DE BRECHAS DIGITALES,NOMOFOBIA Y DESCONFINAMIENTO

Si bien persiste el Estado de Alarma en España, el 4 de mayo iniciamos la fase 0, dentro de las cuatro previstas inicialmente por el Gobierno de la nación para un proceso bautizado como desescalada tendente a la nueva normalidad.

Son muchas las incógnitas que aún se ciernen sobre el panorama sanitario y económico que nos espera en los próximos meses, pero en estos inciertos momentos le corresponde al ciudadano ser responsable, comprometido, prudente y solidario para evitar nuevos contagios y un nuevo colapso de los hospitales y de la actividad económica.

Mucho se ha insistido en que el confinamiento ha evidenciado la persistencia de la brecha digital, en cuanto que desigualdad en el acceso a internet y el uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), pese a que los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) ya invitaban al optimismo antes del Estado de Alarma.

Y es que en el año 2019 el 90,7% de la población española de 16 a 74 años había utilizado internet (4,6 puntos más que en 2018) lo que supone un total de 31,7 millones de usuarios, computado aparte el 66% de los menores entre 10 y 15 años de edad que ya disponen de teléfono móvil y que nueve de cada diez ya usan el ordenador para navegar.

En cualquier caso, persiste el pleno objetivo de cerrar esa brecha, que pasa con una mayor y mejor infraestructura en algunas zonas de España, principalmente rurales, amén de fomentar la educación digital del sector de la población que carece de conocimientos informáticos.

Próximamente se tendrán nuevos datos estadísticos respecto del uso de las TIC por parte de la afortunada mayoría de los españoles, pero ahora contamos con la suposición rayana en certeza de que más que un uso, habrá que hablar de abuso y no siempre por una buena causa.

Cierto es que las TIC habrán servido de efectiva fuente de información para conocer el estado de la situación sanitaria, de adecuado pasatiempo para mitigar el aburrimiento, de acertado medio para la comunicación audiovisual con amigos y familiares, de idóneo cauce para el teletrabajo y de eficaz método de unos alumnos que necesitan mantener el contacto con sus profesores.

Pero en el negativo lado de la balanza habrá que situar la mayor exposición y riesgo para los menores, el incremento de visionado de pornografía infantil, el aumento del ciberdelito a medio de phising, la propagación de noticias falsas y la difusión de imágenes que atentan contra derechos ajenos o comentarios que rebasan la condición de mera crítica para convertirse en injurias enmarcadas dentro del delito de odio.

Sea como fuere, lo cierto es que tanto adultos como menores, hemos dedicado durante el confinamiento mucho más tiempo del habitual a las TIC y resultará oportuno conocer si el deseado desconfinamiento vendrá o no acompañado de una acertada desconexión digital.

Porque una vez superado cierto “síndrome de la cabaña” que aún pueda atenazar a quien se sienta más seguro en su domicilio frente a la invisible amenaza exterior, será difícil resistirse a un encuentro en el parque para conversar y jugar con un amigo o disfrutar de una consumición en un terraza, máxime ahora que se consolida el aumento de las temperaturas y acompaña el buen tiempo.

Y flaco favor le haríamos a nuestra salud física y mental si no podemos prescindir de nuestros smpartphones para enseñar a nuestro amigo el video del momento, mandarle por whatsapp un simpático meme o hacernos un gracioso selfie con mascarillas que, dicho sea de paso, durante un tiempo puede suponer una multa por no cumplir la mínima distancia social obligatoria.

Como siempre se dice, en el punto medio o justo equilibrio estará la virtud para cada uno, siempre evitando una insana dependencia.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) una de cada cuatro personas sufre trastornos de la conducta relacionados con las adicciones comportamentales o sin sustancia.

La OMS aún se resiste a la inclusión de la adicción a las TIC dentro de su Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE),a diferencia de lo sucedido con la adicción a los videojuegos.

Pero quizás no sean ahora los mejores tiempos para dicha organización internacional, recientemente puesta en tela de juicio por su gestión de la pandemia.
Y es que de paradójico puede calificarse que entre las recomendaciones que recogían su cuenta de Twiter para cuidar la salud mental de los jóvenes precisamente se encontrase la de disfrutar de los videojuegos.

No obstante, es unánimemente aceptado por reputados profesionales de la psiquiatría y psicología que dentro de esas adicciones comportamentales se encuentra la dependencia a las TIC, siendo uno sus efectos más nocivos, la nomofobia.

Tratada desde el año 2011, proviene de un acrónimo de la expresión inglesa «no-mobile-phone phobia, asociada al miedo a perderse las experiencias que otros pueden estar teniendo, lo que los especialistas denominan fomo (fear of missing out)

Y muchos padecen ya angustia o miedo irracional al no estar permanentemente conectados a un dispositivo móvil, bien por no tenerlo físicamente presente, bien por encontrarse fuera de cobertura o sin batería

Esa nomofobia puede generar un peligro para la salud física, dado que la ansiedad puede derivar en ataques de pánico tras una peligrosa alteración del ritmo cardíaco, insomnio o incluso una somatización con dolores de cabeza o estomacales, pero también un riesgo para la salud mental, al ocasionar desatención, inestabilidad emocional, irritabilidad e incluso agresividad.

Y nomofobia pueden padecerla tanto los adultos como los menores de edad ¿Qué decir de aquellos adolescentes, pendientes de recibir un like o un mensaje y que han olvidado o extraviado su teléfono, o tienen su uso prohibido tras un castigo de sus padres que se entiende injusto?

Muchos nos congratulamos en su momento con la decisión del gobierno francés presidido por Emmanuel Macron, de prohibir que los niños menores de 15 años pudieran usar teléfonos móviles en los centros escolares, incluso durante los recreos.

Pero también nos sobresaltábamos hace unos meses cuando conocíamos a través de los medios de comunicación la noticia de que una niña francesa de 13 años había apuñalado a sus padres mientras dormían porque le habían quitado el móvil.

Ya en 2014, el conocido magistrado Emilio Calatayud alertaba en el diario Ideal sobre el incremento de causas penales iniciadas tras denuncias de progenitores que sufrían agresiones de sus hijos, tras haberles privado del uso o restringido el tiempo.

“Quítele el móvil a su hijo y a ver qué pasa”, retaba con su habitual retranca.

Tras este largo periodo de encierro domiciliario forzado por la situación sanitaria, quizás Su Señoría debería reformular la pregunta.

En un futuro artículo de nuestro blog debatiremos sobre el derecho de corrección de los progenitores, como respuesta al abuso de las TIC por parte de sus hijos porque quizás convenga reflexionar sobre estos episodios violentos, que lejos de disminuir, aumentarán.

Continuará pues abierto el debate, no solo social, sino jurídico.

Y mientras tanto, seguimos desconfinando y algunos procuraremos desconectar, por nuestro bien.

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