CELEBRIDADES QUE HAN SUFRIDO ACOSO: LEWIS HAMILTON.

Son muchos los aficionados que esperan, ilusionados, el próximo retorno a las pistas del ya veterano piloto asturiano Fernando Alonso, doble campeón del mundo de Fórmula Uno.

Será entonces cuando volverá a coincidir con alguno de los que fueron sus rivales, cuando muchos aún nos frotábamos los ojos y pellizcábamos, tras haber revalidado el título con Renault en el año 2006.

Cierto es que por entonces nos sentíamos muy orgullos de contar con un número uno en un deporte tan elitista, si bien para otros, Alonso no era santo de su devoción, por el carácter del ovetense. Malsana envidia, lo más probable.

Sea como fuere, todos los “alonsistas” (en buena parte seguidores de nuevo cuño de la Formula Uno) veíamos con mucho recelo que el niño mimado en McLaren Mercedes, su nueva escudería, no era precisamente Fernando Alonso, sino una joven promesa que acaba de aterrizar en la competición, el británico Lewis Hamilton.

Y es que, a diferencia de Alonso, que había tenido que crecer como piloto en equipos de la última línea de la parrilla, como Minardi o de incierto progreso como un renaciente Renault de la mano de Flavio Briatore, Hamilton ya debutaba a lo grande, como segundo piloto de una escudería potente, bajo la dirección de Ron Dennis.

Pero del recelo se pasó a la aversión, al comprobar cómo la escudería británica se decantaba por su compatriota, cuando todo era favorable para que Alonso revalidará el campeonato con su tercer título consecutivo.

Y como se suele decir, a río revuelto, ganancia de pescadores, porque fue el finlandés Kimi Räikkönen quién sacó partido de aquella pugna entre los dos compañeros del mismo equipo, logrando ganar el campeonato, seguido de Hamilton y Alonso, en la clasificación final.

El año siguiente, cuando se disputaba el Gran Premio del circuito de Montmeló en España, Hamilton sufriría la burla de algunos alonsistas con la cara pintada de negro, ataviados de pelucas y vistiendo camisetas con las palabras «Hamilton’s familly”, para mofarse de su familia, que siempre lo acompaña a las competiciones.

Pero otros, mostrarían su irracional ira, al abuchearlo constantemente, cada vez que entraba o salía del box de su equipo, profiriendo penosos insultos como “puto negro», «negro de mierda» e “hijo de puta”

La respuesta no se hizo esperar: Desde las islas, el ministro británico de Deportes protestó formalmente por los insultos racistas de los que había sido objeto el piloto y de inmediato fue secundado por doquier, al mostrarse una unánime repulsa por lo sucedido.

Como consecuencia de todo ello, la Federación Internacional (FIA) lanzó una campaña contra el racismo, no sin antes haber advertido sobre un riesgo de grave sanción para los circuitos españoles, de reiterarse los hechos en lo sucesivo.

En octubre de ese mismo año 2008 , con la competición aún en marcha, y cuando Hamilton estaba a punto de conseguir su primer título, se tuvo conocimiento de que se había clausurado una página web en internet, que ya había recibido cincuenta mil visitas desde su activación el año anterior.

Con un nombre del todo gráfico, pinchalaruedadehamilton.com, la web parecía una chiquillada para pasar el rato, pero que no hacía más que propiciar entre los aficionados españoles un sentimiento negativo hacia el piloto británico y que se apagara un fuego con gasolina.

La idea es que los internautas pudieran colocar virtualmente chinchetas, clavos o, incluso, un puercoespín en el asfalto del circuito, para que el McLaren de Hamilton pinchase durante el recorrido.

Casualmente, a finales de la pasada década empezaba a proliferar la adquisición de los primeros smarphones, y Twiter aún no había alcanzado su posterior apogeo, en cuanto al número de usuarios.

Y no queremos ni imaginarnos que hubiera sucedido si por entonces las redes sociales fueran el terrible hervidero que son ahora y tal “forofismo” análogo al fútbol, hubiera servido de caldo de cultivo para la propagación del odio y el enfrentamiento entre unos y otros.

Han pasado ya muchos años desde entonces y la carrera de ambos pilotos ha seguido caminos bien diferentes.

