ENSAIMADAS RELLENAS DE BLANDIBLÚ.

¿Quién no recuerda uno de los productos estrella de nuestra infancia?

Nos referimos a aquella masa viscosa, blanda y fría de color verde que se escurría entre los dedos y se adhería por doquier, pero que en realidad no servía absolutamente para nada.

Nos resistimos a pensar que podemos trasladar todas las características de aquel peculiar juguete a nuestra juventud, ya que tal aseveración sería del todo prepotente por nuestra parte.

Pero vistos los acontecimientos acaecidos durante la última década y en especial, durante la pandemia, no cabe duda que blanda e ineficiente es un rato.

Hace poco nos reíamos con un vídeo en el que una persona caminaba por su casa, tropezándose permanentemente, mientras se nos indicaba a qué generación pertenecía según fuera su reacción ante los golpes.

Y así, el nacido en los años setenta ni se inmutaba y el de los años ochenta se enfrentaba con insolencia a la cámara.

Pero el nacido en los años noventa ya parecía evidenciar malestar, mientras que el de los años dos mil se dejaba caer exageradamente y se hacía un selfi poniendo morritos para inmortalizar una escena que muy pronto difundiría en sus redes sociales a modo de denuncia para sus followers.

Lo sentimos mucho, pero no podemos estar más de acuerdo con esta irónica exposición sobre lo que algunos denominan Generación Blandita, pero para quien esto escribe es la Generación Blandiblú.

Cierto es que los que nacimos en los años setenta y ochenta no vivimos ni la Guerra Civil, como nuestros abuelos, ni la postguerra como nuestros padres, pero sí coincidimos con un periodo de gran incertidumbre, en un país con heridas sin cicatrizar en el que pese a no contar ni con la quinta parte de los derechos que se tienen ahora, asistíamos un gran futuro por delante.

Cierto es también que muchos de los que nacimos en los años setenta y ochenta tampoco hicimos la mili (Servicio Militar Obligatorio) por cuanto que, una vez agotadas las prórrogas por estudios, nos acogimos al derecho a ejercer nuestra objeción de conciencia, debiendo realizar un servicio de prestaciones sociales, que en el caso de quien escribe estas líneas, le reportó una experiencia magnifica al sentirse útil para ayudar a personas con discapacidad sensorial.

Pues bien, los que nacimos en los años setenta y ochenta, dentro de nuestro proceso natural de maduración personal, sí que veníamos observando que en los últimos años, las nuevas generaciones, mucho más acomodadas, ya eran ajenas al denominado derecho de corrección, tanto en el seno de las familias, como en la de la educación, tal y como nosotros hemos vivido.

Y no cabe duda que tal situación ya se ha consolidado, hasta el punto de que se ha llegado a revertir la situación en ambas esferas, en un momento de nuestra historia en el que la unidad familiar, en cuanto a su configuración tradicional, empieza a ser residual, para dar paso a la desestructuración y el desconcierto a la hora de inculcar valores a los hijos y los que antes eran considerados como maestros y profesores, ahora no dejan de ser corregidores de exámenes y cuidadores que se enfrentan a la ira de unos progenitores que rara vez entienden que su hijo sea merecedor de un suspenso o de una corrección disciplinaria.

Decimos esto con total conocimiento de causa, toda vez que en nuestro ejercicio profesional es fácilmente detectable, vistas las estadísticas sobre el creciente número de agresiones de los hijos a sus progenitores o de los alumnos a sus profesores.

Pero es que además, dentro de esta sensación de que todo el monte sí que es orégano, hemos de alertar sobre otro preocupante hecho que ha calado en buena parte de nuestra juventud.

Nos estamos refiriendo al sentimiento de desprecio hacia la autoridad con ocasión de determinadas intervenciones policiales, que recordemos, en caso de detención, salvo que se perciba de una voluntad colaboradora del detenido, ha de llevarse a cabo con el uso de la fuerza física mínima indispensable.

Y todo ello en un contexto de suma vanidad, en el que las meras apariencias y la superficialidad que se nos muestra en la vida digital es lo que prima tanto para jóvenes como para adultos por encima de los valores morales, y en el que cualquier comentario en redes sociales ya es elevado a la categoría de fuente de información, tan válido como la de un tradicional medio de comunicación.

En este sentido, recordamos alguna de las publicaciones del blog en las que hemos abordado todas estas cuestiones.

Ante un panorama ciertamente desalentador, en el que parece que se goza de infinidad de derechos pero casi de ninguna obligación, la pandemia no ha hecho más que evidenciar las miserias de nuestra sociedad, incluidas las de nuestra juventud.

