LA PELÍCULA DE HOY: CAMINO (2008)

Tras las alocadas comedias El milagro de P. Tinto y La gran aventura de Mortadelo y Filemón, el director Javier Fesser nos sorprendió a todos con esta película, tan hermosa como dura, antes de reivindicarse definitivamente con su posterior Campeones.

Camino fue la gran triunfadora de la edición de los Premios Goya del año 2009, tras llevarse seis galardones: a la mejor película, director, guión original, actriz principal, actriz revelación y actor de reparto.

El film nos cuenta la trágica historia de Camino, una niña de once años, hija pequeña de un matrimonio que es miembro del Opus Dei (Obra de Dios, en latín) y a quien se diagnostica un proceso tumoral incurable en la columna vertebral, falleciendo tras una agonía de varios meses.

Pero un trauma que resultaría insoportable para cualquier persona ajena a la prelatura, es sobrellevado por la familia de Camino como un designio del Creador y aprovechado por sus representantes sacerdotales como la oportunidad idónea para glorificar a una niña que está asumiendo la voluntad de Dios con una entereza cristiana pocas veces vista.

La película está inspirada en una historia real, la de la niña Alexia González-Barros, fallecida en 1985 a la edad de catorce años y actualmente en proceso de beatificación, como paso previo a la canonización.

Los familiares de Alexia mostraron públicamente su discrepancia con la película, recibiendo como respuesta del director que el propio Opus Dei, siempre recelosa y oscurantista, no había dado la cara y se había escudado cobardemente en ellos para desprestigiar su film.

A la cabeza del reparto destaca la debutante Nerea Camacho, que se llevó un merecido Goya, deslumbrando con su interpretación de Camino, una adorable y preciosa chiquilla que es todo expresión y dulzura y que en la flor de la vida, justo cuando había descubierto su primer e inocente amor terrenal, se refugia en el espiritual, para emprender una dolorosísima travesía, sumida en una pesadilla marcada por el exacerbado sentimiento religioso de su entorno.

Como madre de Camino, y también ganadora del Goya, Carme Elías aborda el difícil papel de representar a una persona fanática a ojos de un ajeno a la causa del Opus Dei, en cuanto que férreo y opaco adoctrinamiento del catolicismo, pretendiendo que su hija viva la experiencia de su horrible calvario físico como un privilegio y con el gozo y dignidad de una sierva de Dios.

El siempre brillante Mariano Venancio encarna al padre de Camino, ligado con ella por una relación muy especial y que afronta con templanza el difícil trance que nuevamente les ha tocado vivir, tras el fallecimiento de un hijo recién nacido, si bien finalmente se siente frustrado por la cercanía del fatal desenlace y el nulo apoyo de su esposa, cuya extrema devoción ha heredado su hija mayor, ahora numeraria del Opus y cada vez más alejada de la familia.

Y esa hija mayor es interpretada por Manuela Vellés, de gran parecido físico con Nerea Camacho, y que nos hace testigos de su severo régimen, que la propia chica lleva hasta el extremo, para entregarse en cuerpo y alma a la causa en cumplimiento de sus votos, en virtud de una sectaria dirección espiritual que impone el autocontrol emocional y el aislamiento social.

El guionista y a la sazón director, no pierde la oportunidad para salpicar la tragedia con ciertas gotas de humor en los momentos más agónicos de la niña, acudiendo de forma inteligente al juego de unas palabras que, según quien las perciba, son interpretadas diversamente.

Y así, partiendo de la coincidencia del título de la película con el de la más famosa obra literaria del controvertido fundador del Opus Dei, José María Escrivá de Balaguer, Jesús es también el nombre del niño del que se enamora la cría y la obra es, a su vez, la función de teatro que van a representar sus compañeros de clase.

A destacar los brillantes efectos digitales a los que se recurre para describir los episodios oníricos de la chiquilla, en buena parte marcados por su gran imaginación, pero sin duda influenciados por la desmesura de la imaginería religiosa.

También impresiona la naturalidad con la que se aborda el devenir de las distintas intervenciones quirúrgicas que padeció la pobre niña, hasta que la medicina cedió finalmente, para dejarla en manos de su Dios.

En suma, una valiente película que, sin acudir a meras frivolidades o a la fácil sensiblería, persigue el doble objetivo de desgarrarnos el corazón, pero también remover conciencias sobre la sustancial divergencia existente entre un bienintencionado apostolado y el proselitismo religioso más perverso que juega con las creencias de sus fieles y se aprovecha de su bondad para manipularlos.

Y es que no hay fe más nociva que una mal entendida, sin que esté de más recordar que, como señalaba el periodista y escritor Javier Pérez Pellón, la fe no es otra cosa que esa enorme potencia que da al hombre la facultad de creer en algo que sabe positivamente que no existe.

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