ANA Y MÍA, CUANDO ENFERMAN LAS PRINCESAS.

Siendo niño uno siempre se queda impresionado al ver en televisión las terribles imágenes de otros sufriendo la inanición provocada por el hambre.

Y no son pocas las veces cuando, visto que los hijos se niegan a comer un recargado plato de lentejas con demasiada cebolla, son los padres quienes les recuerdan cuán afortunados son a diferencia de aquellos , cuyos progenitores  carecen de medios para procurar alimentos para su familia. 

Pues bien, cuando en la civilización occidental se abordan los trastornos de conducta alimentaria (en adelante, TCA) desde luego que no hay que referirse a carencias de recursos como obstáculo para poder alimentarse saludablemente, sino justo a lo contrario, a la abundancia y al rechazo a comer o hacerlo de forma descontrolada.

Sin embargo, lejos de suponer esta postura una actitud rebelde tan propia de la adolescencia, tamaño comportamiento constituye un grave problema de la salud mental que afecta a nuestros jóvenes, en su gran mayoría de sexo femenino, un noventa por ciento, aproximadamente, en una población con tramo de edad entre los catorce y veintiún años, si bien muchos lo pueden padecer después.

Los TCA están clasificados como enfermedad mental en los manuales de trastornos mentales (principalmente el DSM V) que tiende a ser crónica, e implica una lucha constante, descarnada y feroz entre la parte racional y la irracional de los pensamientos de quien se siente disgustado con su aspecto físico, principalmente por un peso que entiende elevado, hasta el punto de poder sentir repugnancia o angustia cada vez que se mira al espejo.

Si hablamos de lo que nuestros jóvenes pueden percibir no cabe duda que es desde los medios audiovisuales donde llegan continuos mensajes que apuntan a que lo más delgado siempre se asocia lo bello y no precisamente a lo más saludable.

Por ello, no es de extrañar que hayan sido duramente criticadas, no sin razón, tanto las pasarelas más reconocidas como las editoriales de publicaciones destinadas principalmente al público femenino,  vista la exposición permanente de esqueléticas modelos.

Pero no todo es culpa del sector de la moda, ni mucho menos, visto el mundo que ahora nos está tocando vivir, que no hace más que acrecentar lo que ya constituía un grave problema de salud pública.

En este sentido, no es la primera vez que en nuestro blog destacamos que en una sociedad como la nuestra, cada vez más frívola y superficial, lo que se demanda es lograr un relevante estatus, mediante un culto a la imagen que se hace pública a través de las redes sociales principalmente.

Por ello, muchas veces lo que no muestra no siempre se corresponde con una belleza natural, mínimamente retocada por un simple maquillaje, sino que  se camufla bajo filtros o incluso innecesarias operaciones de cirugía estética, nada beneficiosas para la salud física y mental.

En este punto, dejamos anotado el enlace de una publicación reciente, que a su vez contiene otros enlaces precedentes, viniéndose en suma con todo ello a explicar la suma banalidad que nos envuelve, máxime si se tiene en cuenta que los dos últimos años ha coincidido con una pandemia, frente a la  que un inicial confinamiento muy severo para la ciudadanía, ha agudizado el problema del asilamiento social hasta el extremo.

Y si ya hablamos de excesivo cuidado del cuerpo, también escribimos en la web sobre determinadas jóvenes que por su actividad deportiva, viven en una permanente tensión cuando se suben a una báscula.

Pues bien, dentro de los TCA hay que hablar en primer lugar de la anorexia, que supone una severa restricción alimentaria autoimpuesta por el irracional temor a ganar peso, hasta el punto de que en muchas ocasiones  la persona que lo padece suele sentirse o verse muy gorda, pese a tener una silueta esbelta y cada vez más raquítica.

En segundo lugar, la bulimia, que se caracteriza por una ingesta compulsiva y excesiva de alimentos, que luego tratará de compensarse con descontroladas ayunas, ejercicio físico llevado  al extremo y sobre todo, con la provocación del vómito o la purgas, recurriendo al uso de laxantes u otros medicamentos nada beneficiosos para el organismo.

Cierto es que algunos supuestos de bulimia pueden derivar en una anorexia, o por el contrario, en lo que se denomina trastorno por atracón, que como su propio nombre indica, supone comer de forma descontrolada y sin criterio de ningún tipo.

