CELEBRIDADES QUE HAN SUFRIDO ACOSO: BRENDAN FRASER.

Llama poderosamente la atención el hecho de que determinadas personalidades del mundo del espectáculo, en general y del mundo del cine, en particular, cuando parece que se encuentran en la cresta de la ola, desaparecen del mapa de la opinión pública.

Y todo ello hasta que los paparazzi de turno (que hoy podemos ser todos con nuestros móviles) tomen alguna instantánea de la celebridad en cuestión y éstos vuelvan a ser protagonistas, a su pesar, en caso de evidente deterioro personal que nada tiene que ver con la imagen que había ofrecido en la pantalla.

En este sentido, es indudable que un famoso siempre tratará de esforzarse para aparecer con su mejor cara y cuerpo delante de los focos, pero no conviene olvidar que ni siquiera ellos quedarán exentos de sufrir los problemas del común de los mortales, si bien es cierto que la recepción mediática de sus miserias, por su condición de estrella, se elevará a la enésima potencia en cuanto al efecto negativo que se genera y que acrecienta aún más la previa problemática personal.

Se verán por tanto expuestos a padecimientos tanto de salud física como mental de los que han de ser tratados con rigor para evitar recaídas que imposibiliten un feliz retorno a aquello que un día abrió la puerta de la fama , pero que a la postre, también fue el principio de su perdición.

Una triste paradoja ésta, que no deja de ser el precio que se tiene que pagar desde el instante en que se deja de ser anónimo.

Penurias así las ha sufrido un actor que parecía haber afianzado su carrera en el séptimo arte hasta que un suceso más que amargo en unión a otras circunstancias lo cambiaron todo: Brendan Fraser.

El actor, que ahora tiene cincuenta y cuatro años, nunca ha sido un guaperas según los cánones de Hollywood, ni tampoco un enamorado del método, precisamente.

Pero lo cierto es que siempre destacaba por una presencia bonachona y carisma ciertamente notables, lo que unido a una estupenda condición física, durante muchos años le permitieron triunfar en el cine.
Y así, Fraser combinó eficazmente títulos del género de comedia como George de la Jungla (1997) o Al diablo con el diablo (2000) con otros del género de acción o fantástico, como la saga de La momia (1999, 2001 y 2008) Viaje al centro de la tierra o Corazón de tinta (2008).

Pero el actor tampoco quiso hacerle ascos a películas dramáticas que exigieran un mayor esfuerzo interpretativo y en las que compartió cartel con actores de renombre; es el caso de Dioses y monstruos (1998) El americano impasible (2002) o Crash ( 2004) una película que algún día pretendemos tratar en este blog o en el podcast.

En suma, una carrera envidiable la de Fraser, al alcance de muy pocos y que encaja perfectamente en un perfil de actor taquillero dentro del cine comercial de mayor éxito, sin impedirle desarrollar su talento en otros roles, como decimos, más exigentes.

Pues bien, ya durante la década precedente Fraser dejó de protagonizar films de relevancia, permaneciendo alejado de los focos, hasta que quienes fuimos espectadores de sus anteriores éxitos nos llevamos las manos a la cabeza tras comprobar su lamentable aspecto físico, otrora envidiable.

Y es que el que había interpretado al nuevo Indiana Jones en la momia se había deteriorado tanto, hasta el punto de convertirse en una persona con graves problemas de obesidad.

Un evidente problema de salud, que desgraciadamente padece una buena parte de la población mundial y que lamentablemente sirvió de mofa para los indeseables de corazón podrido que se carcajearon del actor en redes sociales, a medio de insultantes memes, sin que tampoco faltarán humoristas que dejarán de hacer el correspondiente chascarrillo en sus intervenciones.

Pero una obesidad de la que Fraser finalmente se habría aprovechado, en el buen sentido, para interpretar a un profesor con la misma problemática en la película The whale, dirigida por el siempre intrigante y singular Darren Aronofsky.

