EL CARAJAL DE TARAJAL.

Se veía venir y no sería porque el Reino de Marruecos no lo había advertido.

Se podrá utilizar el calificativo que se desee, más o menos contundente: crisis migratoria, crisis humanitaria, conflicto diplomático o invasión territorial.

Pero sea como fuere, las imágenes de miles de marroquíes y otros tantos subsaharianos entrando irregularmente en las playas de Ceuta, no solo han dado la vuelta al mundo, sino que nos acompañarán durante décadas, como uno de los episodios más graves que nuestro país ha vivido en democracia.

Por mucho que se trate de camuflar, la infame postura del Gobierno de Rabat obedece a un descarado envite en respuesta de lo que para ellos había constituido un serio agravio hacia Marruecos: la permisibilidad de nuestro Gobierno al acoger en España bajo un nombre falso y por razones humanitarias a Brahim Ghali, líder del Frente Polisario, movimiento de liberación nacional del Sahara Occidental.

Ghali provenía de Argelia, país que apoya al Frente Polisario frente a Marruecos y previamente había sido rechazado por Alemania.

Y una vez en España, fue ingresado el 22 de abril en un hospital de Logroño dado que se encuentra enfermo de Covid y puede peligrar su vida al tener una delicada salud, según la versión oficial,si bien las autoridades judiciales esperan su recuperación, visto que se han reactivado los procesos judiciales incoados en la Audiencia Nacional tras ser presentadas dos querellas por la supuesta comisión de delitos de detención ilegal, torturas y lesa humanidad.

Tras ser convocado al día siguiente el embajador español en Rabat por parte del Ministerio de Exteriores marroquí, al objeto de aclarar la situación, el pasado 8 de mayo se conocía la postura del Gobierno de Rabat, tal y como se publicaba por Europa Press, acusando al español ante una postura que traería consecuencias :

“La preservación de la asociación bilateral es una responsabilidad compartida, que se nutre del compromiso permanente de salvaguardar la confianza mutua, una cooperación fructífera y la salvaguarda de los intereses estratégicos de dos países”

Algo que ha ratificado esta semana la embajadora de Marruecos en España, Karima Benyaich Benyaich «Hay actos que tienen consecuencias y se tienen que asumir».

Pero en todo caso, la inhumana actitud de las autoridades de Marruecos clama al cielo, ya sea el de Alá o el de nuestro Dios Cristiano, visto que se han servido como carnaza de sus propios conciudadanos, algo inaceptable.

Y es que fue tal su desfachatez que todos vimos como los agentes de frontera, no solo no impidieron que sus compatriotas pasaran a pie España, sino que literalmente les abrían las verjas para facilitar el tránsito.

La gran mayoría de ellos, jóvenes y menores de edad, y también muchos niños y mujeres con bebés.

Todos ellos, esperanzados ante la idea de labrarse un futuro en una tierra distinta a la suya, donde las oportunidades escasean aún más que en España, que ya es decir.

Como decíamos, las imágenes eran espeluznantes, tras haberse contenido el paso a pie, con personas que a duras penas podían llegar a nado a nuestras costas, mientras en la orilla eran rescatadas, reanimadas y calentadas por los efectivos de la Cruz Roja y la Guardia Civil.

Y teniendo en cuenta que se calculaba en cerca de ocho mil las personas que habrían accedido irregularmente no es de extrañar el sentimiento de incertidumbre en una población ceutí que ya asciende a ochenta mil, habitando en un espacio muy reducido, máxime si tenemos en cuenta que casi ninguno de los que arribaron portaban mascarillas para prevenir contagios de Covid.

Ni tampoco es de extrañar el que muchos mostraran su inseguridad, decidiendo no abrir su negocio al día siguiente, ni llevar a los niños al colegio, visto que algunos de esos ocho mil intrusos podían ocasionar problemas de orden público, como así ha sido.

