LA PELÍCULA DE HOY: TE DOY MIS OJOS (2003)

Hace unas semanas teníamos oportunidad de entrevistar en nuestro podcast a la abogada de Mujeres en igualdad en Asturias, Sonia de la Paz Fernández Álvarez.

Aquí os dejamos el enlace para poder escucharla.

https://go.ivoox.com/rf/77032416

Apuntábamos entonces que una de las obras cinematográficas que mejor retratan el denominado ciclo de la violencia en supuestos de maltrato a una mujer es la película sobre la que hoy escribimos, que además cosechó un enorme éxito, tanto de público como de crítica.

En este sentido, Te doy mis ojos fue la gran triunfadora en la edición de los Premios Goya de 2004, al obtener los galardones a mejor película, mejor directora (Iciar Bollaín) mejor actor (Luis Tosar), mejor actriz (Laia Marull), mejor actriz de reparto (Candela Peña) mejor guión original (Iciar Bollaín y Alicia Luna) y mejor sonido (Eva Valiño, Alfonso Pino, Pelayo Gutiérrez y José Luis Crespo) y quizás lo hubiera merecido en el apartado de mejor música para el siempre brillante Alberto Iglesias.

Luego nos centraremos en las cuestiones artísticas de la película, pero quizás lo que a priori llama la atención del argumento precisamente es que Te doy mis ojos empieza igual que acaba, esto es, con la salida del hogar por parte de Pilar, la protagonista interpretada por Laia Marull.

Pero la gran diferencia entre ambas salidas estriba en que mientras que la primera, mucho más abrupta y a la desesperada, se hace con lo puesto, como se suele decir y con una evidente confusión e inseguridad en cuanto al futuro más inmediato, la segunda salida ya parece la definitiva, con una Pilar dispuesta a pasar página, con una firme convicción y el acompañamiento de otras personas, sus amigas, que no la van a dejar sola en ningún momento.

Pero hasta ese último momento tan esperanzador que cierra Te doy mis ojos, el símbolo de la vulnerabilidad de Pilar como otras tantas mujeres que sufren maltrato, se materializa a lo largo de la película en algo que a priori ha de suponer confort y calor dentro del hogar y que se convierte en algo mucho más fútil, inane e incluso ridículo fuera lejos del ámbito doméstico, unas simples zapatillas de andar por casa.

Decía el eterno Atticus Finch en Matar a un ruiseñor (muy pronto escribiremos sobre ella) que para conocer bien a una persona hay que ponerse en sus zapatos y caminar con ellos.

Pues bien, en este caso, es en esas zapatillas de Pilar y de tantas otras, en las que uno se debe poner, en cuanto que necesario ejercicio de empatía, siempre desde la perspectiva de un espectador objetivo no exento de cierta sensibilidad.

De lo contrario, con una visión obcecada sobre un problema social como es el maltrato, resulta imposible entender mínimamente lo que puede sufrir una persona cuyo castigo ha sido ser mujer y tener la maldita suerte de compartir su vida con un desalmado que daña a quien dice querer y lo que es peor, difícilmente cambiará.

Sin embargo, a nuestro juicio, el acierto de la película es la valiente decisión de ponerse igualmente en la piel del nefasto Antonio, interpretado por un Luis Tosar que recuerda al “mismo demonio” del que hablaba Cecilia en su mítica canción Un ramito de violetas.

En este sentido, resultan del todo ilustrativas las escenas en las que se entrevista con el psicólogo que trata el control de la ira y que lidera las terapias de grupo, algo que hace veinte años nos parecía tan propio de las películas americanas, pero que demuestra que las dos guionistas, más que estupendamente documentadas, estuvieron muy bien asesoradas por otros profesionales.

Así lo reconocía Iciar Bollaín, con ocasión de una entrevista al diario El Pais:

“Hablamos con psicólogos distintos, que tratan hombre, mujeres y niños, hablamos con un terapeuta especialista del País Vasco, Enrique Etxeburúa, que da terapia a maltratadores, y también pudimos entrar en una terapia de mujeres de una asociación de Toledo. Hablamos con la sección de mujer y malos tratos de la Policía, en Madrid, y leímos algunos libros”

En la referida entrevista de nuestro podcast, Sonía calificaba el ciclo de la violencia como una montaña rusa, con subidas y bajadas, idas y venidas, todas ellas vertiginosas de un verdadero pasaje al terror, en el que si bien perviven intentos de redención del que un día fue amoroso novio y prometedor esposo y padre, para la victima es imposible desprenderse de una angustia vital que lo preside todo, por mucho que pueda parchearse la difícil convivencia atisbando un hilo de esperanza, al que se aferra como a un clavo ardiendo.

Y es que llegara un punto, en el que de nada valdrán ya las flores, los bombones o los libros de arte o los juguetes, que quizás temporalmente puedan comprar a su hijo pequeño, principal víctima colateral del maltrato de su madre, pero que a la postre no dejan de ser menudeces, obsequios vanos y estériles.

Por ello, la simple frase de Pilar, “Ni te perdono, ni te quiero” quizás en su boca suene infantil, por la volubilidad previa que nos ha demostrado, pero resulta lapidaria y demoledora para los oídos de su maltratador, que ya ha perdido la batalla tras un largo periodo de agresiones, físicas y psicológicos y previo intento de aislar a su esposa de una vida mucho más prometedora.

