Uno de los momentos más divertidos de la última gala de los Oscars, tan sui generis por culpa de la pandemia, ha sido un imprevisto baile de Glen Close, al ritmo de una animada canción hip-hop.
No era la primera vez que esta actriz de setenta y cuatro años daba muestras en público de su simpatía, que mantendría en todo momento durante de la entrega de premios de la Academia.
Y ello pese a que, una vez más, se quedó sin la codiciada estatuilla, tras ocho nominaciones, cuatro veces a la mejor actriz protagonista y cuatro veces a la mejor actriz de reparto, todo un record negativo, que en cuanto a los intérpretes masculinos, antes lo había logrado Peter O´Toole, que tan solo recibió un Oscar honorífico en 2002.
Con independencia de sus anteriores papeles en televisión o en teatro, Glen Close se mantiene en activo en el séptimo arte desde 1982, habiendo participado en infinidad de producciones, incluidas películas de gran presupuesto y comerciales, amén de otras de cine independiente.
Cierto es que no se trata de una mujer que haya destacado por su belleza conforme a los cánones de Hollywood, pero posee un innegable carisma y estilo propio que la han dotado de una gran presencia en pantalla, amen demostrar gran versatilidad para encarnar diferentes papeles, sin encasillarse.
En este sentido, en su momento tuvimos oportunidad de escribir sobre uno de los más recordados, el de una desequilibrada en Atracción fatal y sobre la frustración de Glen Close al conocer que el director descartaría el desenlace del personaje que ya tenían rodado, para sustituirlo por otro mucho más complaciente para los espectadores.
Sin embargo, su carácter afable y gran personalidad no deben considerarse meras puestas en escena, como tantas en las que interpreta con envidiable soltura sus papeles, tanto en los platós de Hollywood como en los escenarios de Broadway.
En 2019 Glen Close fue nombrada por la revista Time como una de las cien personas más influyentes del mundo, un importante reconocimiento para una persona que se ha definido políticamente como demócrata, hasta el punto de apoyar las campañas de los sucesivos candidatos a la Presidencia y también ha sido muy activa, en la lucha por el matrimonio de personas del mismo sexo, la igualdad de derechos y presidiendo BringChange2Mind, ONG destinada a la ayuda de quienes padecen enfermedades mentales, entre ellas, su hermana que está diagnosticada con trastorno bipolar y su sobrino, con esquizofrenia.
Y cuando el movimiento #Metoo empezó a calar hondo en Hollywood, una feminista convencida como ella, manifestó con buen criterio algo que parece una obviedad: es estúpido criminalizar a todos los hombres por culpa de los abusos y acosos sexuales de unos pocos.
Sin embargo, visto lo que Glen Close tuvo que padecer siendo niña, adolescente y durante algunos años de su vida adulta, no podemos más que afirmar que ha tenido mucha suerte, al poder desprenderse de una ataduras que habrían impedido cualquier intento de ser feliz y hacer felices a los demás, siendo una estrella del cine, tan destacada e involucrada socialmente.
En una entrevista concedida en 2014 a la revista The Hollywood Reporter, la actriz reconocía que cuando tenía siete años, su padre se había unido a un movimiento ultraconservador, que ella calificó de secta, conocido como Rearme moral (MRA) y que en 2001 cambió su nombre por el de Iniciativas de Cambio.
Y no es que su padre fuera precisamente una persona sin formación, ni mucho menos; era todo un médico doctorado en Harward, llegando incluso a atender al dictador congoleño Mobutu, siendo uno de los profesionales sanitarios que más combatieron la gran epidemia de ébola en el Congo en 1976.
Pero antes de continuar sobre lo sucedido con Glen Close, nos parece oportuno aconsejar al lector que retome varios artículos que hemos publicado en el blog, en cuanto que resumen como suelen actuar las sectas o nuevos movimientos religiosos, que incluso captan a personas que no son ignorantes, más bien al contrario.
En suma, si bien no son movimientos ilegales y se encuentran mayoritariamente amparados en la libertad de culto, ofrecen sin ambages una felicidad alternativa que nunca podrían encontrar en una vida ordinaria, pero sí en el seno de un núcleo cerrado y excluyente, a la par que posesivo, con sumisión a un líder, respetando a rajatabla su fundamentalista doctrina.
Pues bien, en el caso de MRA, los principios de honestidad, pureza, altruismo y amor parecían el perfecto anzuelo para la captación de nuevos adeptos, incluidos políticos de alcance mundial o profesionales de renombre como el padre de Glen Close.
El movimiento había sido surgido en los años treinta del pasado siglo y partía de propuestas netamente antibelicistas en torno a su fundador y primer líder, el reverendo Frank Buchman, que llegó a proclamar que su proyecto estaba abierto a todos.
“MRA es el buen camino de una ideología inspirada por Dios en la que todos pueden unirse. Católicos , judíos y protestantes , hindúes , musulmanes , budistas y confucianistas – todos descubren que pueden cambiar, donde sea necesario, y pueden viajar a lo largo de este buen camino juntos «.
Y George Close, al igual que su familia, formó parte de ese movimiento , nada menos que quince años, hasta que con veintidós inició sus estudios en una universidad pública, College of William and Mary.
Fue entonces cuando ya tomaría conciencia de realidades muy distintas a la suya y poder elegir en libertad, lo cual nunca habría sido factible anteriormente, puesto que tal y como manifestaba la actriz «básicamente no se le permitía hacer nada, o se le hacía sentir culpable por algún deseo antinatural» sentimiento que llegó a afectarla psicológicamente.
Su inmediata reacción de entonces fue echarle la culpa a su padre, tal y comentaba la propia Glen Close:
«Llegó un momento en que me enojé muchísimo con mi padre y le escribí esta carta donde fui absolutamente sincero con él. Dije: ‘no mereces que te llamemos padre’. Quiero decir, fue tan duro… De hecho, se lo leí a mi madre y se lo leí a mis hermanos y le dije: ‘Voy a enviarle esto a papá’, porque él era un narcisista y era brillante, brillante, pero definitivamente tenía una importante dosis de narcisismo».
Sin embargo, luego entendería que la conducta de su madre era igualmente censurable, dado que había contribuido, al igual que su esposo, a que la familia siguiera bajo el influjo del movimiento sectario.
«Aprendí más y más sobre ellos y sobre su situación y cuán vulnerables eran en determinados momentos… Creo que realmente entiendo por qué eran tan vulnerables a un grupo como ese. Sin saber la devastación que causaría a sus hijos».