En este sentido,en cuarenta y ocho horas los teléfonos de urgencias recibieron mil setecientas llamadas y se registraron cuatrocientas incidencias por reyertas asentamientos ilegales o allanamientos.

Mal negocio supone todo ello para contener el creciente neopopulismo de una extrema derecha que cada vez cala más entre el electorado de nuestro país y del resto de Europa.

Ciertamente desde Marruecos han actuado con total impunidad, conscientes de la complacencia de Joe Biden, que al igual que su predecesor en la Presidencia del Gobierno de Estados Unidos mantiene su postura de reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, a cambio de estar apoyado en sus intereses geoestratégicos.

Y si a ello le unimos la falta de contundencia de la Unión Europea ante lo que puede representar un serio problema migratorio para todo el continente, nuestro país se encuentra ante un grave dilema muy difícil de resolver.

Atrás habíamos dejado un pasado muy convulso que tuvo como punto más álgido la Marcha Verde, con la invasión marroquí del Sahara español y la voluntaria retirada de España.

Franco poco mandaba ya por entonces, visto que apenas le quedaban dos semanas de vida, y tan solo se mantendría la vana esperanza de que con el tiempo desde Marruecos se facilitará un referéndum de autodeterminación del pueblo saharaui. Y hasta hoy…

Desde entonces, nuestras relaciones con el país vecino se han mantenido en un tono de cierta cordialidad y cooperación, en buena parte por la estrecha relación existente entre Juan Carlos I y la monarquía del país vecino, sin perjuicio de la existencia de fricciones entre ambos Gobiernos en materia de pesca, amén de que Marruecos dista de renunciar a sus reivindicaciones territoriales sobre Ceuta y Melilla.

En este sentido, la citada embajadora de Marruecos en España, fue convocada por nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores a finales del pasado año al objeto de pedirle explicaciones tras unas declaraciones del primer ministro marroquí, en las que manifestaba que las dos ciudades autónomas son tan marroquíes como el Sáhara.

Algo al que se ha sumado el prófugo y traidorzuelo Carles Puigdemont, que ya debe tener pensado su próximo destino allende los mares para el supuesto de que se reactive la Euroorden para su detención y rinda cuentas ante la justicia española.

Pero quizás el momento más complicado entre España y Marruecos se dio en el año 2002 con la toma del islote de Perejil que había sido previamente ocupado por Marruecos, una simple escaramuza militar que no trajo más consecuencias que un puñetazo encima de la mesa por parte del Gobierno de España ante la insolencia marroquí y unas rimbombantes palabras del por entonces Ministro de Defensa, Federico Trillo que a algunos le sonaron a gloria y otros a ridículo que hoy sería carne de meme:

«Al alba y con tiempo duro de levante… con fuerte levante, 35 nudos de viento, salieron cinco helicópteros, tres helicópteros Coughar que transportaban dos equipos de operaciones especiales, con un total de 28 soldados que llegaron a la isla Perejil, y otros dos helicópteros Bolkov que se quedaron sobrevolando la zona en misiones de apoyo”

Sin embargo, tras los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid y del 7 de julio de 2005 en Londres, internacionalmente se puso el foco en Marruecos, para contener el empuje del peligro yihadista desde el continente africano hacia Europa, lo que facilitó el fortalecimiento de una estrecha colaboración entre los dos países.

Pues bien, ahora nos encontramos con una crisis sin precedentes, con un Gobierno inestable, tanto para solucionar los problemas internos, como para abordar una cuestiones internacionales tan delicadas que recuerdan peligrosamente al chantaje de Turquía a la Unión Europea en su conflicto con Siria del pasado 2020, cuando trece mil inmigrantes y refugiados se asentaron en la frontera con Grecia.

Y todo ello al estar nuestro Gobierno conformado a base de retales de diversas ideologías que impiden una coherente unidad a la hora de actuar, además de haber polarizado a la sociedad, a golpe de
Decretos Leyes.

