FAKE NEWS EN PLENA PANDEMIA DE CORONAVIRUS

A quien redacta estas líneas se le hace ciertamente insufrible tener que recurrir a términos anglosajones para referirse a determinadas situaciones, cuando disponemos de un idioma, el castellano, tan rico en vocabulario como el que más.

Pero he de rendirme a la evidencia, y ya empieza a ser recurrente, que tengamos que servirnos de los anglicismos, y me incluyo por desgracia, máxime cuando son los propios medios de comunicación, los que, olvidándose de nuestro maravilloso léxico, en vez de de ejemplificar a la población lo simplifican todo, sin hacer el mínimo esfuerzo por traducirlos, cuando resulta del todo sencillo.

Vivimos en plena generación milenial (millennial), para lo bueno pero también para lo malo. Ciertamente se venía diciendo que el latín era una lengua muerta, hasta su desaparición de los planes de estudios; espero que no matemos también al castellano, que literatos como Cervantes, Quevedo, Becquer, Miguel de Unamuno, Juan Ramón Jiménez y tantos otros, han ayudado a consolidar durante siglos.

Aunque esta vez le daré mi pequeña puñalada trapera a mi idioma, refiriéndome en las próximas líneas a las fake news.

Se trata de noticias falsas, bulos o trolas, siendo más castizos, o mentiras, siendo más directos.

En estos momentos, tras ser dictado el Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, por el que se declara el estado de alarma en España, nos encontramos en un situación tan inusual por excepcional, como inédita en nuestra Democracia.

La pandemia del maldito coronavirus está dejando muchos muertos, colapsando el sistema sanitario y anticipando lo que se antoja como una global crisis económica, que nos afectará sobremanera como el segundo país más castigado en Europa y el cuarto en todo el mundo.

El sentido común obliga a que todos los ciudadanos hagamos el esfuerzo de seguir las directrices que nos marca el Estado, en aras de contener el contagio pero todavía muchos incautos e irresponsables, amén de insolidarios, siguen saltándose a la torera la excepcional normativa que nos restringe nuestros movimientos, salvo justificadas excepciones.

Y de incauto e irresponsable cabe calificar también el bombardeo de noticias falsas que llegan a nuestros dispositivos móviles a través de las redes sociales como Twiter , Facebook e Instagram y de aplicaciones como Whatsapp.

Recibidas esas noticias es frecuente que nosotros las reenviemos sin contrastar la fuente de información, a veces confundidos por supuestos logos de organismos oficiales, que simplemente son el resultado de una simple edición de imágenes o vídeos y textos.

Es el caso, por ejemplo, de las imágenes en video de una aglomeración ingente de personas queriendo acceder a un centro comercial y que se trató de “colar” como si se tratará de un histérico acceso a un establecimiento en plena pandemia. Nada más lejos de la realidad: eran imágenes de hace tiempo en un centro comercial alemán por motivo de unas rebajas.

E igualmente nos referimos a supuestos comentarios efectuados por personas públicas en redes sociales como Twiter o Facebook, que los propios personajes se apresuran a desmentir por falsos.

En este sentido, tendremos ocasión de referirnos a multitud de conductas ilícitas en futuros artículos de nuestro blog, pero sorprende que no esté tipificada en nuestro código penal la suplantación de identidad en las redes sociales, sin perjuicio de la posible vulneración civil del derecho al honor, la intimidad y propia imagen.

Por ejemplo, una cuenta de Twiter del ex Presidente del Gobierno Felipe González criticando duramente la gestión de la crisis sanitaria por parte del Gobierno de España; pronto se supo que la cuenta era falsa.

No cabe duda que con las conductas anteriores se genera tensión, miedo, desesperanza, y discordia que afectan a muchas personas que quizás no tengan en estos momentos un ánimo firme para soportar tales sentimientos.

Y esas conductas son intencionadas o dolosas en cuanto a su conocimiento de la falsedad de las mismas y su afán por distorsionar la realidad de las cosas.

A la espera que por parte de la nación, una vez superada esta grave crisis, se legisle sobre esta materia, tan solo contamos con los recursos que de muy de soslayo nos ofrece nuestro código penal sobre falsedad y calumnias, sin perjuicio de que, por la gravedad de la conducta, pueda encajarse en otros delitos, como los cometidos contra los derechos fundamentales.

Es lo que ha sucedido recientemente y de forma novedosa, tras una querella interpuesta por la Fiscalía de Barcelona y que ha sido admitida a trámite por Juzgado de instrucción número 5 de Sant Feliú de Llobregat.

Según dicha querella, una internauta, con el ánimo de infundir odio de forma masiva e indiscriminada y de denigrar al colectivo de menores extranjeros, difundió en su cuenta de Twitter un vídeo que mostraba las agresiones de un grupo de alumnos a una profesora de un centro de menores; pues bien, el hecho había acontecido en Brasil y fue atribuido falsamente a un centro de menores no acompañados de España.

En www.teacusodeacoso.com estaremos atentos al devenir del procedimiento, que puede ser precedente de muchos otros.

Detener lo falaz en internet constituye una obligación primordial de un Estado de Derecho para que la verdad no se tambalee de forma maliciosa.

Decía el senador estadounidense Hiram Johnson en 1917 que la primera víctima de la guerra es la verdad.

Ahora no ha tocado librar una guerra contra un enemigo invisible, el Covid-19.

VENCEREMOS,PERO POR FAVOR,QUÉDATE EN CASA

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