Y es que Pilar ha comprendido finalmente que una aproximación a Antonio es lo más parecido a acercarse a un perro atado al que no sabes si puedes acariciar o no, puesto que desconoces te va a morder o lamer la mano, va a agitar el rabo o ladrarte; así de animal resulta a veces la conducta humana, desgraciadamente, como son tan primarios resultan los instintos de muchos, recurriendo a la violencia como fácil recurso para controlar y someter.

Pero no se puede hablar de Te doy mis ojos sin referirse a la impresionante interpretación de la pareja protagonista.

Luis Tosar se entrega al mismo papel que ya había interpretado tres años antes en el cortometraje Amores que matan, dirigida por la propia Bollaín y del que se nutre en esencia Te doy mis ojos.

Y Laia Marull está realmente impresionante, siendo del todo sorprendente que, pese a sus tres Goyas logrados, sea una actriz que no haya progresado en su carrera cinematográfica como merece su talento.

Así, al tiempo que nos evidencia una fragilidad casi de niña, luego se transforma en una voluptuosa amante, segura de sí misma, para luego volver adoptar un rol de sumisión a un marido y finalmente de templanza y aplomo, que ya no va a dar ni un paso atrás, ni una oportunidad más.

Por ello, visto que no ha conseguido aislarla de otro mundo que no sea él mismo, Antonio termina por tirar la toalla, acto que se simboliza cuando arroja su diario al río, dando por finiquitado su intento de recuperarse y recuperar a alguien que no se merece, bajo ningún concepto.

Aparte de la pareja protagonista, destaca la siempre brillante Rosa María Sarda, en su papel de la madre de Pilar a la que apoya a su manera del todo condicionada por el pasado, visto que ella también ha sufrido el machismo de su difunto marido y que resume con la frase tan lapidaria como injusta de que una mujer nunca debe estar sola.

Pero desde luego que impresiona aún más la interpretación de otra de las mejores actrices españolas, Candela Peña, que asume el complicado rol de la hermana de Pilar y a la sazón principal escollo de Antonio.

Y es que es ella la única que le dice las cosas a la cara a Pilar en su intento quitarle la venda de los ojos para evitar que vuelva al infierno que parecía hacer dejado atrás, sin entender que es la propia víctima la que tiene que caerse del guindo.

Al comando de todos, la pelirroja ex actriz Iciar Bollaín, una joya de nuestra cinematografía, que tras haber impresionado con sus anteriores ¿Hola, estás sola? (1995) y Flores de otro mundo (1999) con Te doy mis ojos nos ofrece una madurez como realizadora, para plasmar un amalgama de sensiblidad y crudeza, tan propio de ese ciclo de la violencia.

Pero además, como apuntábamos partiendo de la postura, nada complaciente para el espectador, de ofrecernos una profunda reflexión sobre los malos tratos, hasta el punto que parecía desmarcarse de las corrientes feministas más extremas, tal y como se deduce de sus palabras en la citada entrevista de El país

“Hay estudios que hablan de un origen biológico y también hay estudios que hablan de unas condiciones sociales. Creo que el machismo no es la causa, sino que ha justificado siempre la violencia, y creo que no es de género, aunque es lo´más corriente. En las relaciones de poder también hay violencia, el mobbing, y en general, en las relaciones personales se puede dar violencia, sin que sea necesariamente hombre contra mujer”

También hemos recogido del mismo diario las impresiones del actor protagonista, con ocasión del Festival de San Sebastián que les proporcionó tanto a Tosar como a Marull, sendas Conchas de Plata por su interpretación.

Y así, Luis Tosar apunta en el mismo sentido de alabar la personal y arriesgada visión de Bollaín, a tratar de buscar un equilibrio.

«Eso es lo arriesgado de la película. Lo otro hubiera sido fácil. Al margen de todo lo que puedas condenar a los maltratadores y el odio que puedas sentir por ese tipo de gente, creo que el personaje que yo interpreto, Antonio, es el vehículo para intentar entender lo que pasa alrededor de estos tipos, su desarraigo social, su silencio, el tabú… La película intenta contar eso, y no simplemente quedarse en que el maltratador es un acomplejado frustrado. Todos somos un poco culpables».

En una entrevista concedida el pasado año a Radio Nacional, Laia Marull guardaba un sentimiento encontrado al recordar el papel que le dio la fama hace ya dieciocho años:

«Fue muy bonito. Era como un tema tabú que no se contaba y que al hacerlo Icíar Bollaín realmente dio en el clavo de mucha gente que necesitaba oír esta historia. Y sirvió mucho para mujeres maltradas y para gente que miraba hacia otro lado. […] Pero con el tiempo da un poco de tristeza ver que estamos un poco todavía en una situación parecida».

En suma, una película imprescindible que debería ser de obligado visionado tanto en los hogares como en educación secundaria.

Porque solo a base de una precoz educación por parte de los progenitores y los docentes podrá erradicarse esta lacra de la sociedad.

Entradas relacionadas

Dejar una respuesta

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies