LA PELÍCULA DE HOY:RICHARD JEWELL (2019)

Si hay alguien que se merece el mayor de los reconocimientos a su talento y esfuerzo a lo largo de los años, ese es el ya nonagenario Clint Eastwood, una incontestable institución en Hollywood.

Su filmografía, tanto como actor, como director, le ha situado en una cúspide del séptimo arte, a los que pocos privilegiados podrán acceder ya.

Si hablamos ya de su faceta como realizador, cierto es que cuenta con películas elevadas a la categoría de obras maestras, pero también otras más mediocres.

Así todo, durante toda su prolífica carrera, comparable, en cuanto a su incansable trabajo, a la de Woody Allen, siempre ha mantenido un nivel más que apreciable con unos films, que desde hace algún tiempo se vienen aproximando a la realidad social de su país, de la que incluso ha tomado experiencias reales para llevarlas a la pantalla.

Un ejemplo de ello es Richard Jewell, su última película estrenada, a la espera de Cry Macho, que llegará a las salas próximamente, visto que el notable ritmo de vacunación en Estados Unidos, invita al optimismo sobre la asistencia de espectadores.

La película nos narra lo sucedido en relación con el atentado con bomba en un parque de la ciudad de Atlanta en la medianoche del 27 de julio de 1996, en plena celebración de los juegos olímpicos y que arrojó como trágico balance la muerte de una mujer y más de un centenar de heridos, como afectados directamente por la explosión, así como el fallecimiento por infarto de un periodista, que corría hacia el lugar de los hechos para cubrir la noticia.

Aún faltaban cinco años para que acontecieran los terribles atentados del 11 de septiembre de 2001 que cambiarían el mundo, pero aquel episodio supuso una enorme conmoción en la población, máxime si tenemos en cuenta que se trataba de un explosivo de fabricación casera, repleto de clavos, que buscaba hacer el mayor posible en un lugar en el que asistían miles de personas para disfrutar de un concierto y otras actividades, dentro de un clima tan festivo como el que proporciona unos juegos olímpicos, que queda ejemplificado en el film con un multitudinario baile de la Macarena, que tanto gustaba en aquellos lares, algo que a los españoles siempre nos ha llamado la atención.

Téngase en cuenta que la población de Estados Unidos ya estaba necesitada de tomarse un respiro, tras los últimos sobresaltos, en especial, los atentados de Oklahoma el año anterior, que había supuesto la muerte de casi doscientas personas, en un contexto de sumo riesgo por la creciente animadversión por parte de la extrema derecha contra la presidencia demócrata de Clinton.

El título de la película se corresponde con el nombre de Richard Jewell, un treintañero soltero y de físico poco agraciado que vive con su anciana madre y que tras frustrados intentos para formar parte de diferentes cuerpos de la policía de su país, encuentra su gran oportunidad al conseguir un trabajo como personal de seguridad de distintos eventos públicos, durante la celebración de los Juegos Olímpicos de Atlanta.

Y es precisamente Jewell, el primero en alertar sobre la presencia de una mochila sospechosa, en el Centennial Olympic Park ayudando a acordonar la zona hasta la llegada de los artificieros, si bien termina explosionando una bomba, tras una llamada anónima recibida veinte minutos antes y que alertaba sobre lo que iba a suceder.

A partir del día siguiente, todos los medios de comunicación apuntaron a un valeroso acto que había evitado una mayor desgracia en vidas personales, elevándose al joven a la categoría de héroe nacional, hasta el punto que, henchido de felicidad y orgullo, Jewell empieza a ofrecer varias entrevistas, llegando incluso a plantearse la publicación de un libro sobre lo sucedido.

Sin embargo, justo cuando todo ya parecía encumbrarlo como una auténtica celebridad, tres días después de lo sucedido se produce un inesperado giro de los acontecimientos, cuando se publica en prensa que las autoridades afirmaban se trataba de terrorismo doméstico y no internacional y que el propio Jewell estaba siendo investigado por el F.B.I como principal sospechoso de los atentados, dentro de la búsqueda de un culpable, cuya pronta detención mitigaría la alarma social.

Y así, tras una absurda composición de su perfil psicológico que encaja con los patrones de conducta de un perturbado terrorista solitario que pretende llamar la atención (lo cual había acontecido durante las Olimpiadas de Los Angeles 84) el inesperado héroe pasa a villano, en medio de un clima de atosigamiento mediático sin precedentes e inmerso en unos interrogatorios y pesquisas por parte de los agentes federales, que intentan engañar a Jewell para obtener una confesión por la vía rápida.