Mucho se ha venido señalando estos días, previos a las vacacionales estivales que nuestra infancia ha sido todo un ejemplo a la hora de acatar el cumplimiento de unas restricciones impuestas, que han generado evidentes trastornos en el desarrollo del curso escolar.

Pues bien, en la otra cara de la moneda podemos comprobar cómo día sí y día también, infinidad de jóvenes continúan saltándose a la torera las restricciones impuestas para evitar nuevos contagios, poniendo en riesgo, no solo su salud y por ende su vida, sino también la de los demás.

Y como consecuencia de tal egoísta dejadez, nos encontramos a punto de surfear la quinta ola de la pandemia,que solo se podrá contener anticipando la vacunación para los jóvenes, lo que sin duda aumentará la presión sobre el personal de los centros sanitarios y hospitalarios que ya enfocaban el verano con un apreciable ritmo de vacunación, según los trámites pautados por edades, en regresión.

Siempre decimos lo mismo, y ya nos da igual que nos califiquen de pesimistas agoreros, pero tal y como anunciamos en nuestro blog, esto ya se veía venir, con el alzamiento del Estado de Alarma sin una promulgación de una Ley sanitaria de aplicación para todo el territorio nacional.

Pues bien, nuestros jóvenes, al igual que el resto, ya no están obligados al uso de mascarillas en los espacios exteriores, siempre que respeten una mínima distancia de otras personas, pero sí lo están en los espacios interiores de los establecimientos y en el transporte público.

Y almas de cántaro seríamos si nos convenciéramos de que si antes muchos de nuestros jóvenes han sido imprudentes, se van a comportar cívicamente a partir de ahora, con la relajación de las medidas, mientras sigan disfrutando del ocio nocturno, que como siempre decimos se trata de un vocablo estomagante creado para atenuar las consecuencias de lo que toda la vida de Dios se ha denominado salir de copas y pillarse una buena cogorza para llegar a casa a las tantas de la mañana, si es que no se hace doblete.

Y es no nos imaginamos a los jóvenes jugando al parchís, precisamente, ni tomando té con pastas, a altas horas de la madrugada.

Pamplinas terminológicas como la de ocio nocturno son la que nos hacen flaco favor, en cuanto que acunamos y mimamos hasta el extremo a un núcleo de la población a quien, cumpliendo mínimamente con sus obligaciones estudiantiles, en cuanto a comportamiento cívico, le suele importar un comino todo lo que pueda suceder que no sea su propia satisfacción, hasta que maduran o le ven las orejas al lobo.

Llegados a este punto, no podemos más que mostrar nuestra indignación ante el desarrollo de un acontecimiento que ha generado cierto revuelo en España, visto que se han incrementado el número de contagios como consecuencia de la estancia de infinidad de jóvenes en Mallorca, tras la finalización de los cursos de bachillerato y los exámenes de la EVAU.

En este sentido, conviene precisar, que no se trata de viajes de estudios, como inicialmente apareció en los medios de comunicación, sino de viajes de estudiantes.

Y en esto, el matiz es importante, toda vez que en el primer caso estaríamos hablando de una actividad organizada desde los centros escolares (quien suscribe estas líneas tuvo la oportunidad de disfrutarlo en Octavo de EGB, precisamente a Mallorca de donde se trajo una gran ensaimada) y en el segundo de desplazamientos efectuados por los jóvenes con el conocimiento y consentimiento de sus progenitores.

No obstante, sea cual fuere el término elegido, ambos coinciden en que son estudiantes quienes se han desplazado a Mallorca y en cuanto tales, se les ha de suponer que algo de masa cerebral y sentido de común, en base a su formación académica.

Nada más lejos de la realidad, porque el despiporre ha sido tal que aparte de las consabidas fiestas en las habitaciones en el hotel o de botellones en espacios públicos, fueron muchos los que se reunieron en un concierto multitudinario en la Plaza de Toros de Palma de Mallorca, que fue suspendido por la Policía, visto que los chavales habían saltado desde las gradas a la arena.

Evidentemente los jovenzuelos no iban a ver a Ainhoa Arteta, precisamente, bien lo sabe, tu papito, mi amol…

Y como consecuencia de todo ello desde hace una semana no hay informativo que no empiece su emisión refiriéndose al macrobrote de Mallorca que ha supuesto un masivo contagio que cuando escribimos estas líneas alcanza cerca de dos mil chavales en una decena de comunidades autónomas de España y subiendo…..

