal perdedor que es.
“Si dijera lo que pienso, estaría en la cárcel” llegó a manifestar en una ocasión, al conocer que Messi era el máximo favorito para ganar uno de los balones de Oro que ahora están en su vitrina.
Desde luego que no le sentó nada bien al portugués que públicamente el que fuera máximo mandatario de la FIFA, Joseph Blatter, se burlara de él en público, gesticulando de modo ostentoso al imitar a Cristiano sobre su comportamiento autoritario y comparar a ambos astros del fútbol.
“El otro es como un comandante sobre el campo….Uno gasta más en su peluquero que otro, pero no puedo decir quién es el mejor”
Pero en el caso del argentino, al margen de sus innegables virtudes futbolísticas y siendo cierto que ha sido calificado de tiránico y despótico hasta el punto de poner y quitar entrenadores y jugadores de la plantilla que pudieran ensombrecerle o cuestionar su mandato durante su gloriosa etapa barcelonista ( algo que también se puede predicar de otras figuras del fútbol que han llegado a lo máximo con sus respectivos equipos) su imagen pública nunca ha sido frívola o de arrogancia.
Y que nosotros sepamos, en su nuevo equipo del PSG, donde está coincidiendo con no pocas estrellas (una de ellos su antiguo rival, Sergio Ramos) no se le conocen salidas de tono que inviten a considerar que se trata de un mal compañero dentro del vestuario.
Pues bien, como decimos, tal circunstancia no puede predicarse del luso, que al paso que va, es difícil que encuentre aliado alguno entre compañeros, técnicos o mandatarios, que pueda soportar sus continuas reacciones, propias de un niño mimado e insoportable.
En todo caso, como siempre se ha dicho, la mujer del César no solo ha de serlo sino parecerlo y en el caso de Cristiano, a diferencia de Messi, la imagen que siempre ha transmitido es que cuando no alcanza sus objetivos durante una competición, otros han de pagar las culpas, olvidando que el fútbol, como tantos, es un deporte de equipo, un conjunto de compañeros donde cada uno contribuye en beneficio del resto.
Y así, por mucho que hasta hace bien poco, los números avalaban su trayectoria inmaculada como goleador y por tanto que su cuota de valor en el computo del equipo había sido sobresaliente, Cristiano nunca debería haber olvidado, como lo sigue haciendo ahora, que no todo está hecho a su imagen y semejanza y que hay más jugadores en la plantilla que él.
Pero es que además, algo que ya parece recurrente por indisoluble del fútbol como es la continua protesta “en caliente” al árbitro para discutir sus decisiones o la rabia tras ser cambiado por otro compañero, se agudiza en el caso de una figura que como él, lo ha conseguido todo, pero que ahora se encuentra a las puertas del ostracismo, si hablamos de formar parte de un potente equipo de primer nivel en Europa.
Decíamos en líneas precedentes, que el luso siempre ha apuntado maneras, en cuanto a su comportamiento narcisista, que ahora acompaña de indolencia a la hora de entrenar, algo nunca visto antes y que ahora esta perjudicando al Manchester United
Y es que antes de recalar en el equipo británico, durante su etapa italiana tampoco es que precisamente le fueran muy bien las cosas a Cristiano Ronaldo, en cuanto a su lavado de imagen, pese a ser titular, lograr muchos goles y ganar títulos.
En este sentido, fue muy sonado su enfado tras un partido de la Champions en el que no consiguió “mojar” pese a que su equipo, la Juve, había goleado al rival; sus miradas y gestos de contrariedad a sus compañeros así lo delataron.
Pero si ya hablamos de su etapa más exitosa, la que antes vivió en el Real Madrid, algunos recordarán una de las frases más lapidarias que definen a Cristiano, tras una derrota de un equipo blanco, con el que tantos títulos lograría y galardones individuales recibiría: “Si todos mis compañeros estuviesen a mi nivel, seríamos los primeros”.
Y sería su capitán, Sergio Ramos, el que trataría de apaciguar las aguas ante el revuelo que se preveía en el vestuario, indicando que el luso no había querido responsabilizar a ningún compañero y que tan solo hablaba del estado físico de los jugadores.
Precisamente, sería el propio Ramos el damnificado por los desaires de un Cristiano que, lejos de alegrarse por los goles que marcan sus compañeros, suele evitar la felicitación, como hace el resto del equipo, e incluso muestra su rabia por no haberlo conseguido él.
Y no hablamos de un gol cualquiera el que había conseguido Ramos, sino del que permitía a su equipo empatar el partido in extremis contra el Atlético de Madrid en la final de la Champions.
Una final que en la prórroga ganaría por goleada el club que preside un Florentino Pérez, que si bien tuvo que aguantar muchos de los caprichos del portugués, nunca accedió a uno en el que insistía especialmente: ganar más dinero que su envidado Messi.
No obstante, continuando con su prepotencia, tiempo atrás ya había apuntado maneras, cuando todavía no había recalado en la capital de España y se calificaba a si mismo con la nota de diez y a su equipo con la de nueve o cuando comentaba a los periodistas que en cuanto al ranking de los mejores jugadores del mundo, se consideraba el primero, el segundo y tercero.
Comentarios como estos, no son tan solo bravatas propias de la juventud de algunos que aún deben madurar. Un narcisista no adolece precisamente de problemas de madurez, sino que presente otra disfunción nada complaciente.
Como vemos, Cristiano no es muy amigo de felicitar a los compañeros que le pueden robar el protagonismo, pero ni siquiera lo es de felicitar a quienes ya no le pueden hacer sombra dentro de su equipo.
En este sentido, a diferencia de otros, este año Cristiano no ha felicitado al equipo merengue por conquistar su….(he perdido la cuenta y bien que me duele…) enésima Champions League, ni tampoco lo ha hecho con el inminente Balón de Oro de 2022, Karim Benzema, tras filtrarse el resultado de las votaciones en las que participan casi doscientos periodistas deportivos.
Y es que el luso no ha conseguido ni un solo voto, algo insólito y no visto en las últimas…..¡¡ diecisiete ediciones!!.
Pero en este caso, resulta particularmente sangrante la falta de felicitación, dado que el francés fue un jugador que en el pasado se esforzó en grado sumo para que fuera precisamente Ronaldo el pudiera marcar muchos más goles que él y por tanto aspirar al Balón de Oro, eclipsando el galo su propia carrera como estrella, siempre en beneficio del equipo.
Como refuerzo de sus caprichos, egoísmo y altanería, otro de los aspectos en los que destaca el luso es su esmero y cuidado por su aspecto hasta el extremo, en concordancia con una imagen pluscuamperfecta (a mi juicio, poligonera y de escaso gusto) de la que, cierto es, también se benefician las marcas comerciales.
En este punto, conviene recordar los comentarios de un escultor que sufrió las de Caín al crear un horrible y grotesco busto que nada se parecía al portugués y que luego tuvo que adaptarse a las exigencias de la estrella de su país, cuando habló de su obra con el hermano de Cristiano.
» Me pidió que rebajara las arrugas para parecer más joven. Ya sabemos que él es vanidoso y que le gusta acicalarse”
Y si ya hablamos del concepto que tiene de sí mismo de su físico, al margen de las tonterías tan propias de determinadas celebraciones absurdas y provocadoras de niñato, como la de exhibirse sin camiseta para que veamos lo fibroso y en forma que está, son sus declaraciones las que delatan su personalidad; “Me silban porque soy guapo, rico y buen jugador, me envidian”, manifestó tras un partido de la Champions.
Razón no le faltaba seguramente al propio Ronaldo pero ciertamente hay que ser un engreído, amén de infantil, para tamaña aseveración, máxime cuando muchos de los que tienen que pagar la entrada hacen ímprobos esfuerzos para llegar a fin de mes, tras una semana de cinco días de trabajo que en su vida ha experimentado el portugués y que precisamente es de una familia humilde que bien sabe lo que cuesta ganarse un modesto jornal.
Para algunos, muy pronto se olvidan ciertas cosas.
No obstante, y como se suele decir, lo cortés no quita lo valiente y es evidente que le honra haber contribuido con su enorme patrimonio a diversas causas sociales , algo que comparte con muchas figuras del deporte, incluido Messi
Pero si hablamos de economía, precisamente, en el plano negativo, también comparte con el argentino que, como otros, ambos han sido condenados en ví apenal por defraudar a la Hacienda Pública.
La Pantoja no ha tenido tanta suerte como ellos que obtuvieron el beneficio de la suspensión de le ejecución de la pena de prisión y no han tenido que ir a prisión.
Desconocemos el futuro que le deparará a Cristiano tras el mundial, que bien podrá ser un broche de oro a su fenomenal trayectoria o por el contrario, el principio del fin de una carrera que deportivamente quizás derive en el cementerio de elefantes de una liga menor, como la norteamericana, en la que cierto es que pagan mucho dinero, pero que necesariamente invita a la frustración.
Y sencillamente lo decimos porque es seguro que va a perder mucho protagonismo mediático alguien como él que siempre ha estado en boca de todos, aunque sea para mal, si hablamos de los aficionados contrarios, como era mi caso.
Será entonces cuando se apagará la ya tenue luz de una estrella del fútbol que, si bien brilló como nadie, nunca ha sabido comportarse como otras figuras que, con sus defectos, ya han pasado a la historia del deporte como ejemplo de buen comportamiento y afabilidad hacia el resto.
Para finalizar, una última anécdota que revela cuán nefasta puede resultar una persona que tiene nublado su juicio por su total falta de humildad que le impide saber que hay otros que pueden disputarle el protagonismo, sean compañeros o no del equipo y cuán importante resulta que otros le pongan en su sitio y además con sorna, algo que a la larga resulta más contundente que una respuesta airada.
Y además, permita el lector la licencia de que lo haga, metiendo el dedo en la llaga madridista ya que fue en el 5-0 del Barcelona al Real Madrid, un jorobu, como decimos en Asturias.
El caso es que el portugués tuvo un rifirrafe en la banda con un técnico, conocido por “mear colonia” y que también suscita también mucha polémica, Pep Guardiola a quien Cristiano, en un momento de cabreo, le dio un manotazo sin ninguna consecuencia lesiva.
En ese momento, con un partido ya bastante caldeado tras ir ganando el Barcelona, se inició la típica tángana que a veces se ve en los partidos, impropia de la cordura que necesita el desarrollo de cualquier disciplina deportiva con disputantes calmados.
Es entonces cuando, el blaugrana Pedro le recriminó a Ronaldo su actitud,
«¿Y tú quién eres?», le preguntó el altanero Cristiano Ronaldo.
«Yo, un campeón del mundo. ¿Y tú?», le espetó el jugador Canario.
Precisamente, Pedro fue uno de los que criticaron al Presidente de la FIFA que se hubiera mofado del portugués, haciendo una patética imitación Chiquito de la Calzada sobre el andar militar de Cristiano Ronaldo.
Una lección de humildad en toda regla que siempre merece todo narcisista cuyo nombre de pila casa poco con su comportamiento dentro y fuera del campo de juego.