LA PELÍCULA DE HOY: FUNNY GAMES (1997)

Ciertamente cuesta hablar o escribir de una película tan….jodida, con perdón, como Funny Games.

Si bien puede definirse como film de terror y más específicamente del subgénero de home invasión, Michael Haneke no necesita acudir al fácil recurso del montaje vertiginoso, de los sustos inesperados o de la música opresiva para ponernos los pelos de punta.

Y es que el retorcido director austriaco sabe como meternos el miedo en el cuerpo, sin que ni siquiera podamos plantearnos un ejercicio de suspensión de la incredulidad, pese a que ello pueda ser lo más deseable.

Decimos esto porque todo lo que nos muestra en la película puede sucederle a cualquiera de nosotros, si literalmente dejamos entrar en nuestras vidas a determinadas personas, sin adoptar unas mínimas cautelas de seguridad.

Desde el inicio del metraje, con una toma cenital, Haneke pone las cartas sobre la mesa para advertir que ejercerá de Todopoderoso, moviendo los hilos para llevarnos por donde quiere, sin recurrir a pretenciosos manierismos o ejercicios de pedantería, tan propios de los directores europeos de su quinta.

De mano, en los primeros minutos nos descoloca con una música diegética, la que escuchan los propios protagonistas,quebrándonos mentalmente con el brusco cambio de una apacible opera por la delirante Bonehead de Naked City.

Los malos de la función evidencian un comportamiento cínico y educado, imponiendo sus propias reglas del juego de un macabro maltrato psicológico del que nos hace participes como espectadores, pero con el que difícilmente se puede empatizar o simpatizar, salvo que se posea una personalidad tan vil y cruel como la de ellos.

Además, el director de Amor o La cinta blanca en varias ocasiones nos sorprende con la rotura de la cuarta pared para que uno de los invasores se dirija directamente a nosotros, inesperados testigos de la tragedia que están viviendo los protagonistas.

Original resulta también el cambio de ritmo de la narración que, tras el momento más brutal de la película (de cuya visión se nos priva de modo inteligente) de un desarrollo convencional deviene otro reposado hasta el extremo, con un interminable plano casi teatral sin movimientos de cámara para que, tras casi una hora de permanente desasosiego, nos recompongamos y tomemos aire, al tiempo que lo hace el matrimonio protagonista.

Finalmente nos hace removernos en el asiento con un inesperado giro argumentativo que tan solo dura unos segundos y que desgraciadamente no es de ciento ochenta grados para nuestra tranquilidad, sino de trescientos sesenta, para volver a poner las cosas en su sitio. En el peor de los sitios.

Sería muy osado aseverar que Funny games ha sido una película maldita para parte del casting de la película, por otra parte habitual en los films de Haneke.

Pero más allá de la mera casualidad anecdótica , sorprende descubrir cuál fue el posterior destino de tres de los actores protagonistas, a la sazón los que interpretan al acomodado matrimonio alemán que sufre la invasión (y que además estaban casados en la vida real) y uno de los perturbados que entra en el domicilio de aquellos.

Y así Ulrich Mühe, más conocido por su papel de espía en La vida de los otros de 2007, moriría un año después del estreno de esta película, con tan solo cincuenta y cuatro años, mientras que su esposa Susanne Lothar, actriz fetiche de Haneke, fallecería en 2012, con cincuenta y uno.

Pero mucho más joven murió Frank Giering, el rollizo compinche del cabecilla ( que nos desquicia haciendo bueno lo de que para hacer una tortilla, hay que romper varios huevos) ya que tristemente nos dejaría en 2010, con tan solo 38 años de edad.

De los cuatro adultos protagonistas, tan solo ha sobrevivido Arno Frisch, que ya había coincidido en 1992 con Mühe en otra inquietante película de Haneke, El video de Benny, aunque aquella vez como hijo suyo, de un matrimonio que como en Funny Games, las va a pasar canutas a lo largo del film.

Un orgulloso Haneke sería el encargado de realizar el remake de la versión germana, clonando su propia obra, plano por plano, aunque permutando el reparto para la película norteamericana estrenada en 2017, con los ya consagrados Tim Roth y Naomi Watts para encarnar al sufridor matrimonio y con Michael Pitt y Brady Corbet para interpretar a los temibles jóvenes invasores vestidos de corto.

Sin tener que retomar nuestro exabrupto inicial, no podremos recomendar Funny Games a quienes sean especialmente sensibles a la violencia en el cine, porque hemos de advertir que se trata de una película que solo se podrá afrontar, con mucha templanza de ánimo, cruzando los dedos y con cierto sentimiento escéptico ante la evidencia de que el mal existe y puede estar donde menos te lo esperas.

Y es que como mejor blindaje para nuestra seguridad se impone la prevención y la desconfianza con el objetivo de impedir el acceso a un desconocido.

Y ello supone evitar abrir nuestras puertas (reales o digitales) a determimadas personas que incluso pueden parecernos sumamente atractivas o las más educadas del mundo.

Pura y peligrosa fachada.

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