CUANDO HARRY ENCONTRÓ A MEGAN Y MEGAN ENCONTRÓ A ELISABETH.

Que por favor no se nos tilde de oportunistas, visto que ahora medio mundo parece estar hablando de la entrevista de Oprah Winfrey a los duques de Sussex , que ha supuesto un torpedo en la línea de flotación de la Casa Real más célebre del mundo, como en su día lo fueron las explosivas declaraciones de Diana de Gales.

Y decimos esto porque desde hace tiempo ya veníamos indagando sobre las desventuras de Megan y Harry, cuya controvertida salida del Reino Unido (bautizada irónicamente por The Sun, como Megxit) ya había copado la portada de diversas publicaciones, tanto de la prensa rosa como de la generalista.

Así, inicialmente pretendíamos incardinarlo en nuestra, digamos, línea editorial de la web, por su relación con el pernicioso uso de las redes sociales, como cauce para denigrar al prójimo, si bien tan solo teníamos un esbozo de lo que pretendíamos publicar.

No obstante lo anterior, es justo reconocer que lo sucedido esta pasada semana nos ha venido como anillo al dedo, por cuanto que no solo refuerza el sentido de lo que habíamos pergeñado mentalmente, sino que además aporta el dato, ciertamente relevante, a la par que grave, de que el discurso del odio no distingue clases sociales, ni en cuanto a los que los difunden, ni en cuanto a los que sufren sus efectos: las acusaciones de racismo contra la Familia Real Británica y el pensamiento de suicidio que ha rondado por la mente de Megan.

Llegados a este punto y lejos de enfocar los hechos, como si de una publicación amarillista se tratara, nos vemos obligados a emplear el tono sobrio que nos caracteriza, en consonancia con otros artículos de nuestra web, que evidencian que no está tan alejado de la realidad aquel título de la telenovela Los ricos también lloran.

Cierto es que en el Reino Unido, de milenaria tradición monárquica más que arraigada, abunda un sentimiento patrio y chovinista, pero ello no ha impedido que desde hace tiempo haya voces discrepantes que han acusado a muchos de los miembros de la familia Windsor por una conductas inapropiadas, que incluso han sido objeto de mofa y escarnio público, a través de publicaciones satíricas.

Críticas, que como decíamos al principio, tuvieron su punto álgido tras el calvario sufrido por Diana de Gales, divorciada del primogénito de la Reina y cuyo triste final en un túnel de París conmovió al mundo entero.

Críticas que también arrinconaron a la Familia Real, cuando se descubrieron las peligrosas relaciones del hermano del futuro Rey de Inglaterra, el Príncipe Andrés, con el empresario Jeffrey Epstein, pederasta detenido por tráfico de menores y que falleció tras haberse ahorcado en su celda.

Y críticas de las que tampoco se ha librado el protagonista masculino de nuestra publicación durante sus años mozos, en cuanto que joven ciertamente rebelde, juerguista y bocazas (no hay roxu bueno, dice el saber popular asturiano, en relación a los inquietos pelirrojos) bastante alejado de la imagen de buen chico que ofrece hoy, puesto que entre otras sandeces, no tuvo otra idea más desafortunada que disfrazarse de nazi, poco antes de que su abuela presidiera un funeral por las víctimas de Auschwitz.

En medio de toda la tormenta por los desmanes de sus súbditos, como siempre, ha estado liderando el timón, la tenaz, sobria y hierática Reina Isabel II, que sabiéndose querida por la gran mayoría del pueblo británico, ha soportado chaparrones contra viento y marea, adoptando la misma estrategia de siempre: discreción, mucha mano izquierda, y mantener la calma hasta que escampe el temporal.

Eso sí que es empoderamiento femenino, con 94 añazos y lo demás, cuento.

Pues bien, aunque sea más tentador empezar por la polémica más reciente, en plena ebullición de lo que está suponiendo una autentica convulsión en el Reino Unido, agudizada por el pase televisivo de una nueva temporada de la serie The Crown, en las próximas líneas daremos un enfoque episódico y cronológico de lo sucedido.

El príncipe Enrique, conocido popularmente como Harry, tras el nacimiento de sus sobrinos, a la sazón hijos de su hermano Guillermo, ya había pasado al sexto lugar en la línea de sucesión al trono británico, sin que todavía hubiera sentado la cabeza con una relación seria.

