LA CANCIÓN Y LA PELÍCULA DE HOY: SABRA Y CHATILA, DE ALBERTO CORTEZ Y VALS CON BASHIR (2008).

La mente humana es algo indescifrable y apasionante, digno de permanente estudio y no en vano, ya nos hemos referido en nuestra web y en el podcast a la importancia del cuidado de la salud mental, uno de los retos del presente siglo XXI.

Pues bien, a propósito del mobbing,  en su momento tuvimos ocasiones de escribir en el blog sobre uno de los padecimientos más severos de quienes lo sufren,  en cuanto que víctimas que han sobrevivido a episodios traumáticos de su pasado y que suelen luego  reexperimentarlos , principalmente a medio de flashbacks.

https://teacusodeacoso.com/el-trastorno-de-estres-postraumatico-a-causa-del-mobbing/

Cierto es que muchas veces tamaña patología (que puede concurrir en supuestos de acoso laboral o escolar pero también como secuela de situaciones de extrema violencia, incluida la de género o de abusos sexuales) se sufre de forma individualizada y en todo caso, derivada de una experiencia propia.

 Pero en ocasiones, la tragedia ha podido haber sido compartida por muchos, como es el caso de quienes sufren padecimientos psicológicos tras ser protagonistas de un conflicto bélico, ora como soldados ora como civiles, así como de quienes han sobrevivido a un atentado terrorista o a un grave siniestro.

Sin embargo, lo curioso es que para otras víctimas de los mismos sucesos traumáticos y  violentos, sucede justo lo contrario, esto es que se borran temporalmente de su memoria episodios cuyo rescate para ser recordados resultaría del todo insoportable.

Es entonces cuando hablaríamos de lo que se conoce como amnesia disociativa, que incluso puede hacerse extensiva a algunos victimarios que hayan sido autores de lo sucedido e igualmente a los encubridores o cómplices.

Pues bien, es este último es el caso de la amnesia que padece el protagonista de la desgarradora película de animación sobre la que hoy escribimos.

 Y así, para interpretar una pesadilla que le despierta en sueños, decide reconstruir su pasado con los retales de los recuerdos de otros amigos y testigos directos de uno de los episodios más graves acontecidos durante último cuarto del pasado siglo XX y del que ahora se cumple el cuarenta aniversario: la masacre de los campos de refugiados de Sabra y Chatila en el sur de Beirut.

Conviene precisar que si bien se trata de un genocidio en toda regla y así ha sido reconocido por la Asamblea de Naciones Unidas, la atrocidad  perpetrada por la Falange Libanesa ( grupo inspirado en la española, donde predomina como postulado la defensa a ultranza del cristianismo, lo que demuestra que no solo existen radicales entre los musulmanes o los judíos) es un negro episodio de la historia que se tiende a olvidar,  por afectar a un pueblo tantas veces castigado como es el Palestino, que ya parece llevar escrito en la piel el sufrimiento perpetuo, venga éste desde donde venga.

Para situarse en el contexto previo de los hechos recomendamos al lector que haga también las veces de oyente de nuestro podcast y  escuche el episodio de nuestra segunda temporada que dedicamos al conflicto entre Israel y Palestina, que también se hizo extensivo en cuento al territorio a otras zonas.
Y así, el Líbano fue invadido en 1982 por tropas israelíes para sofocar los actos terroristas de la OLP, a través de una Al Fatah cuyos fedayines actuaban desde allí contra el estado hebreo.

https://teacusodeacoso.com/podcast-episodio-26-palestina-mas-de-un-siglo-de-oportunidades-perdidas-con-angel-riesgo/

Pues bien, una vez controlada la situación por parte de las fuerzas invasoras, aconteció el trágico suceso que desencadenaría un acto de sangrienta represalia del todo injustificado y desproporcionado: el atentado con bomba contra el flamante Presidente del Líbano, adorado por su pueblo y líder de la Falange, Bashir Gemayel, que ocasionó su muerte y la de casi otras treinta personas.

Dos días después, y sin ni siquiera haberse reivindicado el atentado, el 16 de septiembre de 1982, los guerrilleros de esa organización libanesa irrumpieron en los campos de Sabra y Chatila.

Y allí, de modo arbitrario, los Falangistas cristianos lo pagaron con los más indefensos, los refugiados palestinos, sembrando el pánico durante tres horribles días, dejando a su paso un reguero de sangre derramada por personas inocentes, incluidas muchas mujeres y niños.

Hablar ahora de cifras es muy complejo, vista la opacidad de las autoridades, pero las estimaciones más pesimistas apuntan a tres mil quinientas personas y las más optimistas, a doscientas.

Sea como fuere, todo ello aconteció con el total beneplácito, cuando no aliento, del ejército israelí que, in situ o sobre el terreno, no hizo nada, absolutamente nada por impedir el genocidio, visto que ninguna orden se dijo en sentido contrario de quien sí podía haberlo hecho para frenar la masacre desde un inicio: el Ministro de Defensa de Israel, Ariel Sharon.

Pese al horror acontecido, su criminal indolencia se saldó meses más tarde con una dimisión forzada tras las investigaciones del Presidente de la Corte Suprema de Israel, Yitzhak Kahan  que concluyeron con una declaración de responsabilidad “indirecta” de Sharon.

Ciertamente, de cara a la opinión pública, de poco servirían las alabanzas a la Comisión Kahan por parte del reputado político norteamericano Henry Kissinger, en cuanto que demostrativo de un plausible ejercicio de la búsqueda de la verdad por parte de un estado democrático.

