LA PELÍCULA DE HOY: PERSÉPOLIS (2007)

Nadie va a descubrir ahora a Kathleen Kennedy, a quien su fama como productora de taquillazos la preceden.

No obstante, podría llamar la atención que la actual presidenta de Lucas Film se hubiera embarcado como productora ejecutiva de una película de animación francesa, basada en el cómic de una joven artista iraní.

Sin embargo, llevar a la pantalla la aclamada novela gráfica de la artista Marjane Satrapi, Persépolis, parecía un gran aliciente que pronto cumpliría todas las expectativas habidas y por haber.

Aunque no nos detendremos demasiado en el cómic ( claramente emparentado con Maus, de Art Spiegelman, único premio Pulitzer de la historia de los tebeos) es obvio que su trazo minimalista y de extremada sencillez era un mero envoltorio gráfico de algo mucho más profundo contando con mucha emoción, sensibilidad, amargura y humor negro en un amalgama de sensaciones muy apreciable.

Y precisamente por esta narración, más que por la calidad de los dibujos, es por lo que ha calado más hondo entre un público menos exigente que un entendido al uso.

En principio, hablaríamos de una historia autográfica como la de cualquier otra niña, adolescente y joven, que a lo largo de la etapa inicial de su vida atraviesa por pocas contradicciones e inquietudes antes de llegar a una vida adulta, que si bien puede resultar más anodina, tampoco está exenta de complejidad.

Sin embargo, lo verdaderamente trascendente de Persépolis es el contexto en el que se desarrolla la historia de Marjane.

Y es que hablamos de una sociedad, la iraní, que tras el régimen de un sátrapa monigote de Occidente como lo fue el Sha, viviría en sus carnes que lo peor estaría por llegar.

Lo decimos porque a finales de los años setenta en sustitución de la instalada corrupción política, se implantó un estado fundamentalista que ha pervivido hasta nuestros días y que tal y como estamos comprobando, continúa resistiendo ante los envites una joven población cada vez más harta de la represión institucionalizada.

Lógicamente ahora estamos hablando de la “revolución del velo” y de las movilizaciones que se vienen produciendo desde hace semanas que han derivado en la pérdida de vidas humanas y de cientos de detenciones.

Y todo ello tras la muerte bajo custodia policial de Mahsa Gina Amini, una chica de veinte años que, al igual que lo que vemos en Persépolis, había sido detenida por llevar mal puesto el hiyab.

Precisamente, uno de los personajes del comic y la película mete el dedo en la llaga del lector y espectador cuando señala que no hay mejor caldo de cultivo para un pueblo sin rumbo que el nacionalismo o el fundamentalismo; un aviso a navegantes, sin duda.

Es entonces cuando quienes gobiernan, dirigen y mandan a un desnortada ciudadanía, se convierten en meras fotocopias, que en el caso de Persépolis, son malhumorados funcionarios barbudos que integran un sistema de radical censura escenificado en las calles a través de una policía de la moral, tan infantil como quisquillosa, tan absurda como represora hasta el delirio y siempre enfocada hacia el sector más débil de la población en un estado islámico: la mujer.

Pues bien, es precisamente en este contexto de tamaña dureza (piense el lector en una sociedad moderna y occidentalizada de los años setenta, que de golpe y porrazo, se traslada hacia el siglo VII) y estando latente una cruenta guerra con Irak, cuando trasciende el fuerte carácter de Marjane.

Y es que la curiosa e inquieta niña, cuya extrema sinceridad la convierten en un rara avis en un entorno en el que se encuentra instalada una cobardía social en la que ha derivado el miedo y la resignación popular, pasa luego a ser una díscola adolescente que choca sistemáticamente con la injusticia y que debe encontrar su futuro lejos de su país, para evitar males mayores y ver con sus huesos en prisión, o lo que es peor, en un cementerio, como temen sus padres.

Sin embargo, ni siquiera en Occidente encuentra su sitio Marjane, toda vez que en Viena la joven se siente desplazada y fuera de lugar lejos de su familia y amigos, lo que deriva en una serie de altibajos emocionales, hasta el punto de llegar a tocar fondo y verse obligada a volver a su hogar en Irán.

La importancia de la familia es otro de los puntos clave de la historia, destacándose el apoyo incondicional de sus padres y los sabios consejos de su abuela, una mujer moderna y empoderada , como dicen ahora y que inculca a su nieta que, por encima de todo, debe ser una persona integra y sin dobleces, frente a las injusticias.

Sin embargo, la realidad del represivo Irán y su vida sedentaria la vuelven a poner en su sitio, hasta el punto de padecer una severa depresión combatida por pastillas y más pastillas que están a punto de quitarle la vida, tras un intento autolítico, que viene acompañado de otro de los momentos de ensoñación que la acercan a su dialogante Dios, con el que tantas veces hablaba cuando era pequeña.

Es entonces cuando tras volver a tocar fondo, Marjane entiende que debe ocupar su tiempo vacío y anodino con una de sus pasiones , que a la postre influirá en su futuro profesional, la carrera de bellas artes.

Pero como decíamos antes, la vida adulta no resulta nada sencilla y en especial para alguien inconformista e impaciente que no solo vuelve a tropezar con la misma piedra de la ilusión romántica seguida del desengaño y apatía (quien no haya chocado con esa piedra alguna vez, que tire esa primera piedra) sino que sigue dándose de bruces con una realidad sociopolítica que de nuevo la obligan a emigrar a Occidente, esta vez a Francia.

La autora tampoco desaprovecha la ocasión para dar un tirón de orejas a una acomodada y adormilada civilización occidental, llena de prejuicios y estereotipos que juzgan con superioridad moral a la ciudadanía de otras civilizaciones, como la iraní, otrora gloriosa como Persia, dicho sea de paso.

Como no podría ser de otro modo, el hecho de que la película esté codirigida por la propia autora de los dibujos apuntaba en la buena línea de una fidedigna adaptación, como así ha sido finalmente.

Y es que, en términos generales, traslada la casi totalidad de las viñetas, con algún añadido, como el impagable momento Eye of the tiger, horrorosamente cantado, a sabiendas.

Como curiosidad, destacar que en la versión original en el idioma francés se pueden escuchar a las actrices Clara Mastrioani y Catherine Denueve, poniendo sus voces a Marjane y a su madre, respectivamente.

Tras triunfar en Cannes y los Globos de Oro, Persépolis no tuvo tanta suerte en la edición de los Oscars de 2008, porque si bien tan solo había tres aspirantes al premio a la mejor película de animación, el roedor de Ratatouille parecía un enemigo imbatible.

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