MULTIPARTIDISMO, AJO Y AGUA.

No cabe duda que los políticos de nuestro país están empeñados en darnos titulares.

Y es que, cuando apenas acariciamos la primavera del segundo año de la pandemia y aún se sienten los efectos de la tercera ola, insisten en asumir un protagonismo que empieza a ser agobiante, hasta el punto de que uno ya se pregunta si lo mejor es dejar de seguir la información política,por mera cuestión de higiene mental.

En otras publicaciones ya hicimos referencia al cinismo e incoherencia de muchos de ellos, empeñados en enfrentar a la población, acuñando como propia la estrategia del “divide y vencerás”.

También nos hicimos eco de la desfachatez de otros que, con independencia del partido político y su ideología, deciden no esperar a ser llamados para la vacunación.

Sin embargo, la actualidad manda para que nos refiramos a las crecientes batallas por el poder en mitad de las legislaturas, mientras que los ciudadanos asistimos atónitos e impotentes a un sinfín de especulaciones y traiciones, que no atienden ni al resultado de las urnas, ni a los compromisos inicialmente asumidos.

El último ejemplo lo hemos tenido con la Comunidad de Madrid, quizás la joya de la corona, de la política nacional.

Cuando escribimos estas líneas apenas han transcurrido unos días tras el sorpresivo anuncio del Vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, como candidato de su partido para concurrir a las elecciones, convocadas de urgencia por una inquieta Presidenta Isabel Ayuso, que puso sus barbas a remojar, una vez que ésta tuvo conocimiento de los movimientos que apuntaban a una moción de censura en contra del Presidente de la Comunidad de Murcia, también del Partido Popular.

Lo curioso de todo es que dicha moción de censura, que ha generado un auténtico terremoto político, ha sido promovida por Ciudadanos y el PSOE, y cuando terminamos de redactar estas líneas hemos conocido que difícilmente prosperará, tras el transfuguismo de algunos miembros del partido naranja y la oposición de otros de VOX.

Pero además, la misma ha tenido como consecuencia que Toni Cantó (conocido ex actor y uno de los políticos más aplaudidos por su coherencia) haya visto frustrado su segundo intento en política tras su anterior militancia en UPYD, dado que ha abandonado el partido que lidera una Inés Arrimadas, en sus horas más bajas y quizás arrepentida de que haber dejado Cataluña parar irse a Madrid, tras haber ganado las elecciones en dicha comunidad.

Llegados a este punto y hablando de Ciudadanos, no podemos más que recordar las palabras de Albert Rivera, ex Presidente del partido y que tras una más que digna dimisión, tras su fracaso electoral, con ocasión de la presentación de un libro, al ser entrevistado por Carlos Herrera de la Cope, pronunciaba unas palabras que cada día cobran actualidad.

Así, mostrando su preocupación por el hecho de que la política esté condicionada por los medios de comunicación y las redes sociales, Rivera se mostraba resignado, asumiendo su parte de culpa, en lo que calificó como una noria o rueda de hamsters.

Así se refería a la monótona imitación al rival, en cuanto a la celeridad de hacer valoraciones en caliente en una cuenta de Twiter, cuando ni siquiera ha sido convocada una rueda de prensa.

“Los políticos de la transición eran mucho mejores que nosotros y que los políticos de nuestra generación y no tenían que pactar la Constitución por Twiter, ni tenían que retransmitir las reuniones en streaming para hacer enmiendas, ni los pactos de la Moncloa.

A pesar de todo lo que se ha modernizado la comunicación, la política necesita sosiego, trastienda, acuerdos, reuniones para acercar posiciones.

Y yo reconozco, ahora que estoy fuera, haciendo una reflexión autocrítica, que eso no se hace, que eso no sucede, que no tenemos tiempo ni para pensar, que estamos todo el día enganchados a lo que dice un medio, a las redes sociales y vamos detrás de ello…..

Es una inercia difícil de parar, no solo en España sino en el mundo entero…mira como avanzan los populismos con esta política del like and like”

Pues bien, precisamente ese populismo al que se refiere Rivera, supone uno de los peligrosos remedios al que recurren muchos de nuestros políticos, cuando no tienen otros argumentos que esgrimir, carencia que se puede predicar tanto desde la izquierda, como de la derecha.

De ésta última saben mucho los norteamericanos, quienes han tenido que padecer a Donald Trump durante un mandato, que ha concluido con el Asalto al Capitolio; mal hace Santiago Abascal en adoptar muchos de sus lemas, si pretende dejar de ser considerado de la trasnochada, casposa y rancia ultraderecha.