Pero todo cambió, en 2016, al iniciar un noviazgo con la estadounidense Meghan Markle, con la que contraería matrimonio en mayo de 2018.

Si bien parecía un encanto de mujer y una buena pretendiente para Harry, Megan no solo era norteamericana, divorciada , mayor que Harry y de profesión, actriz , sino que tenía un rasgo que la diferenciaba del resto de su “familia política” : era mulata (de padre blanco y madre negra) y se consideraba a sí misma una orgullosa afroamericana.

Y todo ello en su conjunto, sin duda influyó para que desde muchos de los medios sensacionalistas se entendiera que Megan no solo era no la candidata ideal, sino que era una advenediza que pretendía escalar socialmente, a costa de la Casa Real.

Por ello, la campaña en contra de su pretendido soplo de aire fresco de autosuficiencia yanqui fue constante y ciertamente agresiva, hasta el punto de que desde el Palacio de Kensington, lugar de residencia del Príncipe Harry, en noviembre de 2016 se hizo público un comunicado:

“Desde que era joven, el príncipe Harry ha sentido el cariño que el público siente por él y se siente afortunado de que tener a tanta gente que lo apoya y es consciente de que tiene una vida afortunada y privilegiada.

Rara vez se ha tomado la decisión publicar sobre las historias falsas que se escriben sobre él y ha trabajado duro para desarrollar una relación profesional con los medios de comunicación, centrado en su trabajo y en las cuestiones que son importantes para él

Pero la semana pasada una línea ha sido cruzada. Su novia, Meghan Markle, ha sido objeto de una ola de abusos y acoso

Alguno de ellos públicos: una calumnia en la primera página de un periódico nacional; matices raciales en algunos artículos de opinión y un sexismo y racismo rotundo por algunos trolls de las redes sociales y de los comentarios en artículos online…

Otras situaciones se han ocultado al público: las batallas legales cada noche por mantener esta historia de difamación fuera de los medios; su madre ha tenido que luchar contra fotógrafos para entrar en su casa; los intentos de fotógrafos y reporteros de entrar en su casa con las consecuentes llamadas a la policía; los cuantiosos sobornos que los medios han ofrecido a su exnovio y el bombardeo a casi todos sus amigos, compañeros de trabajo y seres queridos en su vida

El Príncipe Harry está preocupado por la seguridad de la señorita Markle y profundamente decepcionado por no haber sido capaz de protegerla. No es justo que en los pocos meses de relación con ella la señorita Markle deba ser objeto de este aluvión. Él sabe que dirán que este es ‘el precio que ella tiene que pagar’ o que ‘todo esto forma parte del juego’. Él está totalmente en desacuerdo. Esto no es un juego: es su vida y la de ella.”

Como los que oyen llover, no solo no disminuyó el acoso, sino que se incrementó, no solo cuanto la pareja anunció el compromiso conyugal, sino con ocasión de la boda y posterior embarazo de Megan , surgiendo insidiosas comparaciones entre ella y su cuñada, Kate Middleton, que pasaban por detalles tan peregrinos durante el embarazo de ambas, como llevarse o no la mano al vientre o tomar o no aguacates, llegándose incluso a despreciables insinuaciones sobre la fogosidad de las norteamericanas frente al pudor de las británicas, al apuntar que Megan se había ganado a Harry a base de felaciones.

Pero además, desde la prensa que la apoyaba, también se especulaba sobre conductas ciertamente racistas de personas muy próximas a su entorno.

Y así, fue muy comentado que la propia prima de Isabel II, la princesa de Kent ( que en su día había protagonizado un sonado incidente al coincidir con gente de raza negra, a quienes invitó «a volver a las colonias») tuvo el feo detalle de portar un broche considerado ofensivo para la comunidad afroamericana, en cuanto que rememoraba la época esclavista.

Si lo anterior no era ya suficiente, el que se suponía que iba a constituir un feliz acontecimiento, el nacimiento de su primer hijo, se tiñó de amargura e indignación.

