LOS RITUALES DE YUYU-VUDÚ COMO COERCIÓN PARA LA EXPLOTACIÓN SEXUAL.


Escuchaba hace poco en una conferencia, cuya ponente era Mabel Lozano (una de las mayores activistas en la lucha contra la trata con fines de explotación sexual) que el negocio de la prostitución ya le había arrebatado el segundo puesto al tráfico de drogas, en cuanto al dinero que se mueve en el mundo, estando tan solo por delante el tráfico de armas.

En este sentido, según Naciones Unidas el negocio ilegal de la prostitución puede alcanzar el 1,5% del Producto interior bruto global y si hablamos de millones de dólares, por poner un ejemplo, estamos barajando sumas anuales, similares a todas las pérdidas que ha tenido el turismo mundial por culpa del Covid, el pasado 2020.

Si además le unimos otro dato, ciertamente alarmante, de que España es el tercer país del mundo y primero de Europa en cuanto la demanda de servicios sexuales por parte de sus nacionales, no cabe duda que el proyecto abolicionista del actual Gobierno de coalición se antoja como un caballo de batalla, difícil de cabalgar y que se va encontrar más de un obstáculo en su carrera, vistos los bastardos intereses que están en juego.

En este sentido, y sin perjuicio de que tendremos ocasión de profundizar en otra ocasión sobre el devenir de las propuestas que vayan surgiendo, a bote pronto y más allá de la más que previsible sanción al cliente del sexo a cambio de dinero, todo apunta a que dejen de campar por sus anchas los denominados clubs de alterne (tercería locativa, en términos más jurídicos) lo que no impedirá que aquel encuentre un mayor acomodo y una menor posibilidad de respuesta punitiva en los domicilios particulares.

Al menos, el legislador sí podrá dar carpetazo a una triste historia de locales que han venido sirviendo de tapadera para lo más ruin, incluso con choteo, al promocionarse chicas con ocasión de jornadas gastronómicas para amenizar despedidas de soltero, cumpleaños y cenas de empresa; Imaginación al poder, pero con una desfachatez que más allá de una sonrisa malévola y cómplice, debería producir urticaria.

No obstante, los puteros no dejan de ser la punta del iceberg de un negocio que genera millones en ganancias de las que se lucran las mafias y que encontrarán cualquier resquicio o vacío normativo para no renunciar a sus pingües beneficios, visto además que quien legisla siempre avanza varios pasos por detrás, desgraciadamente, y que tan solo interviene a golpe de telediario y convulsión mediática, cuando la alarma social no le deja otro remedio, siempre que el oportunismo político pueda garantizar un mayor número de votos en las siguientes elecciones.

El problema es que para gran parte de la ciudadanía aún persiste la creencia de que toda mujer que se prostituye lo hace porque quiere, lo cual es inasumible, ya que muy pocas en su sano juicio se plantean como plausible alternativa la de vender su cuerpo a un desconocido baboso, que da paso al siguiente y así sucesivamente.

En nuestra opinión, salvo excepciones, difícilmente podrá predicarse lo contrario de la denominada prostitución de lujo y de lo parece estilarse en los últimos tiempos, según apuntaba Mabel Lozano, el servicio ofrecido por las Camgirls, un escaparate a la vista de cualquiera, incluidos los tratantes de mujeres, cuyos clientes no se conformaran con ver y tocarse, sino que también querrán catar el producto.

Y que tampoco nos vengan a esgrimir argumentos tan peregrinos como el que una vez, estupefacto, escuché en un juicio, al señalar el letrado de la defensa del proxeneta que no se puede volver a prostituir a la persona que ya ha sido prostituida.

Sea como fuere, desde un circulo de confort y aliviados por el hecho de tener la conciencia tranquila, al no haber sido participe del mundo de la prostitución, es muy fácil hablar negativamente sobre la trata de mujeres que son explotadas sexualmente.

