Leía el mes pasado en el diario digital satírico El mundo today que la generación Z ya se había aburrido de la guerra de Ucrania, exigiéndose nuevos conflictos bélicos, tras quejarse de que era muy de febrero de 2022.
Bromas aparte, cierto es, que cuando se cumple el día número cuarenta y uno desde el inicio de las hostilidades por parte de la Rusia de Putin, las noticias de la invasión, que ya venían ocupando un papel más secundario en los informativos, más allá de la deriva económica que afecta a nuestros bolsillos, han vuelto a cobrar protagonismo al descubrirse en varias localidades que el repliegue de las tropas invasoras ha dejado cientos de cadáveres de civiles ejecutados por los soldados rusos.
Pues bien, lo que se empieza a calificar como genocidio en toda regla, dentro del horror que supone una encarnizada guerra en la que no solo existen bajas militares, ha sido velozmente desmentido por el Gobierno ruso, acusando de montaje ucraniano, si bien ha obtenido como inmediata respuesta una información del New York Times en la que verifica la existencia de los cuerpos, al cotejar las imágenes obtenidas hace semanas a través de satélites, con las que están inundando los informativos en los últimos días.
Antes de continuar, animamos a nuestros lectores para que revisen nuestras dos publicaciones escritas en el blog, amén de escuchar el interesante episodio que hemos dedicado recientemente en nuestro podcast, en tanto que permiten situarse en el actual contexto, con una guerra que tiene visos de seguir.
Siempre ha sido recurrente decir que la verdad es la primera víctima de una guerra, aunque convendría rememorar la mítica escena de Algunos hombres buenos, cuando el enfurecido militar encarnado por Jack Nicholson contestaba en el estrado al insolente abogado interpretado por Tom Cruise:
“¿Quieres la verdad? ¡Tú no puedes soportar la verdad!”.
Pues bien, cabe preguntarse cómo está afectando a la opinión pública el consumo de tanta y tan cruda información de lo que está sucediendo aquí al lado, a las puertas de la Unión Europea, partiendo de la base de que en el actual contexto de una vida digital que prima por encima de todo, son muchas las fuentes a las que se puede acudir, sin que ello suponga una mayor fiabilidad en cuanto a la veracidad.
Una veracidad que a veces puede ponerse en tela de juicio con cierta certidumbre, habida cuenta de que con los actuales medios , con esmero puede prefabricarse una realidad paralela e impactante; es el caso por ejemplo de una escena que se hizo viral por parte de las autoridades ucranianas para sensibilizar a Occidente, en la que se veía como varios cazas bombardeaban la torre Eiffel, ante el estupor y pánico de la población parisina.
Pero si hablamos de manipulaciones más burdas, son muchas las falacias que inundan las redes sociales y bien harán los medios de comunicación tradicionales en no caer en la trampa y contrastar si lo que aparecen en las mismas es real o se corresponden con datos actualizados, antes de hacerse eco de ellas, por mero interés sensacionalista.
Falacias como servirse de fotos o vídeos de conflictos pasados, e incluso de videojuegos o directamente inventarse noticias que pueden resultar del todo hilarantes como que el “actor” estadounidense Steven Seagal integra las fuerzas especiales rusas o que el Gobierno de España formará a jóvenes de 18 a 25 años en caso de guerra.
Todo ello obligan a acudir a páginas especializadas en desmentir fake news, denominadas de fact checking; ¡ cómo odiamos recurrir a anglicismos…..!
Sin embargo, bulo o no, bien sea para regocijo de desalmados que tienen mucho tiempo libre y poca moralidad, bien para hinchar con fétido aire el globo de la propaganda y la desinformación, uno ha de contar con suficientes parámetros para cerciorarse de si le están dando gato por liebre o le toman por imbécil.
En este sentido, no es la primera vez que protesto públicamente en cuanto a que me siento zaherido como defensor de una democracia europea que me está privando de fuentes de información, al censurar las emisiones televisivas de Russia Today, por poner un ejemplo, dado que nos ponemos en el mismo nivel que Putin, un liberticida que hace lo propio en su país.
Sea como fuere, conviene ser muy precavidos a la hora de cotejar cierta información para verificar cuál es la que se aproxima a la realidad, en un momento en el que algunos influencers, sin duda alentados por una juventud que empuja a la temeraridad, pero hinchados de la soberbia que deriva de su exposición pública y la ganancia de nuevos seguidores, y por qué no decirlo, dinero, se juegan literalmente la vida al aproximarse a la zona en conflicto como si de veteranos reporteros de guerra se trataran.