Hasta tal punto es sintomática la dejadez de nuestro país que pese a que ha transcurrido un año y medio desde el inicio del mandato del Gobierno de Pedro Sánchez, no ha existido un encuentro al más alto nivel institucional entre dos naciones vecinas y consideradas amigas.

Y tampoco ayuda prescisamente que desde Podemos, socio prioritario del PSOE para gobernar, se insista precisamente ahora en recordar la necesidad de un referendum para el Sáhara occidental,algo que en la práctica resulta harto complejo,dada la imposibilidad de concretar un censo de una población nómada.

Dicho lo cual y visto que nuestro Gobierno se encuentra en una posición de debilidad extrema ante esta crisis sin precedentes, no resulta nada favorable que por parte del partido que lidera la oposición se carguen demasiado las tintas sobre su deficitaria gestión.

Y es que no podemos olvidar la hostilidad de Marruecos pero también hay que poner en valor que por primera vez en mucho tiempo, en una declaración institucional Pedro Sánchez ha hecho lo que tiene que hacer: mostrar firmeza y convicción, lejos de la palabrería y forzado lenguaje para contentar a su electorado.

«Seremos firmes para garantizar su seguridad ante cualquier desafío, ante cualquier eventualidad y bajo cualquier circunstancia……..La integridad de Ceuta como parte de nuestra nación, su seguridad y la tranquilidad de nuestros compatriotas y residentes allí están garantizadas por la acción del Gobierno de España cuales quieran que sean las condiciones necesarias para ello y con todos los medios disponibles para ello»,

Cierto también que los acontecimientos han retratado una vez más a nuestro Presidente, que es nuevamente dejado en evidencia por la cruel hemeroteca sobre la disparidad de criterios en cuanto a las “devoluciones en caliente” de los inmigrantes irregulares mayores edad y los menores acompañados por sus progenitores, algo a lo que se ha visto obligado para contener la situación, al devolver a Marruecos a más de cuatro mil personas, prácticamente la mitad de los que habían llegado irregularmente a Ceuta.

“Pedimos la derogación total de la Ley Mordaza y rechazamos rotundamente las devoluciones en caliente” tuiteaba el 13 de septiembre de 2017.

En todo caso, tiempo habrá de pedir responsabilidades en las urnas, una vez superada la pandemia, que dicho sea de paso parece estar mitigándose por el efecto de la vacunación.

Sin embargo, a muchos ya les parece un chiste sin demasiada gracia, que un día después del descontrolado aluvión humano proveniente de Marruecos, el Gobierno de España haya aprobado destinar una ayuda de treinta millones de euros para el país vecino, precisamente para controlar la inmigración ilegal.

Esperemos que muy pronto arrecie la tormenta entre ambos países.

Nuestros vínculos son incuestionables, no solo porque en España vive casi un millón de nacionales de Marruecos, sino porque el país africano es uno de nuestros principales socios en el plano de las relaciones comerciales internacionales, amén del principal destino turístico para los españoles, fuera de nuestro continente.

Cuando terminamos de escribir estas líneas escuchamos en la radio que de los mil quinientos menores extranjeros no acompañados que han entrado irregularmente estos días (que despectivo nos parece lo de MENAS) algunos ya deambulan por Ceuta, sin que sus padres los hayan reclamado.

El resto permanece controlado en diversas instalaciones a la espera de poder descongestionar la capacidad de Ceuta, llevándolos a otras Comunidades Autónomas.

Para la historia quedará una impactante imagen del rescate en el mar de un recién nacido de la que se ha hecho eco el siempre acertado magistrado Emilio Calatayud en su blog con una frase, que hacemos nuestra:

“Dios bendiga a este bebé y a la Guardia Civil y malditos los que lo empujaron al mar”

Y es que aunque quien avisa no es traidor, en ocasiones no deja de ser un hijo de las cuatro letras.

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