Muchos apuntan a una segura nominación al Oscar por esta película, cuyo título traducido al español, La ballena, no deja ser muy expresivo y no nos extrañaría que así fuera, porque a los académicos les encanta este tipo de papeles “diferentes”, para el que Fraser se sirvió de prótesis y maquillaje (el profesor padece obesidad mórbida) pero al que contribuyó de manera trascendente con los doscientos setenta y cinco kilos que llegó a pesar en la báscula.

Pero así como parece que será nominado al Oscar con total seguridad, lo que sin duda relanzará su carrera, apuesto a que no será premiado, salvo que se ejerza un verdadero acto de valentía de los académicos a modo de escupitajo al propio gremio de Hollywood.

Y lo decimos porque en 2008, cuando más se notaba la efervescencia del movimiento #MeToo, Fraser manifestó que en 2003 ( cuando el actor tenía treinta y cuatro años y se encontraba en la cima del éxito) sufrió abusos sexuales por parte del periodista Philip Berk, presidente de la Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood.

Una asociación, según Fraser, que en ningún momento apoyó al artista, y convirtió al otrora actor de renombre en un apestado, hasta el punto de llegar a formar parte de una lista negra como inicio de su paulatino declive profesional, puesto que a partir de entonces, el teléfono dejó de sonar y su agente no encontraría los papeles jugosos de antes.

Si lo que denuncia Fraser es cierto, y que sin duda podemos denominar un escandalo, es evidente que el mismo se vio amortiguado por la siempre sangrante doble moral de los norteamericanos que llevada a los corporativismos más extremos derivan en una ausencia de ética en la comunidad de Hollywood, acostumbrada a las apariencias.

Para profundizar sobre lo sucedido, hay que acudir a la entrevista de febrero de 2023 para la revista GQ, publicada como ¿Qué pasó con Brendan Fraser?

El actor se abre en canal para descubrir que, en el mejor momento de su carrera, a comienzos del presente siglo, empezó a padecer problemas físicos, dado lo exigente de los rodajes
Y todo ello derivó en diversas lesiones de cierta gravedad en su cuerpo, obligando a que durante siete largos años tuviera que pasar en varias ocasiones por el quirófano.

Pero como decimos fue el impúdico acto de 2003, lo que con el tiempo abocaría en una pérdida de confianza abrumadora que bloqueo su capacidad de resiliencia (odio esta palabra ¡pero queda tan bien!) y en una severa depresión y trastorno alimentario, cuyos nocivos efectos repercutieron en su vida profesional y personal y por tanto, en su matrimonio.

El caso es que durante una comida organizada en un hotel por la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood, fue a su encuentro Philip Berk, y tras un afectuoso saludo inicial, con su mano izquierda le agarro la nalga, al tiempo que con su dedo le frotaba en el perineo.

Y todo ello, sin importar que alguien lo estuviera viendo.

La reacción de Fraser ante tamaño desagravio, del todo inesperado, fue sentirse del todo abrumado y atenazado, sin saber o poder reaccionar.

Las manifestaciones del actor no dejan lugar a dudas: «Me sentí enfermo, como un niño pequeño. Como si hubiera una bola en mi garganta, como si alguien me hubiera arrojado pintura invisible Pensé que iba a llorar”.
Berk lo negaría luego, o al menos le quitaría hierro al asunto en cuanto a una posible conducta delictiva que tan solo habría quedado en la categoría de una broma de machotes con ninguna gracia.

Igualmente rechazaría que su posterior declive profesional tuviera que ver con aquel incidente, restando importancia al hecho de que Fraser dejaría de ser invitado a los Globos de Oro a partir de entonces, situación que al menos despierta bastante sospechas en contra de la Asociación, tan criticada en los últimos tiempos por falta de ética profesional.

Sin embargo, Fraser optó por llevar al extremo lo de que la procesión va por dentro (más bien la penitencia) porque en su momento optó por no denunciarlo formalmente, si bien en los mentideros de Hollywood muchos tuvieron conocimiento de lo sucedido.