Pero desde la izquierda, como no podría ser de otro modo, el populismo sigue muy activo a través del propio Pablo Iglesias, que desde su despacho de la Vicepresidencia del Gobierno, grababa un video para la militancia de Podemos, al anunciar su candidatura.

Así, Iglesias, se despachaba con una frase para caldear los ánimos, provocar aún más animadversión en sus rivales y movilizar a los suyos; en suma, una polarización y división frente a la concordia y armonía.

“El 4 de Mayo se decide si la ultraderecha consuma su asalto a Madrid o si les paramos. Hay que impedir que estos delincuentes, que estos criminales que reivindican la dictadura, que hacen apología del terrorismo de Estado, que promueven la violencia contra los migrantes, contra los homosexuales y contra las feministas, o que cuando un grupo de militares habla de fusilar a 20 millones de rojos dicen que son su gente, puedan tener todo el poder en Madrid, con todo lo que eso implica para el resto del país”

Si esto no esto no es tono de política guerracivilista, que venga Dios y lo vea.

Tampoco es que ayudase mucho la respuesta de su mayor rival, Ayuso, que de un día para otro cambió su populista lema “Libertad o socialimo” (que por cierto, no es suyo, ni mucho menos y fue adoptado por el mismísimo Trump) por otro aún más directo al que ya se entiende como némesis, por mucho que coincidieran en la Facultad y luego compartieran cañas: “Libertad o comunismo”.

Una Ayuso, sustentada en un PP más débil que nunca, sintiendo en el cogote la pujante presencia de Vox, y que años atrás nunca hubiera necesitado bajar al barro para soltar esas perlas, que sirven para enmarcar como titular, de cara a la galería y poco más.

Y desde el balcón de su vanidad, nuestro Presidente es más inteligente (y retorcido) que todos ellos, puesto que contempla todos los movimientos, calibrando cuál va a ser su siguiente paso, consciente de que por un lado, se ha librado de un grano en las posaderas (Iglesias) pero por otro, para que no gane Ayuso, sabe que es posible que tenga que mantener su arriesgada política de coaliciones que precisamente le ha llevado a lo más alto.

Los que ya superamos el medio siglo, hemos sido testigos de dos situaciones, una vez superado el franquismo y recién nacida la democracia:

Una primera etapa en la que, si bien existía un amplio abanico de partidos, dispuestos a presentarse a las distintas elecciones nacionales, autonómicas y municipales, pocos aspiraban a privar del poder a los dos nacionales de mayor calado, el PSOE y Alianza Popular, pronto reconvertida en el Partido Popular, con excepción del País Vasco y Cataluña, cuyo electorado ha sido mayoritariamente nacionalista y en donde tan solo se esperaba conocer quién sería el ganador, para ofrecer un apoyo de cara a conformar una mayoría reforzada, a cambio de concesiones en el plano económico.

Y una segunda etapa, cuyo punto de inflexión puede situarse en los movimientos del 15 M del año 2011, tras la crisis económica de 2008, en la que los dos partidos referidos han perdido gran parte del electorado por la irrupción de partidos como Podemos, Vox y Ciudadanos, en un periodo ciertamente convulso.

Como consecuencia de esta segunda etapa, han venido sucediéndose hechos inéditos en nuestra democracia, como el que prosperara una moción de censura para descabalgar una Presidencia del Gobierno y la repetición de elecciones generales, por no alcanzarse acuerdos.

Y en estos momentos nos encontramos, con un Gobierno, calificado por algunos como Frankenstein, y que gracias a un solo voto de desempate en el Congreso, sustentan al PSOE , que se encuentra sujeto con alfileres que no solo pinchan, sino que pueden hacer sangrar a España, visto el amalgama de ideas, tan dispares y contrarias a la estabilidad del país.

Para aseverar esto, simplemente hay que ser objetivos y comprobar cómo sus apoyos emanan de los partidos catalanes, cuyos líderes fueron condenados tras la declaración unilateral de independencia y que aún mantienen su apuesta soberanista, de otros cuyos miembros en su día formaron parte del brazo político de ETA y que pretendieron desestabilizar el país a través del derramamiento de sangre de inocentes o de muchos que se declararan anti monárquicos y revolucionarios, cuando no anti sistema.

Y en la oposición, visto que Ciudadanos ya está en sus horas más bajas y con riesgo de desaparecer, sin una formación de centro, nos encontramos con la derecha, ya calificada de fascista, donde Vox cuenta con notable respaldo de unos votantes, cansados con la política de templanza de gaitas de Pablo Casado en el Partido Popular.