Seres humanos, incluidos menores de edad, captados por viles mafias que amenazan gravemente a la joven o a su familia si no cumplen con lo estipulado al ser reclutadas, esto es, no devuelven la suma adelantada para trasladarse a un país o las posteriores deudas que contraen mientras ejercen la prostitución, algo que se antoja harto improbable, por mucho que vendan su cuerpo durante algún tiempo a infinidad de clientes.

Y señalo más arriba lo de la tranquilidad de la conciencia, porque al menos uno no ha cooperado en el fomento de la profesión más antigua del mundo, y como ciudadano y además jurista, se siente ahora legitimado para despotricar contra un mundo tan sórdido y repulsivo que obliga no solo a sentir empatía con sus víctimas, sino a sentirse asqueado con el sexo masculino, teniendo en cuenta que se estima que cerca de un cuarenta por ciento de los varones españoles pagan a cambio de sexo al menos una vez en su vida.

Ciertamente, no estamos aquí para dar lecciones morales y allá cada cual con su conciencia y demonios internos, pero quizás muchos puteros, que son buenísimas personas, sí hayan podido olvidar, como bloqueo de la memoria, que una vez demandaron servicios sexuales sin importarle lo más mínimo la vida de una persona, que solo suponían mera carne para satisfacer sus deseos y objeto de comentario entre sus amigotes, mientras relataba sus proezas amatorias, con esposas e incluso hijas, esperando en el hogar y que luego recibirían un beso de buenas noches, si es que su fétido aliento alcohólico no le avergonzaba demasiado para acercarse a ellas.

Y es que es más que probable que esa mujer que satisfizo sus deseos, arrastra un infierno en vida que oculta bajo una forzada sonrisa e impostadas insinuaciones para excitar al machito de turno, con quien se toma una copa y luego sube a la habitación, si es que el acto no se ha consumado en una vía pública, en la oscuridad de la noche o en uno de esos pisos cuyos vecinos deben soportar música a altas horas de la mañana, un persistente taconeo de las meretrices, amén de sus risas, todas ellas, falsas.

Por ello, más que de moralidad, hablamos de respeto de los derechos humanos de mujeres que ejercen una actividad de riesgo, al exponerse a enfermedades de la inflamación de la pelvis o transmisión sexual, cáncer de cérvix, riesgos de infertilidad, abortos o embarazos ectópicos.

Y más allá de la secuelas físicas, el resto de sus vidas llevarán consigo el lastre psicológico de haber sido cosificadas y servido de mero objeto de placer, en contra de su voluntad o con ésta condicionada por una necesidad vital, como la que es dar de comer a su familia y en todo caso amedrentada por su tratante, si es que no da la talla o se muestra rebelde a las imposiciones de quien le han abierto una puerta hacia un futuro oscuro, como en muchas ocasiones lo es el color de su piel.

Decimos esto porque queremos ahora centrarnos en las prostitutas nigerianas, cuya trata y explotación ha sido recurrente en las dos últimas décadas, con unas mafias que ejercen todo tipo de presión e intimidación para que mantengan el negocio hasta que el cuerpo aguante y los clientes no se cansen, y para que no tengan la osadía de plantearse la posibilidad de denunciar a las autoridades que están siendo explotadas sexual y laboralmente, cuando no hacinadas en condiciones infrahumanas.

La triste historia de todas ellas suele repetirse por sistema, porque se trata de jóvenes de origen muy humilde hasta el punto de que viven en su país con su familia en una situación de extrema pobreza.

Con el fin de alcanzar un mejor porvenir, quizás tras intentar trabajar en otros países de África, inician un periplo por Europa tras ser captadas por otro (Sponsor) que a través de un tercero (Connection man) gestiona su traslado a cambio de una suma de dinero, generalmente a medio de pateras, que como bien sabemos son precarias embarcaciones, muchas de las cuales no alcanzan su destino.

