LA PELÍCULA DE HOY: YO, TONYA (2017)

El 6 de enero de 1994 los espectadores norteamericanos se estremecieron al escuchar en televisión los alaridos de dolor de una compatriota, la patinadora sobre hielo Nancy Kerrigan, tras sufrir una agresión en la rodilla con un bastón extensible, acto tan brutal como inesperado, tras finalizar Nancy una de sus sesiones de entrenamiento, previas a su participación en los Juegos Olímpicos de Invierno de Lillehammer (Noruega).

Su desgarrador lamento, preguntándose por lo que había pasado (“¿Why, why?”) resultaba conmovedor e inquietante para la opinión pública, cuando aún resonaban los ecos de lo sucedido meses antes con la tenista Mónica Seles, al ser apuñalada por un espectador perturbado, mientras disputaba un partido en el torneo de Hamburgo.

Las investigaciones policiales y del F.B.I se centraron en una posible conspiración y pronto darían sus frutos, con las detenciones de Shane Stant, autor material de la agresión y de Shawn Eckhardt y Jeff Gillooly, instigadores de un hecho, precedido de notas amenazantes a la patinadora.

Los focos se centraron de inmediato en la figura de la ex esposa de Jeff, Tonya Harding, compañera del equipo nacional de Nancy, y su máxima rival en las pistas de hielo, en su lucha para alcanzar el oro olímpico.

Tras la participación de ambas en la competición, donde una recuperada Nancy logró la medalla de plata y Tonya quedó en el puesto octavo, ésta acabó declarándose culpable de haber obstruido la acción de la justicia, por ser conocedora de la autoría de los hechos y no comunicarlo a las autoridades, lo que supuso una condena de tres años de libertad condicional y una multa de cien mil dólares.

Como consecuencia de ello, la Asociación de Patinaje la despojó de los títulos ganados y la suspendió de por vida para la práctica del deporte.

Si bien nunca ha quedado totalmente esclarecido si hubo un mayor grado de participación de Tonya en el acoso y agresión de su compañera, la ex patinadora sufriría un indudable acoso mediático durante varios años, dividiendo a la opinión pública estadounidense.

Para unos, una odiada villana que planeó la agresión de su compañera, para otros una apreciada víctima de un enfermizo ex marido, deseoso de una reconciliación por un medio tan poco ortodoxo como criminal; en todo caso, Tonya Harding continuaría siendo carne de prensa amarilla y de cotilleo nacional durante un periplo que quizás no supo sobrellevar, con un errático paso por el boxeo femenino y con diversas apariciones en televisión, de dudoso gusto.

Ha sido tanta su repercusión, que incluso tuvo cabida su participación como dibujo animado en la mundialmente conocida serie de televisión Los Simpson, conocida por albergar a infinidad de celebridades, a modo de parodia ácida y aguda.

Recientemente se ha visto a la Tonya Harding real, de 49 años, con la mejor de sus sonrisas, en un programa de televisión de celebridades “El peor cocinero del mundo”.
Sin duda, la ex patinadora, persiste en su voluntad de ganarse al público, esperando que todas las heridas hayan cicatrizado, veintiséis años después de lo sucedido.

En 2017 se llevó a la pantalla está singular historia que llenó de titulares los medios de comunicación de todo el mundo.

La película no solo se centra en el referido episodio, como núcleo principal, sino que repasa la sufrida vida de Tonya, sumida en el entorno desestructurado y casi marginal de una redneck o white trash ( como despectivamente se conoce en Estados Unidos a las personas de raza blanca y de clase baja) y que ya desde niña se vio sometida a la dictadura de una insensible madre, cuyo único objetivo era que su talentosa hija fuera número uno de una especialidad tan elitista y costosa como el patinaje sobre hielo, donde todo es apariencia y buen gusto. Su hostigamiento y duros menosprecios ante el mínimo fallo de Tonya eran públicos y notorios. Sus muestras de cariño o de aprecio ante sus éxitos, inexistentes.

Siendo adolescente y ya distanciada afectivamente de su madre, solo la posterior llegada a su vida de un joven, con quien se casaría y la confianza ciega en su talento por parte de su entrenadora, supondrían poderosos estímulos para su ya prometedora carrera deportiva, que afianzó con la hazaña de ser la primera estadounidense en ejecutar un triple giro en el aire, amén de ganar el campeonato nacional y clasificarse para los Juegos Olímpicos.

Los malos tratos sufridos en su tormentoso matrimonio, la ruptura con su entrenadora, la tensa relación que mantenía con los árbitros de una competición a la que acudía con prendas que ella confeccionaba y los frustrados intentos de reconciliación con su madre, son igualmente tratados en esta película, con formato de falso documental de entrevistas, que se sirve del recurso de los protagonistas para “romper la pared” e interactuar con el espectador, con mucha ironía, rayana con el humor negro.

A destacar, sin duda, su magnífico reparto, encabezado por una intencionadamente afeada y vulgarizada Margot Robbie, que bien pudo haberse llevado el Oscar como mejor actriz, si la competencia por la dorada estatuilla no hubiera sido tan feroz aquel año, al tener como rivales a dos jóvenes, Sally Hawkins y Saoirse Ronan y dos veteranas, la eterna Meryl Streep, y quien a la postre resultaría ganadora, Frances Mc Dormand.

Mejor suerte tuvo su madre en la pantalla, interpretada por la espigada Allinson Janney, más acostumbrada al formato televisivo, demostrando, una vez más, que una reconversión desde la comedia a un genero fílmico más serio, suele conllevar un mayor reconocimiento y premios, como lo fue su Oscar a la mejor actriz secundaria.

Apreciables son también las actuaciones de Sebastian Stan, en el papel del violento marido de Tonya y de Caitlin Carver, todo un descubrimiento actoral, como su amigo y peculiar “guardaespaldas”, prototipo de una supina ignorancia, que evidencia con acciones tan rocambolescas y torpes como peligrosas.

Y también resulta destacable la dirección de Craig Gillespie, que ha elevado de forma considerable el nivel de mediocridad de sus anteriores películas y que esperamos sepa mantener en el futuro.

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