¿Sabes lo que hay entre mis Calvin y yo? nada.
En 1980, una provocativa Brooke Shields, de catorce años, protagonizaba una campaña publicitaria de pantalones vaqueros, que llegaría a ser prohibida en algunos medios, por ofrecer una imagen hipersexualizada de una menor de edad.
Ese mismo año había estrenado una película que tampoco evitó la polémica, El lago azul, en la que dos primos, niño y niña, se ven obligados a crecer en una paradisíaca isla, tras sufrir un naufragio, llegando a tener relaciones sexuales de forma prematura.
Pero hubo anteriores ocasiones en las que la bella niña se mostraba de forma inadecuada ante la opinión pública, tras aparecer de forma inocente en unos anuncios para una marca de jabones, mucho tiempo atrás, cuando tenía apenas once meses.
Así, con diez años, Brooke fue modelo para una polémica sesión de fotografías publicada en la revista Playboy, que luego fue exhibida en un museo, donde aparecía maquillada y desnuda dentro de una bañera.
Y en 1978 interpretaría el papel de una prostituta de doce años en la controvertida película de Louis Malle, La pequeña.
Con tales premisas, a principio de los ochenta, Brooke Shields al igual que Jodie Foster, de la que tendremos ocasión de escribir, no solo era objeto de deseo de los jóvenes de su generación, sino que encarnaba la imagen de una Lolita, que tanto aprecian los adultos pederastas. Y eso era inaceptable.
¿Y quién fue la responsable de semejante disparate?
La única representante legal que tenía la joven, Teri Shields , su alcoholizada madre, que durante esos años comercializó impunemente con la intimidad de su hija.
Madre, que por otra parte dio pábulo a uno de los dos acosadores que durante décadas atosigaron a su hija, con un inconsciente intercambio de cartas.
Y es que Brooke Shields, que cuenta ahora con cincuenta y cinco años, ha vivido la mayor parte de su vida atosigada por sus seguidores, si bien han sido Mark Bailey y John Rinaldi, los que más la han atormentado.
El primero, le enviaba cartas con fotografías lascivas y llegó a irrumpir en el domicilio de la actriz para luego ser detenido en posesión de un arma ilegal. Como consecuencia de ello le fue impuesta una pena de alejamiento por un periodo de diez años.
El segundo, llegó a cumplir una pena de sesenta días de cárcel, tras treinta años de acoso enviando a su casa cartas, regalos y siguiéndola en contra de su voluntad.
Sin duda, todo ese cúmulo de circunstancias, acompañado por el atosigamiento de los paparazzis que buscaban la instantánea de la bella actriz con amigos, como Michael Jackson o novios, como el que luego sería su esposo, Andre Agassi, no han propiciado que su vida haya sido un camino de rosas, precisamente.
Quizás uno de los momentos más surrealistas que se recuerdan fue en 2006 cuando, aquejada de una severa depresión post parto, Brooke recibió una reprimenda pública de Tom Cruise, actor con el que había compartido reparto en la película Amor sin fin, en 1981.
Y así, se atrevía a criticar a su compañera de profesión por servirse de antidepresivos para combatir su padecimiento, calificando a la psiquiatría como pseudociencia.
Sorprendente afirmación, sin duda, partiendo de uno de los más conocidos seguidores de la secta de la Cienciología.
Aparte de contar con una extraordinaria belleza, Brooke Shields nunca se ha caracterizado por sus dotes interpretativas, como lo demuestra el hecho de que haya sido nominada en varias ocasiones a los Razzies, también llamados anti Oscars, teniendo el dudoso honor de haber compartido candidatura con las seleccionadas para el galardón a la peor actriz del Siglo XX, premio que al final se llevó la ambición rubia, Madona.
Curiosamente, uno de sus mejores papeles ha sido como estrella invitada de la serie Friends, actuación que la catapultó para participar con notable éxito en otro producto televisivo, De repente, Susan.
Y es que Brooke Shields interpreta a Erika Ford, una joven, con problemas mentales, obsesionada con uno de los protagonistas masculinos, al que acosa.