LA PELÍCULA DE HOY: LA PASIÓN DE CRISTO (2004)

No sería exagerado decir que hoy escribimos sobre una película cuyo visionado resulta obligado de cuando en cuando, no solo para cualquier cristiano en particular que se pueda sentir identificado con una de las premisas que sustenta su fe, sino para cualquier cinéfilo que aprecie la calidad de una producción de una calidad sobresaliente.

Y si ya se reúne la doble condición de cristiano y cinéfilo, mejor imposible.

No era la primera vez que el séptimo arte se acercaba a la figura de Jesús de Nazaret, persona que existió en realidad, compartiendo gran parte de historiadores que hay grandes probabilidades que ciertamente pudo haber sufrido persecución por unas ideas consideraras subversivas, y por cuya proclamación ciertamente pudo pagar con un tormento y salvaje crucifixión, al igual que el de tantos condenados a muerte en aquella época tan cruenta que le tocó vivir.

Y queremos dejarlo ahí, en el momento de su muerte, en cuanto a su figura dentro de la historia de la humanidad, sin perjuicio de lo que vendría después, que ya entronca con las creencias religiosas de cada uno.

Obras como Intolerancia, Rey de Reyes, La historia más grande jamás cantada, Jesús de Nazaret e incluso El evangelio según San Mateo o Jesucristo Superstar, precisamente nos habían dado un enfoque más religioso y complaciente, en relación a los acontecimientos que derivaron en su triste final, en base a las sagradas escrituras del Nuevo Testamento.

Por otro lado, la polémica La última tentación de Cristo había levantando ampollas, al tratar de humanizar la figura del redentor de todos los cristianos, en la particular visión de Scorsese.

Pero fue un conocido devoto del catolicismo, Mel Gibson el que daría un paso más, para mostrarnos, sin ambages, un retrato crudo y desgarrador de cómo él entendía que habría sido el sufrimiento y agonía de Jesús, durante su lento y penoso discurrir hasta el monte Gólgota, donde sería crucificado al lado de dos delincuentes.

Durante algún tiempo se ha venido especulando con la posibilidad de una segunda parte, que abordaría en un plano más místico la resurrección de Jesús; en este sentido, en septiembre del año pasado, el actor que había sido protagonista de La pasión de Cristo, Jim Caviezel, reconocía que Mel Gibson le había mandado el tercer borrador de un guión, avanzando que podría materializarse en la “película más grande de la historia”.

No obstante, esperamos que no sea el penúltimo delirio de un cineasta, que desgraciadamente se ha empeñado en tirar toda su carrera por la borda.

De todos era conocida la exitosa trayectoria profesional de Mel Gibson como actor, siendo uno de los más taquilleros de los años ochenta y noventa del pasado siglo, con sagas como Arma Letal o Mad Max, amén de intervenir en diferentes producciones de diversos géneros, como evidencia de su versatilidad interpretativa.

Pero también Gibson nos había venido dando muestras de una impecable labor como realizador, que confirma que su Oscar a la mejor dirección no había sido fruto de la casualidad.

Así, si bien no se ha prodigado mucho en esta faceta, un póker de obras le avalan: El hombre sin rostro (1993) Braveheart (1995) La pasión de Cristo, hoy comentada (2004) Apocalypto (2006) y Hasta el último hombre (2016)

Sin embargo, la vida de este gran actor y director, cuyo atractivo levantaba pasiones diferentes a la de Cristo (no en vano fue nombrado el hombre más sexy del mundo en 1985) no ha venido pasando por su mejor momento, hasta el punto de perder gran parte de la popularidad y carisma que antaño atesoraba.

Y es que es de sobra conocido que desde hace casi dos décadas, Mel Gibson, diagnosticado con trastorno bipolar, ha venido padeciendo serios problemas de adicción al alcohol, lo que ha tenido como consecuencia varias denuncias por agresión a una ex mujer, por la que fue condenado a tres años de libertad condicional o detenciones por conducir ebrio y resistencia a la autoridad.