Alonso, considerado por los expertos como el mejor y más completo piloto del paddock, continúo por una errática senda de pésimas decisiones a la hora de elegir escuderías, que nunca llegaron a cumplir sus promesas sobre las mejorías en los monoplazas.

Y a la espera de su regreso a la edad de treinta y nueve años, con diecisiete de competición, su palmarés en Formula Uno, tras disputar trescientos catorce grandes premios es de dos títulos en 2005 y 2006, treinta y dos victorias, noventa y siete podios, veintidós poles y veintitrés vueltas rápidas.

Sin embargo, Hamilton, fiel a la escudería británica que había confiado en él, ha venido cosechando éxito tras éxito, hasta igualar en campeonatos a toda una leyenda que parecía insuperable: el alemán Michael Schumacher, aún convaleciente desde su desgraciado accidente de esquí, en las navidades de 2013.

Y a sus treinta y cinco años, con trece de competición, su palmarés en Formula Uno, tras disputar doscientos sesenta y cuatro grandes premios es de SIETE títulos, en 2008, 2014, 2015, 2017,2018, 2019 y 2020, noventa y cuatro victorias, ciento sesenta y tres podios, noventa y siete poles y cincuenta y dos vueltas rápidas.

Antes de disputar el Gran Premio de Turquía, en virtud del que alcanzaría su séptimo título, Hamilton anticipó que se sentiría orgulloso de igualar a un icono como el germano, al tiempo que quiso transmitir un emocionado mensaje del todo ejemplar para los niños: no rendirse jamás y luchar por aquello que se desea.

Así, el británico les pedía que “soñaran en grande y que nunca dejasen que nadie les dijera que no pueden cumplir sus sueños”

Seguro que enonces Hamilton tenía en mente su dura infancia y adolescencia, durante la cual tuvo que soportar un auténtico infierno, al sufrir bullying por el color de su piel, tal y como había narrado años antes cuando, a través de Instagram, publicó varias fotografías, tomadas cuando era niño.

En ellas aparecía con un traje de kárate, deporte marcial que le había servido para defenderse y ganarse el respeto de sus acosadores en el colegio de Hertfordshire, donde Hamilton era uno de los tres niños negros que había en el centro.

Hamilton reconocía haberse sentido demasiado avergonzado para contar en casa, no solo que sufría agresiones de otros niños más mayores, que lo superaban en número y fuerza, sino que se sentía un extraño cuando era elegido el último para los equipos del patio.

Pero como muestra de su confianza en sí mismo, lejos de amilanarse y tener miedo, dado que los profesores no iban a ayudarlo, tendría que aprender a defenderse, algo que nunca podría hacer su hermano pequeño, discapacitado por una parálisis cerebral.

Es entonces, cuando decide aprender kárate, y por ende disciplina, respeto y humildad, aparte de la confianza necesaria no solo para enfrentarse a aquellos matones, sino también para defender a otros que estaban siendo intimidados.

Hamilton continuaba su testimonio mostrándose rotundo con que el acoso escolar, lejos de ser tolerado, debía encontrar duras respuestas por parte de los colegios y una educación de los progenitores tendente a facilitar herramientas a sus hijos para poder defenderse.

Y para finalizar, amén de animar a que los niños aprendieran artes marciales para defenderse, imploraba que nunca se quedaran en silencio o escondieran, ni cambiaran quiénes son.

Concluía Hamlton “ Al final, aunque no lo sientas, eres fuerte. Creo en ti. ¡Hablad claro!”

Como muchos jóvenes, el campeonísimo ha madurado y catorce años después de debutar en Formula Uno se ha ganado multitud de admiradores, pero también de detractores.

Y es que, en la vida en general y en el deporte en particular, nunca llueve a gusto de todos, máxime cuando algunos, como Hamilton, se involucran en causas como la de Black lives matter.

Pero su merito es indiscutible, no solo por sus éxitos como piloto, sino porque siendo el primer negro y por ahora único de su raza que pilota en ese deporte, ha llegado a lo máximo, pese a todos los obstáculos que ha tenido que soportar.

Quien niegue eso y minusvalore sus victorias, por entender que se debe exclusivamente a su poderosa escudería o la potencia y velocidad de sus monoplazas , es francamente un descerebrado o está cegado por el fanatismo deportivo.

Y no hay peor ciego, que el que no quiere ver.

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