LA PELÍCULA DE HOY: DESCONECTADOS (2018)

El cartel de este film brasileño es toda una declaración de intenciones, tan gráfica como impactante: una adolescente de dieciséis años sostiene un teléfono móvil, apuntándose a la sien, como si de un arma de fuego se tratará, para quitarse la vida.

Y esto es lo que le sucede a Tati durante el transcurso de la película, como luctuoso hecho derivado de la estupidez de Renet, un reservado adolescente con el que la chica mantiene una relación afectiva en un viaje de estudios.

El chico, celoso de un antiguo novio de Tati, aprovecha un despiste de la chica para coger su móvil, que ella da por extraviado, y decide compartir un vídeo de la ex pareja, que contiene imágenes de sexo explícito, lo que genera un gran revuelo en el instituto, y la convierte en blanco de todas las miradas y de ofensivas burlas de sus compañeros.

Con enorme desosiego, amén de la incertidumbre sobre la identidad del autor de la difusión, la chica se muestra muy angustiada ante la posibilidad de que sus padres puedan llegar a enterarse de lo sucedido.

Pero todo se precipita hacia el abismo cuando Tati descubre que han alojado el video en una web pornográfica y decide dispararse en la cabeza delante de una cámara de seguridad del instituto.

La película fue realizada por Aly Muritiba, un joven y prometedor cineasta brasileño, que encontró una gran aceptación de crítica y público en certámenes tan importantes como Sundance y San Sebastián.

Cierto que Desconectados no contiene un argumento original y recuerda a otras películas ya tratadas en nuestro blog, como muestra de la obsesión de los adolescentes por los teléfonos móviles y por el ansia de compartir su vida a través de las redes sociales, con el riesgo de que su intimidad sea desvelada y de que otros disfruten cruelmente con su escarnio público.

Pero en esta aproximación al ciberbullying, tras el sobresalto que supone para el espectador que la protagonista se quite la vida, cuando apenas se ha alcanzado la mitad del metraje, la historia se centra en la otra cara de la moneda,distinta a la víctima.

Y así, se abordan los lógicos temores de Renet, ante las consecuencias de sus actos, tras haber cometido tamaño despropósito de revelar y difundir la intimidad sexual de otra persona, sin su conocimiento ni consentimiento, pero también un profundo sentimiento de culpa, por la muerte de Tati.

Pero una vez que el adolescente es citado a declarar ante las autoridades, la película se centra en la postura que adoptan sus divorciados progenitores.

Y quizás es esto lo que a la postre resulta más interesante en Desconectados, al plantear de soslayo una situación que se da cada vez más frecuente en nuestra sociedad, con menores como principales perjudicados de las dolorosas rupturas de sus padres.

Por ello cuando suceden tragedias como la de Tati, ante el desconcierto del joven, es cuando quienes deberían haber encauzado a su hijo hacia el lado correcto, se encuentran ahora moralmente obligados a dar el consejo adecuado.

El padre, a la sazón pusilánime profesor de ambos adolescentes, da mal ejemplo como progenitor y docente,siendo partidario de escurrir el bulto, de negar la mayor y en suma, de que su hijo no acepte responsabilidad alguna.

Pero la madre, empática con los familiares de Tati, es proclive a que su hijo acepte su culpa y asuma las consecuencias por lo sucedido.

Y es ahí donde cobra sentido lo que reza en el meritado cartel del que hablábamos al inicio: Las consecuencias también son compartidas.

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