Además, su impulsividad le ha jugado malas pasadas en muchas ocasiones, al no saber contenerse a la hora de opinar y hacer manifestaciones ofensivas, del todo execrables, para granjearse una merecida fama de antisemita y homófobo, lo cual es ciertamente problemático, si tenemos en cuenta los tiempos que corren y que en Hollywood existe un pujante lobby del que forman parte personas que se han declarado homosexuales, pero sobre todo, muchos judíos.

Y como todo enfermo de trastorno bipolar, en esa vertiginosa montaña rusa descontrolada con periodos de descompensación, Gibson también ha sufrido una severa depresión, hasta el punto de desear quitarse la vida, en varias ocasiones, al igual que el personaje que interpretaba en Arma letal.

Pero en 2004, Gibson aún conservaba el status de celebridad influyente, y decidió dar un valiente paso, con una producción que ya antes del primer día de rodaje resultaba controvertida, arreciando infinidad de críticas en su contra.

Pero antes del estreno mundial contaría con el beneplácito de la persona más importante del catolicismo, Juan Pablo II, quien se mostró muy satisfecho con el resultado, tras el pase privado de la película en el Vaticano.

Y no cabe duda que uno de los motivos del contento papal fue que Gibson, aparte de los Evangelios, se había basado en el relato de las visiones de la monja Ana Catalina Emmerich, beatificada el mismo año del estreno de la película.

“Así tuvo que ser”, manifestaría parcamente el pontífice polaco.

El público acudió en masa a ver La pasión de Cristo y la inversión de treinta millones de dólares, se vio multiplicada en cuanto a los beneficios, hasta llegar a casi de setecientos en todo el mundo, siendo hasta el estreno en 2006 de Deadpool, la película de calificación R (no apta para menores de diecisiete años) con más recaudación de la historia.

Y no es que antes del estreno no hubieran existido reticencias precisamente en cuanto a la afluencia de público, toda vez que la película se estrenaba con subtítulos, algo infrecuente en países como España o Italia, entre muchos otros, en los que se dobla la versión original al idioma propio del país.

Pero además, pese a ser una producción norteamericana, tanto en Estados Unidos y otros países de habla inglesa sería igualmente estrenada con subtítulos.

Y el motivo era que la película estaba rodada en hebreo, además de en otras dos lenguas muertas, arameo y latín.

Sin embargo, la apuesta de Mel Gibson había sido aún mayor, en aras de lograr la fidelidad plena, para que su película fuera estrenada sin subtítulos; afortunadamente en este caso, poderoso caballero es Don dinero y le convencieron para que no cometiera tamaña osadía que nos privaría de enterarnos de muchos de los diálogos, por mucho que conozcamos el nuevo testamento.

No obstante lo anterior, no se tradujeron parte de los diálogos de varios de los soldados romanos que humillan a Jesús, debido a lo crudo de su lenguaje.

Los que no quisieron pasar por caja, tuvieron que conformarse con una copia pirateada de ínfima calidad, de las miles que circularon y se vendieron en la calle o obtenerla directamente de internet; no en vano, en su momento fue una de las películas que más descargas ilegales tuvo; aunque respetamos la voluntad ajena, es una manera absurda de disfrutar de una maravilla del séptimo arte.

Para el difícil papel de Jesucristo, el actor Jim Caviezel, se entregó en cuerpo y alma, nunca mejor dicho, visto que el durísimo rodaje constituyó un proceso de liberación emocional y de devoción espiritual, que para muchos resultó impropio de una persona en sus cabales, máxime después de escucharle hablar sobre todos las lesiones y secuelas que se produjo.

Casualidades de la vida, al aceptar la película, cumplía treinta y tres años y teniendo en cuenta cuáles son las iniciales de su nombre y apellido, tal coincidencia impresionó al devoto Mel Gibson.

Pues bien, ya desde el principio padeció de una dislocación del hombro, al tener que cargar con una cruz de casi ochenta kilos de peso.