Y lo decimos porque Sharon, pese a ser aparentemente defenestrado, no quedaría ni mucho menos dilapidado políticamente ante sus compatriotas, visto que, no solo luego continuaría con éxito con su carrera, como líder del partido de derechas Likud y sería el principal factor provocador de la segunda intififada palestina, como paso previo a alcanzar el puesto más soñado, el de Primer Ministro.
 
 Sin duda, todo un prototipo de “halcón” que, como vemos, en los años ochenta ya apuntaba las peores maneras, y que luego propugnaría el ojo por ojo y el conflicto bélico como soluciones más plausibles para resolver los problemas con sus vecinos palestinos.
 
No es de extrañar que muchos dieran gracias a Dios cuando Sharon enfermó gravemente, permaneciendo durante un largo  estado de coma hasta su muerte en 2014.

Pero volviendo a la película Vals con Bashir, hay que apuntar que se trata de una reciente joya de la animación, casi de comic, realizada con una precisión técnica exquisita, que además está acompañada de la música de Max Richter, considerado el padre del minimalismo musical, y cuyo tema más conocido y sumun de la melancolía es On the Nature of Daylight, incluido tanto en la banda sonora de Shutter island (2010) como de La llegada (2016)
 
Además, el hecho de que trate de un film israelí, como también lo es Ari Folman (su director y el personaje animado protagonista, en cuanto que estuvo presente como soldado el terrible escenario de los hechos) supone un ejercicio honesto de intento de redención por una tragedia, en la que como decimos, el papel de Israel fue tristemente decisivo.

La película compone toda una miscelánea entre documental y retrato autobiográfico y tiene momentos ciertamente gloriosos a la par que impactantes.

Por ejemplo, cada destacar al comienzo la recreación de la pesadilla del protagonista con esa jauría de perros rabiosos que se lo llevan todo por delante o la escena en la que los soldados se bañan desnudos en la playa y luego se acercan lentamente a la orilla.

Igualmente, los dos momentos de delirio o locura presentes en toda guerra, cuando disparan sin sentido desde los tanques durante la incursión terrestre o cuando un estresado soldado gira sobre sí mismo apuntando y disparando hacia posibles francotiradores, siendo su giro, precisamente, lo que da lugar al título de la película: el baile con el dirigente libanés del que hablábamos antes y cuyos carteles figuraban por doquier.

 
Sin embargo, lo que realmente le ha de quedar a uno en la retina, si es que tiene un mínimo de sensibilidad, son esos alaridos de dolor en lo más profundo del corazón, por parte de las mujeres palestinas que han sobrevivido al horror y lloran a sus muertos, con unas imágenes animadas que finalmente se tornan en las reales que muchos pudieron ver en los informativos y ya parecían haberse olvidado, en esa normalización de las tragedias que tanto nos merma como humanos.
 
Vals con Bashir ganó merecidamente el Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa y aspiro sin la misma suerte a idéntica categoría en los Oscars, siendo ciertamente extraño que no fuera también nominada en el apartado de mejor película de animación.
 
Pero, si bien a los efectos de aproximarnos a una versión más artística de lo acontecido nos parecía oportuno dedicar unas líneas al cine y más en concreto a esta película, tampoco se pueden desdeñar otros acercamientos desde la música, máxime cuando contamos con un precedente y además cantada en castellano por uno de los más exitosos cantautores latinos, Alberto Cortez.

El que caso es que el argentino, nacionalizado español ya le dedicó un tema en 1983, titulado precisamente Sabra y Chatila y cuya letra recordamos, toda vez que ya incidía por entonces, precisamente en lo que apuntábamos antes: la apatía e hipocresía de la comunidad internacional:

¿A dónde estaba el sol cuando sonaron los ecos desatados de la ira?

¿No será que las sombras lo apagaron en Sabra y Chatila?

¿A dónde estaba Dios, cuando la gente fue sometida a hielo en las pupilas?
 
¿No será que se ha vuelto indiferente en Sabra y Chatila?

¿A dónde estaba yo, en qué galaxia,insensible leyendo la noticia?

¿No seré uno más en la falacia de Sabra y Chatila?

¿ Y a dónde estabas tú, con tu arrogancia, poderoso señor que en la mochila llevas todo el cadáver de la infancia de Sabra y Chatila?
 

¿A dónde está la voz del abogado fiscal de la razón y la justicia?
¿No será que sus leyes derogaron en Sabra y Chatila?

¿A dónde está el orgullo de los hombres,o acaso hay que decir «»hipocresía»»?

¿Por qué tanto dolor no tiene nombre en Sabra y Chatila?

¿A dónde estaba yo mi buen amigo que tengo la conciencia tan tranquila?
No habrá sido adorando al enemigo de Sabra y Chatila
 
¿O acaso estaba yo con los soldados metido a la distancia, entre sus filas aceptando los hechos consumados en Sabra y Chatila?

Es tiempo de dictar comunicados que limen lo espinoso de la espina.
¿Qué harán para ocultar lo que ha pasado en Sabra y Chatila?


¿Qué harán para que amengüe la condena histérica, total y colectiva?
 
¿Qué harán para que cese la gangrena de Sabra y Chatila?

Aunque yo siga ausente en mi galaxia comentando en canciones la noticia, el ángel del horror sigue su marcha en Sabra y Chatila.

Deambula por Beirut y en otras lunas, reptando sin parar, como una anguila.
Insaciable y cegado por la gula de Sabra y Chatila.
Tal vez quiera llegar hasta mi puerta.
Tal vez ya esté a la vuelta de la esquina.

Pero abierta la herida sigue abierta en Sabra y Chatila.

Sin quitarle razón a Cortez, la herida ahí sigue, ciertamente, pero muchos siguen sin verla, ni abierta, ni cerrada.

Verla sí que sería un sincero ejercicio de memoria histórica.

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