Pues bien, sin perjuicio de que tendrá poco recorrido el que se intente inculpar a las agencias de viajes (cuyos paquetes promocionales son ciertamente asequibles para una familia media) si hablamos de responsables, solo pueden ser los jóvenes que han sido prudentes y sus progenitores que han consentido que se desplazaran en un momento de suma incertidumbre en cuanto al devenir del virus, con una variante delta o india al alza.

Como no podría ser de otra forma, las autoridades reaccionaron con una polémica decisión de la administración autonómica.

Y así, el pasado 27 de junio de 2021 desde la Dirección General de la Salud Publica se ordenaba el internamiento forzoso en régimen de aislamiento bajo custodia policial de decenas de jóvenes por potencial diagnóstico de infección y que afectaría a todas las personas que habían participado o estuvieran participando en los viajes de fin de estudios a Mallorca y en las diferentes actividades, toda vez que serían considerados contactos estrechos.

Se fundamentaba la resolución en la evidencia de una escasa o nula observancia de las medidas de seguridad y prevención del contagio, así como la interacción y mezcla de los distintos grupos de jóvenes estudiantes, coincidentes en los mismos buques o aeronaves que los trasladaron, así como la convivencia en eventos (conciertos al aire libre) fiestas de organización, ya sea o no espontánea y actividades organizadas contratadas, que ha favorecido la gran diseminación y profusión de casos positivos confirmados y su gran dispersión por todo el territorio.

Destacamos de la resolución una reflexión de algo que parece haberse olvidado de esta pandemia: los tres millones ochenta y dos mil contagiados que han dejado ochenta y un mil fallecidos, según los datos oficiales, siempre cuestionados, dado que las previsiones apuntan a muchos más.

“El reguero de muerte, secuelas físicas en las personas y efectos de toda índole en la sociedad serán a buen seguro, difíciles de olvidar”.

Muy pronto se puso el grito en el cielo al retenerse a los jóvenes para confinarlos bien en las habitaciones de sus hoteles o de los habilitados ad hoc por el Gobierno balear (nada menos que de cuatro estrellas) mientras eran controlados por la fuerza pública para evitar las fugas, que más de alguna se produjo.

Sin duda que estaban pagando justos por pecadores, a la hora de verse compelidos a realizar una cuarentena de diez días, porque algunos de estos jóvenes no tenían la culpa del comportamiento de otros muchos imprudentes con los que han podido tener contacto estrecho.

También es cierto que se nos hace muy dificil pensar que un chico, salvo que esté indispuesto o enfurruñado, prefiera quedarse de noche a ver la tele en un hotel de Mallorca, en vez de salir con sus colegas.

Pues bien, se denunciaba la falta de información a los progenitores por parte de las autoridades,siendo algunos de los chavales menores de edad,que también tiene bemoles la cosa..

Pero además, los chavales se quejaban del trato recibido en un hotel de cuatro estrellas, que pasaba por una comida que no es la que les hace mami y papa en casita o no poder bajar a la piscina o bañarse en la playa; lo mismo que estar en prisión, vamos.

Y así, la salud pública y el interés general deberían pasar a un segundo plano,cuando,pobrecitos míos, eran acunados y mimados a coste del erario público por un Gobierno balear compasivo y sensible a los lamentos,que hasta habilitó un teléfono de atención psicológica ; ver para creer.

Como quiera que ya estamos curados de espantos, vista la disparidad de criterios judiciales, no nos ha sorprendido el auto del Juzgado contencioso administrativo nº 3 de Palma de 30 de junio de 2021, que ha entendido que no es suficiente un potencial diagnóstico de infección para mantenerlos a todos confinados, ratificando tan solo en el confinamiento forzoso en régimen de aislamiento y bajo custodia policial de quienes hayan dado positivo en la prueba PCR.

En consecuencia, casi doscientos jóvenes ya pudieron volver con papi y mami, tras navegar a la península en una barco fletado ad hoc, aunque eso sí, el próximo finde no se lo pierden, faltaría plus, fíjate.

Según el vicepresidente balear, de Unidas Podemos, la decisión judicial “pone en peligro toda la política sanitaria que ha establecido no sólo el Govern, sino también el Gobierno central».

Desconocemos a qué política sanitaria del Gobierno central se refiere, pero mucho nos tememos que su socio en el Gobierno, Pedro Sánchez, que fue el que levantó el estado de Alarma poco antes del verano, no le coja el teléfono.

Estará más pendiente de otros menesteres vinculados con la mesa de negociación con el Gobierno autonómico catalán, que por cierto, en una nueva falta de respeto a la Casa Real, no ha enviado a ningún representante a la entrega de los Premios Princesa de Girona.