Y lo que es peor, Fraser padeció la doble sensación que padecen la casi totalidad de las victimas de una agresión sexual: un injusto sentimiento de culpa por haber provocado el acto y un enorme pavor a reverdecer el recuerdo en caso de denuncia una judicialización del caso, si bien sabemos que la justicia norteamericana discurre por derroteros diversos a los nuestros.

Lo cierto es que Fraser era uno de los candidatos idóneos para encarnar al hombre de acero en una futura película de Superman, pero al no cuajar la producción, llegó a pensar, de modo absurdo, que había sido por su culpa y que ya no era digno para seguir triunfando como antaño en otros roles similares.

Evidentemente, su trastorno alimentario derivado de su severa depresión, ya le estaba pasando factura, hasta el punto de que tuvo que renunciar a los papeles de antes, que requerían estar en forma, algo que Fraser había perdido ya y que todavía, a día de hoy, no ha recuperado.

Su divorcio en 2009 de una mujer con la que llevaba veintiún años casado (un longevidad marital poco habitual en Hollywood) y la muerte de su madre en 2016, no hicieron más que agrandar, o si se quiere engordar, el problema, cuando ya la bola era tan grande, y no de una nieve que pudiera derretirse con el paso del tiempo, sino de grasa que requiere un enorme sacrificio para ser eliminada, máxime cuando la condición física se encuentra lastrada por lesiones y operaciones quirúrgicas de las que uno a veces no se rehabilita del todo.

Como bien sabemos, la entrega de los Globos de Oro, antesala de los Oscars, está organizada, precisamente por la Asociación de Prensa Extranjera.

Se caracterizan por ser galas más desenfadadas con unos presentadores que nunca tienen pelos en la lengua, como tampoco los tienen algunas estrellas que dan rienda suelta a momentos de falta de contención, fundamentalmente por el previo consumo de alcohol durante un opíparo banquete, a escasos metros del escenario y lugar de entrega de los premios.

Pues bien, ya fuera por las acusaciones de Fraser, ya por los reproches del colectivo hollywoodiense ante la carencia de ética profesional frente al colectivo afroamericano, fue tanta la presión que se decidió no retransmitir la gala el pasado año 2022, optándose por una entrega en privado.

Sin embargo, recientemente se ha celebrado una edición que sí se ha retransmitido y en la que precisamente figuraba Brendan Fraser como candidato al mejor actor dramático por la citada película de Aronofsky, si bien al final fue galardonado Austin Butler por su magnífica recreación de Elvis , en la película sobre la que también hemos escrito en el blog.

Se dio además la circunstancia que Butler recibió el Globo de Oro en presencia de dos personas ciertamente emocionadas, la que fuera esposa del Rey del Rock y su única hija, Lisa Marie que pocos días después fallecería, por problemas cardíacos a la edad de cincuenta y cuatro años; un triste final para la que también fue esposa del malogrado Rey del Pop, Michael Jackson.

Pero Brendan Fraser, pese a no llevarse el premio, ya atraía los focos, precisamente por no haber acudido a la gala y expresar ante los medios de comunicación algo que puede parecer un resentimiento ciertamente comprensible que evidencian sus manifestaciones a los medios al respecto de la invitación:

“No, no participaré. Es por mi historia con ellos. Y mi madre no educó a un hipócrita. Me pueden llamar muchas cosas, pero eso no», sentenció el actor….Tengo más historia con la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood que respeto por la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood”.

Lo cierto es que Fraser quizás también temió que el presentador de turno se fuera de madre con un comentario burlesco hacia su estado actual, algo que difícilmente sucederá en la próxima entrega de los Oscars.

En unas semanas sabremos si la Academia de Hollywood es o no valiente y le concede el merecido premio; rivales no le van a faltar, desde luego.

No obstante, como nunca llueve a gusto de todos, también hay voces críticas en contra la película y de la actuación de Fraser, insinuando que evidencia precisamente lo que a priori parece denunciar: la gordofobia.

Dudo mucho que quienes han sufrido lo que ha sufrido Fraser en el pasado puedan tener la suficiente catadura moral para aseverar eso, de forma tan gratuita.

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