En este sentido, todos los años perecen cientos de personas que ni siquiera saben nadar, incluidos niños, antes de llegar a las costas mediterráneas o atlánticas en esa lancha o embarcación neumática o cayuco, provista de motor.

Las que sortean las dificultades para llegar a Europa son esperadas por otro miembro de la organización criminal, generalmente de su misma nacionalidad, quien le pone el día sobre su situación: debe una ingente cantidad de dinero (no menos de treinta mil euros) que debe devolver a cambio de su libertad, porque que vista su situación irregular en el país europeo, y su lógica ignorancia del idioma de su nuevo país, ya se pueden ir olvidando de trabajar como empleadas del hogar o camareras.

El que su deuda pueda reducirse paulatinamente se antoja improbable, más bien al contrario, se verá incrementada dado que también deberán abonar una cantidad por su estancia y manutención, que evidentemente no serán las propias de un hotel de cinco estrellas y sin que precisamente reciban un recibo por los servicios del precario alojamiento que reciben.

Su captor (Master) empleará en ellas los ya clásicos métodos de coerción como la retirada de pasaporte o cualquier tipo de documentación identificativa, intimidación y amenazas con causarles un daño a ellas o a sus familiares en el país de origen, amén de agresiones físicas y sexuales.

Todo ello, aprovechando el desvalimiento de sus víctimas, con una autoestima por los suelos, visto el trato vejatorio y degradante que reciben, siempre sometidas a restricciones deambulatorias y estrechas vigilancias, generalmente por otras mujeres que fueron en su día prostitutas y que ahora cooperan en una trata (Madame o Mamy) que en muchas ocasiones abocan en detención ilegal.

Tras superar esta cruda etapa inicial, con un poco de “suerte” algunas podrán reducir su deuda, pero otras podrán llegar a ser traspasadas o vendidas a otros, como si fueran ganado.

En suma, la esclavitud en pleno siglo XXI.

Pero si hablamos específicamente de las prostitutas nigerianas otro de los recurrentes métodos coercitivos que se están utilizando y que quizás más nos puedan sorprender, por lo excéntrico, es el empleo de la magia, hechizos o ritos de vudú, basados en las creencias ancestrales de buena parte de la población africana.

Así, antes de iniciar su viaje a España, le recortaron las uñas, cabello de la zona púbica y le exigirán la entrega de prendas íntimas, con el que conforman un fetiche (body) siendo todo ello guardado en recipientes, junto con arena o ceniza y en los que se escribirá el nombre de la chica.

Y todo ello dentro de una ceremonia, que vendrá acompañada de todo tipo de rezos y conjuros de magia negra por parte de un brujo, anunciándole una serie de males y enfermedades, en caso de no cumplir lo prometido, un ritual que podrá ser repetido ya en nuestro país, para mantener la fuerza del hechizo y por ende el temor de la joven.

Para un occidental quizás todo esto suene a programa nocturno de misterio, si bien es cierto que muchos de nuestro entorno acuden a que un adivino les lea el tarot o pasar el agua, pero fruto de la superstición o no, hablamos de cauce idóneos para crear cadenas intangibles que atenazan a una joven, cuyas creencias le impiden razonar otra salida plausible que no sea la de someterse, obedecer para cumplir con los mandatos que le han sido impuestos, esto es, vender su cuerpo a cambio de pagar su deuda, so riesgo de que ella o cualquier miembro de su familia pueda sufrir un grave mal.

Ya en España, indocumentadas, sin recursos ni amigos ni familiares que puedan ayudarla, quedarán totalmente sometidas bajo las amenazas de otros que se enriquecen para dar rienda suelta a los vicios de los puteros europeos que frecuentan los locales de alterne o espacios públicos alejados de nuestras ciudades o pueblos.

Y para cumplir como es debido serán instruidas sobre la manera de captar la atención de los hombres, su forma de vestir, en qué horario deben estar disponibles, cuánto dinero deben cobrar y hasta dónde pueden dejar profanar su cuerpo, una y otra vez, con una sonrisa en la boca, no vaya a ser que el cliente detecte amargura en su objeto de placer.