Desconocemos si el Gobierno Balear recurrirá la decisión, por cuanto que su mayor representación institucional no es que haya sido ejemplo hace meses del mejor comportamiento cívico.

Lo decimos porque la Presidenta de la Comunidad Balear había sido vista a las dos de la madrugada en un local nocturno que no debería estar abierto por las restricciones impuestas por la propia administración y no tomando té con pastas, ni jugando al parchís.

Pero al margen del procedimiento contencioso administrativo, no podemos más calificar de esperpento que algunos progenitores formularan denuncias por delitos de detención ilegal y prevaricación o incluso solicitasen un habeas corpus; por pedir y hacer el ridículo que no quede y menudo el profesional del derecho que aconsejase semejante estupidez.

Estupidez, cercana al comportamiento simiesco, de la que han hecho gala algunos de los doscientos “jóvenes secuestrados” por el Gobierno balear

Y es que muy mal no lo debían estar pasando, al seguir con fiestas nocturnas hasta altas horas de la madrugada, debiendo intervenir la Policía.

No lo llamen ocio nocturno, llámenlo turismo de borrachera.

Recientemente se ha hecho viral una carta redactada por una profesora de Lengua y Literatura en un instituto de Madrid donde es jefa de estudios de varios alumnos que se han visto afectados.

Y han levantado ampollas algunos de los pasajes de su misiva, publicada en el Diario de Mallorca, al referir las advertencias que les hacía a cuatro de sus alumnos antes de partir.

“Os vais a Mallorca en busca del coronavirus después de que durante meses, en el instituto, nos hayamos dejado la vida para que no os contagiéis y no contagiéis a vuestras familias»

Además, en su condición de coordinadora para la prevención del COVID en las aulas de su centro, se lamentaba amargamente:

“han sido nueve meses en los que he confinado a casi quinientos alumnos, docentes, personal de limpieza y auxiliares de control para protegeros (protegeros) de los sesenta y ocho positivos con los que hemos convivido en las aulas mientras no se positivaron; han sido los peores nueve meses de mi vida porque he tenido una responsabilidad que no me correspondía. Y estoy viva. Y la gente dice que lo hemos hecho muy bien. ¿Muy bien? Si lo hubiera hecho muy bien, la egoísta panda de mezquinos que se ha ido a Mallorca a hacer lo que les ha salido del nabo después de llevar nueve meses escuchando mis instrucciones y consejos, se habría quedado en su maldita casa”.

“Han jugado a ser adultos viajando a kilómetros de sus hogares para, no nos engañemos, cogerse una cogorza detrás de otra lejos de padre/madre”

Tampoco ha tenido pelos en la lengua al escribir en su blog, un magistrado del que muchas veces hablamos, cuya actividad en la justicia de menores es del todo encomiable, Emilio Calatayud.

“Últimamente, y debido a los masivos contagios que se han producido entre menores durante los viajes de fin de curso, se dice mucho que no hay que criminalizar a los jóvenes.

No sé muy bien qué es lo que se quiere decir con esta expresión:

¿Que hay que liberarlos de responsabilidad?

Vamos a ver, que los chavales asuman las consecuencias de sus actos no es criminalizarlos, es educarlos.

Si alguien comete una imprudencia o no estudia para los exámenes, y es un poner, pues habrá consecuencias que tendrá que afrontar”

Los expertos (cualquiera se fía de muchos de ellos) nos están señalando que de cada mil contagios entre los jóvenes, muy pocos tendrán complicaciones de salud y tan solo uno sería ingresado en la UCI, sin perjuicio de que evidentemente pueden contagiar al resto.

Hasta ahora las estadísticas les dan la razón en ambos sentidos, toda vez que en los últimos días conocíamos que un joven de dieciocho años pasaba a cuidados intensivos en Elche, y Dios quiera que el chaval salga adelante.

Quizás el chico ahora no podrá seguir contemplando el penoso espectáculo al que asistimos diariamente desde nuestros sillones cuando en los informativos de televisión se nos muestra como muchos de estos descerebrados egoistas que se quejan por todo y claman por sus derechos, siguen desprovistos de mascarilla, mientras beben, gritan, bailan en tumultos, se besan, comparten vasos y cigarros y se lo pasan pipa como si no hubiera un mañana.

El problema es que en caso de complicación para alguno puede que un mañana sea pasarlo en la UCI, como el chico de Elche y que un pasado mañana ya tenga programada una excursión que ya no sea a la playa, sino al cementerio.

Y esta vez, ni para él ni para sus contractos estrechos, habrá barco de regreso, fletado por un Gobierno.

Entradas relacionadas

Dejar una respuesta

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies