Es ya la tercera vez que escribimos sobre una película basada en una novela de Stephen King, pero en esta ocasión sí se puede asegurar que Misery es, con diferencia, la mejor adaptación de un relato del prolífico escritor de Maine.
Y la explicación de ello reside en que el guión fue escrito por toda una eminencia, William Goldman, fallecido justo hace dos años y cuya contribución al séptimo arte ya se había traducido por entonces en otras maravillas como Dos hombres y un destino, Marathon Man o La princesa prometida.
Por si fuera poco, en la dirección estuvo Rob Reiner, un muy buen realizador que nos ha ofrecido películas de enorme calidad y de temática tan variada como Cuando Harry encontró a Sally, Algunos hombres buenos , La princesa prometida o Cuenta conmigo.
Y fue precisamente esta última película, también basada en un breve relato de Stephen King, lo que convenció al escritor para permitir la adaptación cinematográfica de su novela más apreciada, con la condición de que Reiner estuviera detrás de las cámaras.
Pero la guinda del pastel de Misery nos la ponen sus dos protagonistas principales; en el papel del escritor Paul Sheldon, trasunto del propio King, un recuperado James Caan, y como la enfermera Annie Wilkes, una maravillosa Kathy Bates, que nos brindaría una memorable interpretación, recompensada con un merecídismo Oscar a la mejor actriz, tras haberse llevado el Globo de oro en idéntica categoría.
Y es que sin perjuicio de que Caan cumple a la perfección con su rol de atractivo maduro, sobrepasado por los acontecimientos y condicionado por su limitación física en cuanto a la movilidad, el repertorio tan magistral de registros interpretativos de Bates, compone una de las mejores actuaciones de la historia del cine.
Reiner necesitaba a una actriz que no fuera excesivamente célebre ni atractiva y no cabe duda que aceptó de pleno con su elección para el difícil papel de esta fan obsesionada con un célebre escritor de novelas rosa, al que adora y controla sus movimientos, lo que posibilita que lo salvé de una muerte segura, pero también que pueda retenerlo en contra de su voluntad, para obligarlo a que resucite a su heroína favorita.
En este sentido, al igual que hicimos en nuestra última entrada del blog cuando escribimos sobre Shelley Duvall, hemos de aconsejar que se vea la película,escuchando la versión original en inglés.
Y es que ciertamente no parecía lo más acertado recurrir a la avejentada voz de María Romero, famosa por su doblaje de Mildred en la mítica serie británica Los Roper, a diferencia de la mutación del tono de Bates, dulce de inicio y luego expresión de la cólera propia de un energúmeno o salvaje.
Pero no solo de la voz se sirve Kathy Bates, puesto que sin ningún tipo de histrionismo, también expresa gestualmente unos cambios de humor y de comportamiento totalmente creíbles, que se corresponden con una persona desequilibrada y violenta.
A destacar igualmente la presencia de la mítica Lauren Bacall en su breve papel de la editora de Paul Sheldon y de Richard Farnsworth, como el veterano y sagaz sheriff de pueblo, que a su pesar termina resolviendo el misterio de la extraña desaparición del escritor, componiendo un entrañable personaje, en el que sin duda se inspirarían los hermanos Cohen para el rol de Frances McDorman, como jefa de Policía en Fargo.
Goldman acertadamente rebajó el nivel de crudeza y sadismo que contenía la novela de King, siempre excesivo a la hora de mostrar con su prosa una explícita violencia y sus dolorosos efectos.
Pero pese a que se trata de un film eminentemente comercial, Misery contiene momentos de angustia que aún a día de hoy mantienen su intensidad y obligan a apartar la mirada a más de uno.
Habría que discutir mucho sobre la enfermedad que padece Annie Wilkes, una persona que puede ser piadosa, romántica, enamoradiza, cándida, amable y calmada para acto seguido convertirse en grosera, desengañada, vengativa, agresiva, cruel y furiosa, cuando algo o alguien la contrarían.
Lógicamente, en la novela se detallan de forma más profusa todos los síntomas de lo que en apariencia se trata de un trastorno obsesivo compulsivo,que Wilkes ha centrado en el de su personaje literario favorito, pero con rasgos recurrentes en la psicosis, por sus habituales pérdidas de contacto con la realidad; la psicopatía, por su comportamiento antisocial y carente de empatía; la paranoia, por sus obsesiones derivadas de experiencias vitales traumáticas y la esquizofrenia, por sus radicales alteraciones del comportamiento.
Algunos apuestan a que el propio Stephen King, ex cocainómano y alcohólico, en su novela vino a identificar su adicción con la desequilibrada enfermera y a sí mismo con el escritor secuestrado.
Sea como fuere, en lo que se refiere a sus admiradores, el autor siempre se ha mostrado temeroso de los fanáticos que puedan estar desequilibrados y obsesionados con él, máxime tras haber sufrido un enorme susto, cuando una perturbada irrumpió en su domicilio.
Además, a King siempre le ha traumatizado el hecho de que durante el transcurso de una presentación en 1980, se le acercó Mark David Chapman, quien escaso tiempo después asesinaría a balazos a John Lennon.
Y es que Chapman se dirigió al escritor, profiriendo la pretenciosa frase de la enfermera Wilkes, que se haría famosa en Misery y que Katy Bates repite en la película:
Soy tu fan número uno.