Además, por culpa de una falta de entendimiento idiomático entre el director y los actores italianos que encarnaban a los soldados romanos, Caviezel recibió un latigazo que alcanzó su piel en vez de la placa de metal que lo protegía y que le dejó una cicatriz de treinta centímetros, lo cual obligó a sustituir el látigo real por uno digitalizado para evitar más accidentes.

Pero para más inri, nunca mejor dicho, mientras se rodaban las escenas de la crucifixión, amén de sufrir un hipotermia que le produjo neumonía, fue alcanzado por un rayo.

Sentando lo anterior,normal resulta que la piel del cuerpo del actor presentará un tono azulado,que nada tenía que ver con el maquillaje.

Y es que era tal su estado, que un médico presente llegó a temer por su vida, algo que Caviezel asumía como puro sacrifico, tras haber visto a Dios,según sus propias palabras.

Como consecuencia de todo ello, después del rodaje se tuvo que intervenir quirúrgicamente por un problema cardíaco.

Llegados a este punto, puestos a comparar, uno ya sabe cuál de los dos, director o interprete, se sentía más implicado en lo que para ellos parecía verdaderamente una obra de Dios para la que ambos habían sido elegidos.

Cuando se promocionaba el estreno de la película, al ser preguntado en una entrevista si sentía etiquetado como “actor católico” (recordemos que en Estados Unidos la religión dominante es el protestantismo), Caviezel fue categórico:

“ la prensa suele mencionarme como el devoto católico Jim Caviezel, mientras que no se dice el devoto cienciólogo Tom Cruise o el devoto judío quien sea. En esta profesión, ser católico es llevar una diana colgada a la espalda con un letrero: Disparadme”

Más recientemente, en otra entrevista del pasado mes de septiembre, echaba la vista atrás, hablando del vaticinio de Mel Gibson sobre carrera profesional como actor.

“Estas películas no se pueden hacer ahora. Las películas que hacen son las de los cómics de Marvel. Verán a Superman, pero no a Jesús. Yo tuve la oportunidad de interpretar al mayor superhéroe que jamás ha habido. Hoy Jesús sigue siendo tan controvertido como siempre. Las cosas no han cambiado mucho en dos mil años. Tenemos que renunciar a nuestros nombres, nuestras reputaciones, nuestras vidas, para decir la verdad. Mel Gibson me dijo: ‘No volverás a trabajar jamás en esta ciudad’. Y yo le respondí: ‘Todos tenemos que cargar con nuestras cruces’.

Pues bien, Gibson acertó de pleno en cuanto a su negativo pronóstico, porque pese a su aclamada interpretación, en los años posteriores al estreno de La pasión de Cristo, Caviezel apenas ha intervenido en papeles secundarios y en alguna serie de televisión.

Es llamativo además que Caviezel fue el único norteamericano de un reparto internacional, del que destacaban la siempre bellísima Monica Bellucci, en el papel de Maria Madgalena, la sorprendente Maia Morgenstern como la doliente madre de Jesús, Francesco de Vito, encarnando a Pedro, Rosalinda Celentano, como Satanás, Luca Lionello en el papel de Judas Iscariote,. Christo Shopov, como Poncio Pilato y Claudia Gerini, como su esposa Claudia Prócula.

Muchos de ellos reconocieron que el rodaje había supuesto para ellos una experiencia profunda en cuanto a lo espiritual.

Ni siquiera un totalmente entregado a la causa Mel Gibson, dejó pasar la oportunidad de hacer un doble cameo en su película, cargado de simbolismo.

En una de las escenas, Maria Magdalena recuerda cuando Jesús la salvó de la dilapidación, mientras se ve como unas manos trazan una línea en el suelo, que en realidad son las del director.

Y también aparecen sus manos en otra escena mucho más cruenta, al inicio de la crucifixión, cuando el ejecutor romano empuña con fuerza el mazo que va a apuntalar con clavos el cuerpo de Jesús.