En suma, se conforma un panorama en el que los extremos ya aparecen muy bien definidos, sin que existan datos que nos permitan auguran un futuro de estabilidad a corto o medio plazo, máxime si tenemos en cuenta que ni siquiera hemos salido de una pandemia, cuyo principal efecto, tras la devastadora merma de la salud pública, seguirá siendo una galopante crisis socioeconómica.

Sentado lo anterior, aunque siempre ha existido multipartidismo, no cabe duda que ahora estamos conociendo de primera mano qué es lo que supone cuando todos actúan, no ya en igualdad de condiciones, pero sí con grandes posibilidades de influir en las mayorías necesarias para gobernar.

Llegados a este punto, es inevitable girar nuestra vista al mediterráneo,para comprobar cómo el ejemplo más sintomático del multipartidismo, como reflejo de la esquizofrénica política es Italia,que siempre ha sido vista con cierto desdén desde estos lares.Escupimos hacia arriba,sin duda.

En este sentido, hemos de rescatar las palabras de Giovanni Sartori, politólogo fallecido en 2017 y que en el año 2005 había sido Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales.

Así, en una entrevista concedida al diario El Confidencial, tres años antes de dejarnos, Sartori nos hacía una seria advertencia de lo que podría suceder en nuestro país.Y bien que acertó.

“Italia nunca ha sido un buen ejemplo para nada. Y hoy menos que nunca, pues vamos hacia el caos absoluto. Que España tenga cuidado si quiere seguir nuestros pasos, acabar con el bipartidismo e ir hacia una situación con predominancia de muchas formaciones pequeñas”.

Lo curioso es que hasta hace bien poco, se clamaba desde los partidos minoritarios que la Ley D’Hondt era del todo injusta por su reparto de tipo proporcional, y no mayoritario.

Pero ya nadie habla de ello, porque han cambiado las tornas.

Ahora se habla de votos útiles y votos estratégicos; y las próximas elecciones a la Comunidad de Madrid pueden ser un ejemplo de ello.

Y de aquellos barros, estos lodos: falta de prórroga en muchos presupuestos, gobierno en plena pandemia mediante el decreto-ley, permanente crispación y fractura social.

Cierto es que como en todo en la vida, un soplo de aire fresco siempre es deseable, máxime cuando en política, las mayorías absolutas pueden dar lugar a gobiernos-rodillo y situaciones de bloqueo, que no atienden a toda la población y solo a los suyos y que en ocasiones deviene en corrupción o en autoritarismo.

De ello hemos sido testigos los más veteranos, que pasamos de un “váyase Sr Gonzalez” frente a un Gobierno socialista en descomposición, sumido en varios escándalos, a poner los pies encima de la mesa y fumar puros junto con un patán como George Bush. Jr, antes de mandarnos a una guerra injusta contra Irak.

En suma, lo deseable en política es la estabilidad, pero tal cual está el panorama supone una quimera ni siquiera pretenderá.

Y es que nos queda aún por una larga travesía por delante hasta que arraigue una cultura de pactos que, pensando en el bien colectivo, permita negociar, y ceder, sin anteponer egos, ni adoctrinamientos que solo nos conducen al desatino y al enfrentamiento.

Hasta entonces, los ciudadanos que nos consideramos de centro y afines a una política de concordia, seguiremos observando como se lanzan las granadas desde los dos lados de las trincheras ideológicas que se empeñan en seguir cavando, en una guerra absurda, nunca vista, ni en los peores momentos de los Gobiernos del PSOE o PP, durante los años ochenta, noventa y primera década de este siglo, antes del pujante multipartidismo.

No obstante, uno llega a la conclusión de que al final, por encima de las ideologías, están los intereses prácticos y el sentido común para elegir lo que a uno más le va a beneficiar.

En este sentido, siempre cuento como anécdota que una vez tomé un taxi, cuyo conductor, tras una animada conversación, me confesó que en las próximas elecciones municipales votaría por su Alcalde, de Izquierda Unida, pero a las elecciones Generales votaría como Presidente a Abascal, de Vox.

Agua y aceite. De un extremo a otro en un sorprendente movimiento pendular.

Desde que escuché aquellas palabras, me espero ya cualquier cosa,aunque me resisto a pensar que, como ciudadanos, tenemos lo que nos merecemos.

Porque no nos merecemos tener políticos indignos que,salvo honrosas excepciones, miran para otro lado o se suman a la corrupción.

Porque no nos merecemos tener políticos aferrados a la poltrona, que no asumen responsabilidades, predicando con el ejemplo.

¡Es el multipartidismo,estúpido! me podrán decir.

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