Mientras tanto, desde la distancia, los demás somos meros espectadores de la tragedia, y cada cual lo asume con mayor grado de sensibilidad; desde los que se horrorizan ante las dantescas humanas, hasta los que esperan ansiosos el inicio de los informativos para satisfacer su morbo, si es que no han podido nutrirse de la cantidad de imágenes y vídeos que circulan por las redes sociales.
En este sentido, no es difícil encontrar en youtube retransmisiones en directo con cámaras que enfocan la ciudad de Kiev, mientrasque en el respectivo chat se debate sobre el próximo bombardeo, como si fuera el propio de un canal en el que se habla de un videojuego, como buena parte integrante de nuestra cultura de ocio y entretenimiento.
Ya en su momento hablamos de la industria del videojuego al hilo de otra publicación de nuestro blog.
https://teacusodeacoso.com/adicciones-sin-sustancia-los…/
Pues bien, se corre el riesgo con tamaña normalización del consumo de imágenes de violencia, el que termine frivolizándose con algo tan crudo como es una guerra, a la que muchos han jugado como soldados e incluso mercenarios, como muchos de los reclutados para la invasión de Ucrania.
Pero si hablamos de videojuegos bélicos, es obvio que nos hemos de referir a Call of duty, vista la enorme aceptación que ha tenido desde hace años, y que recrea escenarios brutales, con combates de todo tipo en los distintos conflictos que han marcado la historia reciente del mundo, incluidas distintas operaciones especiales tendentes a derrocar gobiernos de países rivales.
Lo llamativo es que precisamente en 2019 el videojuego fue objeto de enorme polémica tras ser denunciado por “rusofobia”, visto que parte de algunos escenarios ficticios que se muestran, recuerdan demasiado a poblaciones de Siria, donde centenares de civiles fueron masacrados y sus ciudades arrasadas tras los bombardeos de la aviación enviada por Putin.
Cuestión diversa es que superado el filtro de la veracidad, quepa preguntarse hasta dónde se debe llegar a la hora de mostrar determinadas imágenes que pueden herir la sensibilidad de los espectadores, dentro del derecho a la libertad de información que existe en todos los países democráticos.
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 demostraron cómo los medios norteamericanos eran extremadamente prudentes, privándonos de miles de imágenes que nos hubieran horrorizado, como lo hicieron otras que tres años después, sí fueron mostradas por los españoles, tras los atentados del 11 de marzo en Madrid.
Por eso, si ya hablamos de menores de edad, uno ciertamente ha de ser muy precavido como progenitor, antes de decidir si su hijo ha de ver los informativos, que muy de soslayo suelen advertir sobre el contenido de explicita violencia y crudeza que muestran el sonido de las sirenas, los bombardeos, los tiroteos, los desesperados refugiados que huyen, las fosas comunes, o los cuerpos diseminados por el territorio ucraniano.
En este punto, amén de los códigos de conducta propios de los distintos medios de comunicación, parece que se olvida que ha de ser aplicación la Ley 7/2010, de 31 de marzo, General de la Comunicación Audiovisual, cuyo artículo 7 establece que los contenidos que puedan resultar perjudiciales para el desarrollo físico, mental o moral de los menores solo podrán emitirse en abierto entre las 22 y las 6 horas, debiendo ir siempre precedidos por un aviso acústico y visual, según los criterios que fije la autoridad audiovisual competente.
Cuando redactamos estamos estas líneas, presenciamos en el canal de youtube de la ONU, cómo el representante de la Federación Rusa en el Consejo de Seguridad protesta formalmente tras las acusaciones de genocidio a las que antes nos referíamos.
Poco después intervendrá por videoconferencia el que algunos ya califican (a nuestro juicio exageradamente) como el Churchill de nuestros días, el Presidente de Ucrania.
Volodimir Zelenski ha dejado como “plato fuerte” de su ronda de comunicaciones con los parlamentos de la Unión Europea al Congreso de los Diputados de España y seguro que Pedro Sánchez, henchido de satisfacción, nos venderá su intervención como un éxito.
No obstante, basta con ver el calendario para cerciorarse de la estima que tiene Zelenski sobre nuestro país, al igual que muchos de nuestros socios europeos, tras más de un mes del inicio de la invasión, pese a ser próximamente nuestro país anfitrión de su deseada (y ahora renunciada) OTAN : somos los últimos de la fila.
Muchos daban ya por fenecido al Gobierno de Putin por las sanciones económicas y la resistencia ucraniana, pero se mantiene igual de belicoso y desafiante como el primer día del conflicto.
Y es que no solo cuenta con un poderoso aliado “con la boca pequeña”, como es China, sino porque sigue financiando su invasión a través de la venta de gas y petróleo, precisamente a los que le imponen las sanciones económicas, amén de sustentar el apoyo militar a su rival, lo cual no deja de ser una triste paradoja que apesta a mortandad de inocentes.