Una contravención de las instrucciones, podrá suponer agresiones generadoras de unas lesiones que difícilmente podrán ser curadas en un centro médico que pueda dar parte al Juzgado de guardia, pero también supondrán la reactivación del yuyu, una maldición que podrá ocasionar su muerte o enajenación o la de sus seres queridos.

Algunas podrán intentar salir de este infierno, no cabe duda, si dan el valiente paso de liberarse de sus invisibles cadenas que les puede costar su vida, pero no ya por el influjo de espíritus malignos precisamente, sino por la actuación de las fuerzas policiales una vez denunciados los hechos y tras su declaración como testigo protegida.

No obstante, muchas de estas jóvenes se han quedado por el camino literalmente, sin llegar a denunciar, no solo por su baja autoestima que impide que sean fuertes antes de dar pasos con firmeza, cuyo devenir desconocen por su escasa información sobre sus derechos fundamentales y recursos asistenciales en un país democrático, sino por su desconfianza a las autoridades en un país del que apenas conocen los espacios físicos correspondientes al ejercicio de la prostitución, por el auténtico pavor a represalias y por el sentimiento de vergüenza ante su familia y entorno si es que regresan a su país de origen.

Por ello, con independencia de que para muchas ni siquiera la condición de testigo protegida suele tranquilizarlas, la mafia y el yuyu están fuera, esperándolas y la vida es demasiado larga.

Pero además se da una paradoja que parece inconcebible, si bien es muy fácil opinar sin haber sufrido lo que ellas, puesto que existe una dependencia emocional a sus captores, como la de un perro al amo, que le da de comer y frecuentes palos.

En suma, como para cualquier otra mujer que haya sido víctima de la trata que no consigue liberarse a tiempo, las que no acaban en el mundo de la droga o alcoholizadas, padecerán secuelas psíquicas, incluidos cuadros de estrés postraumático.

Cicatrices en el alma y el cuerpo, de por vida.

Son varias las resoluciones de nuestros tribunales que han abordado estas dramáticas vivencias de las jóvenes nigerianas amenazas con el yuyu-vudú, en causas seguidas por delitos de inmigración ilegal de trata de seres humanos con finalidad de explotación sexual o de determinación y explotación de la prostitución, amén de otros por delitos por las lesiones síquicas o psíquicas.

En cuanto a la celebración de los ritos de magia, es ilustrativa la sentencia de la Sección Quinta de la Audiencia Provincial de Madrid de 29 de junio de 2018:

“Antes de realizar el viaje la sometieron a un ritual de vudú donde un hombre trae una gallina, bebidas, todas las cosas que se utilizan para hacer el vudú y la dicen que tiene que desvestirse, quedarse desnuda y luego le dieron una prenda blanca para ponerse y le cortaron un mechón de su pelo, también de la axila y de sus partes íntimas», le cortaron las uñas y sus bragas. Tras el ritual del vudú la dijeron que si no pagaba el dinero el vudú la iba a matar”

Es ciertamente significativo que durante el proceso del influjo maligno del vudú, está vetado que se hable del rito, y al respecto resulta muy interesante el testimonio de una psicóloga, recogido en la sentencia de la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Madrid, de 9 de marzo de 2015:

“Respecto del vudú, como elemento de coacción y amenaza, declaró que está prohibido decir que se tiene miedo del vudú porque eso forma parte del vudú, y la psicóloga precisó que se trata de mujeres que tienen un marco cultural muy diferente al nuestro, y que las ideas en torno a la espiritualidad que tiene África y las mujeres de origen africano es una creencia absoluta en toda la sociedad, creen profundamente porque desde su primera socialización aprenden que eso existe, y en las sesiones que tienen con ellas van contando su miedo al tiempo que dicen «pero yo no creo», hay un conflicto bastante profundo y ciertas normas de que no hablen de eso porque si denuncian van a morir”

Y leyendo la sentencia de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Madrid de 18 de diciembre de 2019, puede uno llegar comprender el enorme influjo de estas prácticas en las jóvenes prostituidas.