En algunos medios se debatía sobre la supuesta preocupación de la familia Real sobre cuanto tendría de negro el bebé, pero el colmo del despropósito y de la felonía aconteció cuando Danny Baker, conocido humorista de la BBC, publicó un tuit en el que aparecía una foto antigua con una pareja que cogía de la mano a un mono con el mensaje :“el bebé real abandona el hospital”.

Aquello empezaba a ser demasiado para el joven matrimonio y el propio Harry, ajeno hasta entonces a la dimensión que alcanzaba el racismo y que solo tangencialmente conocía a través de su labor humanitaria como legado de su fallecida madre, vivía ahora en sus carnes el prejuicio que afectaba a dos de sus dos seres más queridos.

En este sentido, sin perjuicio de que ahora no nos detendremos para censurar, como se merece, el racismo sistémico que desgraciadamente se expande por doquier, llama la atención que persista y de forma muy virulenta en el multicultural Reino Unido, donde la población negra es ciertamente significativa.

Por ello, ahora que nos llevamos la cabeza en nuestro país, ante situaciones que ofenden a unos y otros, podemos decir que nuestros políticos, en cuanto a lo que se refiere al asunto racial, son unos santos, comparados con ciertos radicales de Gran Bretaña, vistas las perlas que dejaron algunos.

“Simplemente no me gusta Es una americana negra… Están subiendo al poder poco a poco, y el próximo paso será un primer ministro musulmán… O un rey negro” llegó a manifestar una integrante del Partido por la Independencia del Reino Unido.

Hartos de tal situación, a comienzos del pasado 2020 anunciaron su intención de desvincularse de la familia real británica, para trasladarse a Canada, donde permanecieron hasta fijar su actual residencia en Estados Unidos.

Sin embargo, los paparazzi continuaban a la caza de instantáneas del matrimonio en compañía de su bebé, y en pleno confinamiento, trataron de acceder a sus espacios más privados con el uso de drones, al tiempo que en internet proliferaban bulos y comentarios despectivos hacia el matrimonio.

Al respecto, hace algunos meses, el príncipe Harry se mostró con firmeza y dureza al acusar públicamente a las empresas tecnológicas, que se lucraban con millones de dólares mientras sirven de cauce para la propagación del odio a través de unas redes sociales totalmente descontroladas y que habían tenido que abandonar “por salud mental”.

Pero llegó la entrevista de Oprah, que ciertamente está acaparando atención mundial, con una audiencia de millones de espectadores, que atienden igualmente a la controversia a la que se da pábulo en los medios, divididos, al igual que la población británica, entre lo escandaloso de las acusaciones y lo indigno de que se aireen los trapos sucios de la Corona.

Y como será su trascendencia mediática, que hasta en nuestro país, una de sus cadenas televisivas privadas con más audiencia, Antena 3, en un hecho sin precedentes, ha dedicado una jornada vespertina, la del pasado sábado, para cambiar su programación habitual y adecuarla a las cuitas del joven matrimonio, con dos telefilms de pésima calidad, pero seguidos, como plato fuerte de la emisión integra de la famosa entrevista.

Pues bien Megan, durante su comparecencia ante la conocida e influyente Oprah, al respecto de los sucesos referidos,apuntó un dato sumamente revelador sobre la indolencia de la Familia Real, muy prudentemente denominada por ella como “Institución”, para evitar personalizar la culpa.

Y es que, ante el sufrimiento que Megan estaba padeciendo por los durísimos ataques clasistas, sexistas y racistas de la prensa amarillista, la Casa Real guardó silencio, a diferencia de la actitud de muchos parlamentarios británicos, que habían salido a defenderla.

En este sentido, el Principe Harry apuntaba un dato sumamente revelador sobre la falta de apoyo en contra de los insultos e infundios, toda vez que desde hace décadas, Corona y prensa amarillista se retroalimentan, dando a entender que una no podría subsistir sin la otra.

Pero es que además, se le habría denegado a Megan la ayuda psicológica para combatir el proceso depresivo que estaba atravesando, en pleno embarazo, y que supuso que tuviera inclinaciones suicidas, siempre camufladas bajo la apariencia de una sonriente princesa que formaba parte de un cuento de hadas.

