Quizás no todo el mundo ponga rostro a este locutor de radio , pero seguro que todos hemos escuchado su voz, colaborando en las tertulias de los programas nocturnos deportivos o en infinidad de retransmisiones de su programa “Tiempo de juego”, que en 2010 echaba a andar, tras producirse un sonado y polémico trasvase de su equipo desde la cadena SER a la COPE.
Un espacio de entretenimiento, que incluso en tiempos de pandemia y sin actividad deportiva, ha mantenido su nivel, con un tono siempre amable y cercano, conciliador y exento de absurdas polémicas, lo cual es de agradecer en los tiempos que corren.
Su trayectoria profesional siempre ha venido emparejada a la de su inseparable amigo y compañero Manolo Lama; no en vano ambos llevan más de dos décadas prestando sus voces a los videojuegos de fútbol en España, desde el primer FIFA 1998.
Pues bien, hace varios años todos sus seguidores nos estremecimos con un suceso, que recuerda al argumento de la película Escalofrío en la noche, de Clint Eastwood, posteriormente imitado por otro film mucho más conocido, aunque de peor calidad, Atracción Fatal.
Pero la realidad vivida por Paco González y su familia más cercana, con creces superó a la ficción, por muy exagerada que pudiera parecer ésta en las citadas películas.
Una mujer de Valladolid, acérrima seguidora del locutor, había asistido en infinidad de ocasiones a presenciar su programa Tiempo de juego, como integrante del público en directo.
Sorprendido de su fidelidad como oyente y agradecido por el esfuerzo y gasto que suponía un desplazamiento en autobús a Madrid , el periodista llegó a invitarla en varias ocasiones a tomar unas copas con el resto de miembros del programa, unas cuarenta personas.
Y Paco González nunca llegó a estar a solas con ella, más allá de fotografiarse juntos pero, la mujer, convencida de una atracción mutua, le declaró su amor a través de un correo electrónico, encontrando como respuesta la negativa por parte del locutor, felizmente casado y con dos hijos.
Dada la insistencia de ella, y en aras de evitar confusiones o alimentar falsas esperanzas, se dieron instrucciones para que no pudiera volver a acceder al estudio en el que se realizaba el programa.
Hasta ahí, una situación que ciertamente se puede producir cuando un amor no es correspondido, y que evidencia una conducta rayana en el acoso; pero lo ocurrido después superó el límite de lo imaginable.
Los espeluznantes hechos que siguen fueron enjuiciados por la sección vigesimotercera de la Audiencia Provincial de Madrid, que con fecha 27 de mayo de 2016, dictó su sentencia, confirmada por el Tribunal Supremo.
Según los Magistrados, la mujer fue forjando un sentimiento amoroso que alcanzó un nivel de intensidad obsesivo, llegando a creer firmemente que debía ser correspondida, al considerar a Paco González, sin paliativos, «el hombre de su vida».
No en vano, llegó a estampar la fotografía del periodista en los cojines de su dormitorio, amén de poseer una voluminosa cantidad de cartas ilustradas con dibujos de corazones y poemas, cuyo texto y tono demostraban, sin atisbo de duda, una situación de enamoramiento verdaderamente obsesivo.
Convencida de que el estado familiar de Paco González, y en especial su esposa, suponían un obstáculo para su deseo idealizado de una relación de pareja con el periodista, la mujer concibió la idea de acabar con la vida de la que consideraba su rival y tomó la determinación de hacerlo.
Y así, con la ayuda de un amigo, intentaron localizar a varias personas, que a cambio de precio, pudieran llevar a cabo el encargo de matarla, facilitando la labor de los posibles sicarios con datos sobre su edad aproximada, aspecto físico y dirección.
Pero como quiera que no lograron que nadie se hiciera cargo de su mortal propósito, la mujer y su amigo decidieron llevarlo a cabo personalmente y a tales efectos diseñaron una vigilancia previa de la actividad diaria y rutinas de su víctima al salir de su domicilio.
En la madrugada del 5 de febrero de 2014 ambos se desplazaron desde Valladolid y tras aparcar su vehículo se dirigieron a pie hasta el colegio, a donde diariamente acudía la esposa de Paco González, para dejar al hijo del matrimonio.
Una vez que el niño descendió del coche, que ocupaban su madre como conductora y su hermana mayor en la parte trasera, el hombre subió al vehículo, sentándose en el asiento delantero derecho, a la vez que empuñaba un cuchillo de cocina que aproximó al costado de la mujer del periodista, a la que ordenó que siguiera la marcha. “Vengo a matarte” fueron sus palabras.
Poco después, el hombre ordenó que detuviera el coche, en el que se subió la fatal fan de Paco González, oculta tras unas gafas y ataviada de gorro y bufanda, para no ser reconocida.