En este sentido, al declarar en la vista uno de los agentes actuantes apunta que la joven“ tenía miedo de irse con ellos , que estaba aleccionada por la acusada, que había hecho un juramento de que no se podía escapar y que estaba controlada por su mami; que tenía juramento de no colaborar con la policía, ellas evitan el uso de una palabra «yuyu» o vudú. Tenía miedo a su madame…… En el registro aparecieron semillas, polvos negros, cenizas de ritual, líquidos que podían ser utilizados para vudú”

Además, el psiquiatra que intervino en el juicio oral narró su sintomatología ansiosa y su agitación psicomotriz «presentaba un miedo muy intenso……por lo visto la joven necesitaba rescatar algún objeto relacionado con el vudú… Presentaba un estrés agudo y fue atendida por hipoglucemia porque se negaba a comer. La agitación que presentaba estaba relacionada con esa creencia en el vudú, la angustiaba la idea de que en el centro no iba a estar protegida, con miedo a que entraran en su cabeza y con miedo a volverse loca», y la paciente estaba convencida de ello y eso le producía gran angustia». No quería estar en el hospital y se golpeaba la cabeza con las paredes y se golpeaba con las manos. Le comentaron los cuidadores, que había intentado tirarse por una ventana, por salir de allí como fuera”.

Por último, el testimonio del forense revela las terribles consecuencias que afectan a estas mujeres tras lo experimentado, al señalar que “presenta un diagnóstico de trastorno de estrés postraumático crónico, que implica un cuadro de secuelas permanente durante el resto de su vida, con un nexo causal entre el Síndrome de estrés post traumático y los hechos del procedimiento. No vio ningún indicador de exageración ni fabulación, todo lo contrario, conducta de miedo y retraída que tienen que ver con el recuerdo y el abordaje de los supuestos hechos; la evitación es un síntoma típico del estrés postraumático”

Si ya hablamos de responsabilidad civil derivada de los hechos punibles, desgraciadamente dará igual que las sentencias fijen indemnizaciones por los daños morales, físicos y psíquicos que han sufrido y padecerán el resto de sus vidas, visto que los condenados generalmente son declarados insolventes.

Llegados a este punto, cualquiera que lea estas líneas podrá pensar que si existe la reencarnación, puede que no haya peor destinatario de la nueva alma que el cuerpo de una persona que puede ser víctima de trata para ejercer la prostitución.

Los que tengan creencias cristianas sin duda que sentirán una enorme tristeza, recordando a María Magdalena, si bien éstas chicas son de piel oscura y transitan por burdeles, parques y pisos de mala muerte de nuestro país, no de la lejana Galilea.

Para los que sean más frívolos o realistas, ellas no serán más que meras comparsas en un mundo en el que no todo es de color de rosa, donde el sexo mueve ingentes cantidades de dinero y donde por dinero se mata y se esclaviza sexualmente por aquellos que no respetan la vida ajena, a la que no dan valor alguno, salvo que puedan exprimirla.

No hay insulto más recurrente e hiriente que el de llamar puta a una mujer o el injuriar a otros como hijos de puta y ello se repite por sistema en todos los lares.

Pero es que además, en el supuesto de estas prostitutas nigerianas, apenas importará el orden de las dos palabras enlazadas, porque en ambos supuestos, lo despectivo y denigrante es lo que impera.

Negra puta o puta negra, tanto da que da lo mismo, porque siempre se puede mirar para otro lado.
Y cuando los ojos que no ven…ya se sabe, impedirán que mentalmente se cambie la raza y se ponga el rostro de esas jóvenes africanas en hermanas, esposas o hijas tan blancas como la pureza de la que carecen aquellas.

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