Todos nos hemos estremecido con las películas de Alfred Hitchcock, ícono del siglo XX y maestro cinematográfico donde los haya, del que recientemente se ha conmemorado el cuarenta aniversario de su fallecimiento.
Su sello prevalecía por encima del nombre de las múltiples estrellas que protagonizaron muchas de sus obras maestras y que se sintieron privilegiadas por haber participado en las producciones del director británico.
Todas, menos Tippi Hedren.
Tras ser vista como modelo en una promoción publicitaria, superó satisfactoriamente los ensayos para interpretar el principal papel del film Los pájaros, pese a no contar con experiencia alguna en el cine.
El director, conocido por su especial predilección por las actrices rubias, quiso encontrar en ella a la sustituta perfecta de su favorita, Grace Kelly, tras la experiencia fallida con Kim Novak y no completamente satisfactoria con Eva Marie Saint.
Pronto empezó a obsesionarse con Tippi, emulando a Pigmalión y al propio personaje principal de su película Vértigo, al imponer su vestuario y controlar sus amistades, con la aparente complacencia de su esposa, Alma Reville, habitual colaboradora de Hitchcock y pieza principal de su éxito cinematográfico.
El rodaje de Los Pájaros se convirtió en un verdadero calvario para ella. Hitchcock se mostraba especialmente nervioso e improvisaba escenas, algo extraño en un director tan metódico y meticuloso, lo que no evitó que la película se convirtiera en otra obra maestra.
Pero la actriz fue engañada para el rodaje de una de las escenas claves del film, en la que la protagonista sube al desván y es atacada por varios pájaros, pues Tippi desconocía que se iban a emplear aves reales, atadas a su vestido, lo que provocó que sufriera lesiones y un colapso nervioso que la obligó a reposar tras una semana de picotazos.
Las retorcidas y macabras bromas de Hitchcock alcanzaron su peor gusto y sadismo, cuando le regaló a su hija Melanie una muñeca vestida igual que su madre en la película, pero alojada dentro de una caja que imitaba a un féretro.
Todo el reparto de la película mostraría después su admiración por el coraje demostrado por Tippi Hedren y la crítica aplaudió su brillante interpretación, pese a ser debutante, por la que obtuvo un Globo de Oro a la actriz revelación.
Tras esta película, Alfred Hitchcock no cejaba en su empeño de superarse a sí mismo para ser considerado lo que ahora nadie ya discute, uno de los mejores directores de la historia. La Academia de Hollywood seguía resistiéndose a otorgarle el galardón más soñado, el Oscar al Mejor Director.
Y para ello había puesto su ilusión en un nuevo reto, con el que pretendía recuperar a su añorada Grace Kelly y quizás alcanzar su obra cumbre: Marnie.
Pero su pretensión cayó en saco roto. La casa real monegasca, sin duda aleccionada por un celoso Raniero, no permitió la vuelta de Grace de Monaco a Hollywood para interpretar el papel de una frígida y reprimida sexual, en la que sería la película más controvertida de su director.
Frustrado por su negativa, Hitchcock afrontó el rodaje con cierta desgana, sin que tuviera otra alternativa que recurrir a Tippi Hedren, aún ligada contractualmente con la productora.
Pero algo había cambiado en el siempre enigmático comportamiento del director, caracterizado por su misoginia, obsesiones y perversiones.
Con Tippi Hedren olvidó sus complejos, derivados en buena parte de una fuerte convicción católica y de un radical sentimiento de culpa, que frenaban sus impulsos para ser infiel a su esposa, ligada a él por un desapasionado matrimonio, como mera relación de conveniencia.
Y así, Hitchcock no solo empezó a atosigarla enviando a su casa enfermizas cartas románticas y regalos, sino que también dispuso que su oficina comunicara con el camerino de la actriz, donde intentaba que bebiera alcohol cuando estaban a solas.
En sus memorias de 2016 la actriz reconoció que si bien durante el rodaje de Los Pájaros, Hitchcock ya había intentado besarla, fue al tiempo de rodar su nueva película cuando había intentado ponerle las manos encima de manera agresiva.
Pero al comprobar la tenacidad de su rechazo, Hitchcock la amenazó con arruinar su carrera y que no trabajaría para nadie más, mientras siguiera vigente su contrato.
Y así fue. Cada vez que otra productora mostraba interés en contratarla, la respuesta era la misma: “Tippi Hedren no está disponible”.
Y no lo estuvo hasta que tres años después fue contratada para un minúsculo papel en La condesa de Hong Kong, hecho que muchos atribuyeron a una particular venganza que se cobró su director, Charles Chaplin, que detestaba a su compatriota.
Mucho han cambiado la situación desde los años sesenta del pasado siglo y para comprobarlo basta acudir a los recientes acontecimientos relativos a Harvey Weinstein, actualmente en prisión y pendiente de nuevos juicios, ahora aplazados por la pandemia.
Desde estas líneas siempre hemos sido muy prudentes en cuanto a pronunciarnos sobre la inocencia o culpabilidad de las personas, toda vez que debe ser atendido el derecho a la presunción de inocencia.
No cabe duda que todos los biógrafos del genial director ya venían apuntando sobre una conducta que hoy día sería enjuiciada por acoso, delito inexistente por entonces.
Pero en cuanto al intento de agresión sexual, siempre quedará la duda, toda vez que Tippi Hedren ha esperado varias décadas para denunciarlo.
No obstante, como decimos, todo ha cambiado en los últimos años, y el movimiento Me too, es buena prueba de ello, lo cual no siempre es garantía de culpabilidad, máxime cuando pueden existir dudas en la verosimilitud de un testimonio, en ausencia de otras pruebas incriminatorias.
Si bien en un futuro artículo trataremos sobre el acoso mediático y sobre los siempre peligrosos juicios paralelos, que a veces pueden ser injustos y destructivos, basta ahora con apuntar lo sucedido con Kevin Spacey, otrora estrella y hoy “apestado” de Hollywood, con una veintena de acusaciones que aún no han derivado en condena alguna.
Alfred Hitchcock no está aquí para defenderse, pero seguro que hubiera contado con los mejores abogados para pelear por su inocencia o quizás hubiera alcanzado un acuerdo para evitar un juicio que pudiera arruinar su carrera. Nunca lo sabremos.
Pero sin ánimo de prejuzgar, el testimonio de Tippi Hedren parece creíble, visto el demostrado acoso sexual/laboral que tuvo que padecer, como preludio de un detestable comportamiento que ya por entonces era punible, en cuanto que atentatorio contra la libertad sexual de las personas.
“Nunca dije que los actores fueran ganado. Lo que declaré es que deberían ser tratados como ganado” le confesó Alfred Hitchcock a Francois Truffaut.