A destacar la emotiva composición de John Debney, cuya partitura está salpicada de música étnica y la cuidada fotografía de Caleb Deschanel, que plasmó lo que Gibson perseguía; una traslación a la pantalla de la obra pictórica de Caravaggio.

Ambos fueron nominados al Oscar, al igual que Keith Vanderlaan y Christien Tinsley en el apartado del maquillaje, que en el caso de Caviezel, llegaba a las ocho horas de sesiones previas al inicio de su jornada de trabajo.

Poco bagaje, para un extraordinario trabajo, que al menos hubiera merecido ser nominado a mejor película, director y actor y cuyo fracaso al respecto muy pronto fue atribuido a una vendetta del referido lobby judío de Hollywood

Una de las críticas más feroces que se hizo a la película es que contiene una violencia explícita y gratuita, hasta llegar al sadismo.

No obstante, convendría detenerse para reflexionar sobre cómo ha venido siendo representado Jesucristo tanto en pinturas, como esculturas, hasta el punto de que cualquier niño puede hoy sentirse impresionado en una iglesia, ante la presencia de una hombre clavado en la cruz y con un corona de espinas en su cabeza.

En una entrevista concedida durante el rodaje, Gibson ya anticipaba su opinión al respecto:

“Creo que un menor de doce años no debería verla, a no ser que sea muy maduro. Es bastante fuerte. Nos hemos acostumbrado a ver crucifijos bonitos colgados de la pared. Decimos: «¡Oh, sí! Jesús fue azotado, llevó su cruz a cuestas y le clavaron a un madero», pero ¿quién se detiene a pensar lo que estas palabras significan realmente? En mi niñez, no me daba cuenta de lo que esto implicaba. No comprendía lo duro que era. El profundo horror de lo que Él sufrió por nuestra redención realmente no me impactaba. Entender lo que sufrió, incluso a un nivel humano, me hace sentir no sólo compasión, sino también me hace sentirme en deuda: yo quiero compensarle por la inmensidad de su sacrificio”

El film también fue calificado de antisemita, lo cual tampoco es justo,porque aparecen muchos judíos que apoyan a Jesús y precisamente son los soldados romanos los más crueles.

Pero es que además el séptimo arte ha venido dando sobradas muestras de producciones sobre épocas pretéritas en las que la barbarie y los prejuicios oprimían al más débil, siendo éste hebreo, como por ejemplo en las distintas versiones de Los diez mandamientos, tras cuyo estreno, el pueblo egipcio no se sintió ofendido por ello.

Al respecto, Mel Gibson aportaba en la entrevista una visión mucho más razonable de las que daría tras el estreno de la película, cuando perdería los papeles en uno de sus estados de ebriedad o descompensación de su enfermedad:

“No es una historia de judíos contra cristianos. El propio Jesús era judío; su madre era judía y también sus doce apóstoles. Es verdad que la Biblia dice: «Él vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron». Yo no puedo ocultarlo. Pero eso no significa que los pecados del pasado fueran peores que los pecados del presente. Cristo pagó el precio por todos nuestros pecados. La lucha entre el bien y el mal, y el poder abrumador del amor están muy por encima de la raza y la cultura. Esta película habla de fe, esperanza, amor y perdón. Son realidades que servirían al mundo, especialmente en estos tiempos tan turbulentos. Esta película quiere inspirar, no ofender”

Un año después del entreno, se supo que un jurado popular había declarado culpable a Zack Sinclair, un hombre que tenía prohibido aproximarse a Mel Gibson.

El motivo de la prohibición era que le había enviado varias cartas en las que insistía en rezar con él, tras haber sido enviado por Dios a Los Angeles.

Sinclair materializó dicha insistencia irrumpiendo en la casa del director.

Y es que la fe mueve montañas, pero también a muchos iluminados.

Y si hablamos de luz,esperamos que Mel Gibson la encuentre al final de su largo y oscuro tunel.

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