En otro orden de cosas, ambos se lamentaban de que, pese a no ser miembros activos de la Familia Real Británica, por voluntad propia, ello no era óbice para que mantuvieran algunos de los privilegios que otros sí tienen, incluido un servicio de seguridad para su protección, máxime en un momento de tanta crispación; no en vano recientemente se ha sabido que durante las pasadas navidades, un intruso pudo colarse en dos ocasiones en su vivienda de California.

Como no podría ser de otro modo, la entrevista está siendo analizada de arriba abajo y de izquierda a derecha por expertos en comunicación y morfopsicología, que examinan los silencios, tono de voz, el lenguaje corporal y la expresión no verbal, donde cobra especial protagonismo la facial ( arqueo de cejas, número de veces que pestañean o el movimiento de los ojos) en cuanto que indicativos de la veracidad o no de lo declarado, máxime si tenemos en cuenta que Megan es actriz y que como toda entrevista de cierta calidad, han podido repetirse las tomas infinidad de veces.

Pero además también se buscan mensajes ocultos en el costosísimo vestido de diseño de seda negro de Armani,que tiene bordada una flor de loto,como símbolo de la fortaleza, resiliencia y resurrección. Casi nada….

Llegados a este punto, cabe decir que es más que probable que todo quede en un calentón pasajero, como mucho de un par de años, hasta que se agote todo el arsenal acusatorio.

Y es que, dejando aparte las habituales salidas de tono del imprudente Duque de Edimburgo, y de la interpretación que pueda hacerse a un comentario desafortunado sobre el tono de la piel de un recién nacido, tanto la reina, como su hijo y nieto mayor han sido siempre muy correctos a la hora de tratar los asuntos raciales y difícilmente se van a pillar los dedos al respecto, sin que tampoco ellos sean los responsables de lo que cualquier energúmeno escriba en las redes.

En este sentido, y siguiendo la línea de templanza impuesta desde arriba, de impecable puede calificarse el comunicado que hizo público la Casa Real a las pocas horas de la emisión de la entrevista:

«Toda la familia está entristecida al conocer el alcance total de cuán desafiantes han sido los últimos años para Harry y Meghan.

Las cuestiones planteadas, especialmente la racial, son preocupantes. Si bien algunos recuerdos pueden variar, se toman muy en serio y la familia se ocupará de ellos en privado. Harry, Meghan y Archie siempre serán miembros muy queridos de la familia».

Sin embargo, parece que no todo son buenas palabras y muestra de preocupación, porque, como medida preventiva por lo que pudiera pasar, incluso antes de la entrevista se había filtrado a la prensa que la propia Megan causaba mobbing al personal del Palacio de Kensington, que llegaban a temblar en su presencia, por las continuas vejaciones que sufrían de la norteamericana; algo que fue desmentido categóricamente por ella.

El debate, como decimos, seguirá abierto durante algún tiempo, pero actualmente las encuestas apuntan a que la población joven mayoritariamente se decanta por la pareja, y en la misma medida se posiciona la población más adulta, según avanza la edad, lo que en conjunto viene a configurar un panorama por el que un más que apreciable cuarenta por ciento de los encuestados estarían a favor de Harry y Megan y en contra de la actitud de la Casa Real, donde campan por sus anchas.

El resto los seguirán calificando de falsos, arribistas y desagradecidos, siendo un Harry un calzonazos de tomo y lomo que está siendo manipulado por una narcisista Megan, que vierte lagrimas de cocodrilo y que sacará todo el partido del mundo con estas acusaciones, no ya para relanzar su carrera de actriz mediocre, sino para vivir a costa de nuevas exclusivas.

En este sentido, no estaría muy desencaminado apuntar que muchos de los que ahora apoyan a Megan y Harry, han sido también votantes contrarios al Brexit, enfrentados a una población más veterana, anclados a una concepción en extremo conservadora y enlazada a tradiciones en las que la sangre y la cuna, te hacen diferentes desde el nacimiento.

Mientras tanto, unos y otros se frotan las manos desde fuera, por cuanto que están garantizadas horas y más horas de debate sobre asuntos que quizás nos parezcan lejanos a los más mundanos y a los que solo nos acercamos a través de la percepción que nos ofrecen las escenas de una frívola cotidianeidad, sin dar un palo al agua que muchos plebeyos ambicionarían tener, aunque, con la boca pequeña digan lo contrario.

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