En ese instante, tras expresar que lo sentía, el hombre asestó una cuchillada en el costado izquierdo de la mujer de Paco González, desencadenándose un violento forcejeo en el interior del coche, en el que intervino la hija, para tratar de defender a su madre, que recibió una segunda puñalada en el hombro derecho, al tiempo que la otra mujer la acuchillaba en la espalda y también hería a su hija en el muslo.
En el transcurso de la sangrienta escena las victimas lograron abrir la puerta delantera derecha del vehículo, cayendo al suelo tanto el hombre como la hija y esposa de Paco González, pudiendo ésta arrebatarle al primero su arma, momento en el que la seguidora de su marido le propinó una última cuchillada en el torax.
Tras solicitar auxilio a otras personas, los agresores se dieron a la fuga, si bien pudieron ser detenidos poco después, siendo igualmente localizado su vehículo, donde se encontraron unos grilletes y un saco.
Ya en prisión provisional, la mujer no cejó en su empeño de intentar matar a la esposa de Paco González.
A tales efectos, contactó con otras internas, llegando incluso a cartearse con parejas y amigos de éstas, también presos, a los que les fue aportando cuantos datos pudieran necesitar para localizar a la víctima.
Durante el juicio quedó demostrado que la mujer padecía, delirio erotomaníaco, en cuanto que trastorno patológico que condicionaba por completo su voluntad, viviendo una realidad paralela que invadía su pensamiento y comportamiento, hasta límites irracionales, imposibilitando que actuara de acuerdo con una comprensión normal.
Y es que en su enferma mente se representaba una realidad paralela, que creía verdadera, en la que Paco González estaba enamorada de ella, constituyendo una anulación de la capacidad por distorsión cognitiva, siendo además su trastorno incurable, dado que a la fecha del juicio aún se mantenía latente, año y medio después de los hechos.
En base a ello, se dictó su absolución de los delitos de homicidio intentado,lesiones y proposición de asesinato, al estimarse la circunstancia eximente completa del artículo 20.1 del Código Penal, dada su grave alteración de las capacidades cognitivas y volitivas, dado que si bien era capaz de saber que su propósito y actuación eran ilícitas , no había sido capaz de frenar su intenso deseo vital, debido a su patología delirante, de modo que el mandato de la norma no era lo suficientemente efectivo para obligarla a actuar conforme a esa comprensión.
Sin embargo, teniendo en cuenta que su enfermedad es crónica y que ello implicaría , se reproducirían los episodios delirantes de abandonarse su tratamiento médico y por ende, un serio riesgo para sus víctimas, la mujer fue obligada a ingresar en un centro psiquiátrico penitenciario por un período máximo de veinte años, y a no poder aproximarse a menos de mil metros a la esposa e hija de Paco González, ni poder comunicarse con ellas por cualquier medio, por igual tiempo.
Su compinche, por el contrario, fue condenado por los citados delitos, a una pena de veintidós años de prisión, con idéntica prohibición de aproximación y comunicación, debiendo afrontar de forma solidaria con su amiga una indemnización de casi cuarenta mil euros por las lesiones sufridas por las víctimas.
Escasas semanas después de la detención policial y mucho antes de que fueran enjuiciados los agresores, Paco González reanudaba su actividad, tras un obligado parón y todavía a la espera de una plena recuperación física y anímica de su mujer e hija.
Y con el rostro ojeroso y demacrado, que evidenciaba su sufrimiento y cansancio, recibiendo continuos flashes de los fotógrafos, el periodista radiofónico comparecía delante del micrófono, para iniciar su querido Tiempo de Juego, con el veterano Pepe Domingo Castaño como acompañante y animador del programa.
El locutor mostró su agradecimiento a Dios, visto el milagro de que las cuchilladas no hubieran sido mortales; a su esposa e hija, por su valentía; a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado por su dedicación; a sus oyentes, que nunca perderían la ocasión de fotografiarse con él, pese a lo sucedido, y a sus compañeros de profesión, por el interés demostrado, si bien imploraba a éstos que respetaran la intimidad de su familia.
Puede revivirse ese momento, accediendo al enlace de youtube https://youtu.be/99gzgp5VO94
Fue la primera y última vez que Paco González hablaría de lo sucedido, fuera de su círculo más íntimo, a salvo de su declaración en sede policial y judicial.
Seis años después, su agradable voz nos sigue entreteniendo y emocionando, al pie de su cañón sin pólvora, el micrófono.
Pero en su fuero interno seguro que mantiene la gran preocupación que aquel día había expresado públicamente: que la acosadora y su amigo recuperen la libertad, que en el caso de la primera, dependerá de la evolución que pueda experimentar mientras permanece en el alicantino hospital penitenciario de Fontcalent y que es objeto de examen judicial cada año.
“Cuando el amor no es locura, no es amor”, escribía Calderón de la Barca.
Apostamos todo el oro del mundo a que “Nostrapacus” (como es apodado por sus fieles, dada su capacidad de predicción durante las retransmisiones) nunca pudo vaticinar que algo así, que parece tan exagerado como nuestra apuesta, pudiera llegar a sucederle.