Si bien Jewell, nunca llegó a ser acusado formalmente, y fue oficialmente excluido de la investigación en octubre de 1996, solo podría respirar tranquilo hasta quedar del todo exonerado y libre de sospechas, cuando en abril de 2005, el supremacista Eric Rudolph se declaró culpable de lo sucedido en Atlanta, tras haberse relacionado con dos atentados que éste había perpetrado tiempo después contra dos clínicas abortistas y un bar de ambiente lésbico.

Aparte de la obesidad de Jewell, no cabe duda que el calvario sufrido durante casi una década, tuvo que influir en sus problemas de riñón y complicaciones de diabetes, para que falleciera en 2007 de un infarto, con tan solo 44 años.

La película está protagonizada por el casi desconocido actor Paul Walter Hauser, que ya nos había llamado la atención, tras encarnar al peculiar amigo del ex esposo de la patinadora Tonya Harding en la película Yo Tonya, de la que ya escribimos en el blog y que con el que coincide en cuanto al arquetipo de perteneciente a una clase de población norteamericana con bajo nivel económico, despectivamente conocida como White Trush (basura blanca)

Secundando a Paul Walter Hauser, destacan la soberbia interpretación de Kathy Bates, como su abnegada y comprensiva madre, con un papel por el que fue nominada al Oscar y Globo de Oro y la actuación del siempre eficaz Sam Rockwel, como su peculiar abogado, que consigue librarle de cualquier implicación en lo sucedido.

Además, los siempre atractivos aunque menos talentosos, Jon Hamm y Olivia Wilde, encarnan respectivamente al imprudente agente del F.B.I, Tom Shaw cuyos irregulares métodos de actuación están a punto de arruinar la vida de Jewell y a la ambiciosa Katy Scruggs que no duda en vender su cuerpo a cambio de una exclusiva.

Al respecto de este último hecho, cabe decir que se trata de una supuesta licencia creativa en el guión, toda vez que nunca ha quedado demostrado que la periodista real que destapó la noticia de la investigación federal, hubiera cambiado información por favores sexuales, toda vez que, tras sufrir una severa depresión por lo sucedido que la harían adicta a los medicamentos, fallecería en 2001 de una sobredosis, sin antes haber revelado cuál había sido su fuente.

Y como no podía ser de otra forma, en era del #Metoo, tras el estreno de la película estalló la polémica, como consecuencia del enfado de la familia de la periodista y del propio periódico para el que había trabajado y que publicó la noticia, el Atlanta-Journal Constitution que reveló parte de la misiva que le había enviado a Eastwood, con el anuncio del ejercicio de acciones legales, en caso de que no indicaran en los títulos de crédito que algunos de los hechos narrados eran ficticios.

«El modo en que se retrata al personaje hace que parezca que el Atlanta-Journal Constitution explota sexualmente a sus trabajadores y/o se favorecen gratificaciones sexuales a las fuentes a cambio de historias. Esto es completamente falso, malicioso, así como extremadamente difamatorio y dañino»

La actriz Olivia Wilde, en el epicentro de la polémica, insistió en que el guión no dependía de ella, pero que en cualquier caso también sería sexista no aplicar la misma indignación a la sugerencia de que el personaje interpretado por su compañero Jon Hamm podría haberse acostado con una periodista.

El propio director, salió al paso de las acusaciones y más centrado en la trama principal, tan solo confiaba que su trabajo pudiera servir para disipar cualquier tipo de duda sobre Jewel, al tiempo que se lamentaba de unos episodios que constituyeron una gran tragedia americana.

“ Fue la primera vez que Atlanta había tenido algo importante en su ciudad -estamos hablando de unos Juegos Olímpicos-, y de pronto, en tres días, ocurre este terrible ataque. Se vieron obligados a encontrar un sospecho. Todo el mundo se vendió. Lo vendieron y no le ofrecieron ni siquiera la base del sistema americano. El FBI y los medios no fueron amables: eso demuestra que la gente buena puede hacer mal las cosas. Richard Jewell era la típica persona que recibía palos”.

Cierto es que Richard Jewell no está al nivel de las mejores películas de su director, ni tampoco las que más recaudación han obtenido (apenas cubrió lo invertido, sin duda influenciado por el inicio de la pandemia) y parece repetir la fórmula, poco antes planteada en Sully, de acercarnos a una historia real de una persona, que pasa de héroe a villano,de la noche a la mañana.

Pero su aséptica e impecable realización, libre de alardes, casi cercana a un producto para la televisión, acompañada por una apreciable banda sonora de Arturo Sandoval que colma el metraje de melancolía, contiene una historia sumamente poderosa y tan bien narrada, que debe hacernos recapacitar sobre la importancia del papel de los medios de comunicación y los juicios paralelos, que pueden llevar a una persona del cielo al infierno con un solo titular, sin que una posible compensación económica por una publica difamación sea capaz de enmendar el daño causado en la reputación de un inocente, que puede marcado para siempre.

Y menos mal que 1996 no había redes sociales.

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