Existe una postura unánime al entender que el origen de dichos
trastornos es debido a cierta vulnerabilidad de tipo genético o biológico, a la que ningún favor presta la enorme presión cultural que atenaza a nuestra sociedad.

Pero es que además suelen afectar generalmente a jóvenes perfeccionistas, muy exigentes consigo mismas, hasta el punto de que suelen obtener muy buenos resultados académicos, por lo que no son ignorantes, ni mucho menos, y pese a ello tienen muy baja autoestima.

En cualquier caso, tampoco puede descartarse su relación con otros aspectos tan dramáticos como es el caso de la violencia física o sexual, sufrida fundamentalmente en el hogar; en este sentido, recomendamos la publicación La anorexia como síntoma de abuso sexual, escrita  por el psicólogo Antonio Cervero.

Sea como fuere ,como bien apunta la expresión latina, Mens sana in corpore sano, cuando concurre un TCA, ni una cosa ni otra.

En cuanto al físico,  traerá consigo fatiga, dolores de cabeza, nauseas, insomnio, molestias en articulaciones y dentadura,
ictericia, caída de pelo, problemas respiratorios, de esófago, vejiga, riñones y corazón que llegado el caso pueden llevar a una muerte no deseada. 

Pero además, es casi seguro que concurra una situación de comorbilidad, es decir, la superposición de varios padecimientos de salud mental ( incluidos los trastornos obsesivos compulsivos) en una persona, cuya  autoestima no está por los suelos, sino más abajo aún, siendo plena su insatisfacción personal y con un sufrimiento emocional en constante aumento.

De tal forma, el sentimiento de culpa y vergüenza se entrelaza con una angustia vital continuada, que si no es controlada a tiempo puede derivar, primero en una labilidad emocional, con constantes cambios de ánimo y un pensamiento dicotómico, donde todo es o blanco o negro, y luego derivar en una aguda depresión, desencadenando el aislamiento, la apatía y el total abandono hasta
la pérdida de la propia identidad.

Y lo que es más dramático, esa conducta ciertamente masoquista, puede dar paso a autolesiones e incluso intentos autolíticos, quizás como auto castigos, pero también como una desesperada manera de su fuero interno para llamar la atención y pedir ayuda de la forma menos apropiada.

No en vano, si bien es cierto que desde hace algún tiempo se está alertando sobre  el preocupante aumento de los suicidios, hasta el punto de que son ya la principal causa de la muerte de nuestros jóvenes en España, son precisamente muchas de sus víctimas las enfermas de algún trastorno alimentario.

Pero hasta que se acepte la grave situación que hemos referido, para someterse a un tratamiento, quien padece estos trastornos verá al resto de los que intenten ayudarla como sus principales enemigos, teniendo por tanto su contumaz conducta unos efectos devastadores sobre unas relaciones familiares y personales que resultarán del todo erosionadas, hasta el punto de mermar seriamente la salud de los demás.

Lo decimos porque pese que se es consciente del calvario que se está atravesando, quien padece un TCA suele mantener su negativa a querer recibir ayuda, mintiendo y manipulando la realidad de las cosas,  cerrándose en banda, o incluso reaccionando agresiva y violentamente frente a personas muy cercanas que se muestran impotentes ante algo que no comprenden y cuyo desgaste empieza a ser notorio.

Por ello éstos sufrirán también muchísimo por la autodestructiva conducta de su ser querido, pero han de asimilar que más que tratar de imponer su propia realidad deben aceptar la de la persona enferma, demostrando mucha empatía y comprensión.

Lógicamente, siempre es preferible que la suya no se trate de una familia desestructurada, pero además, sus familiares y amigos, siguiendo el permanente asesoramiento de los profesionales,  lejos de censurar y dar baldíos consejos, tratarán de escuchar sin juzgar, una vez que hayan entendido que su conducta no obedece a un mero capricho juvenil que pasara cuando madure, sino a una grave enfermedad mental.

Habrán pues de tener paciencia, mucha paciencia y eso sí, siempre con guante de seda y mano de hierro, como se suele decir y sin dejar de cuidarse a si mismos, porque toda enfermedad de un ser querido al que cuida y no se deja ayudar, lleva aparejada la de la propia persona cuidadora, máxime si tenemos en cuenta que a la compleja vida de un adulto se le suman nuevos problemas no previstos.

Afortunadamente, son varios los centros sanitarios públicos que ya empiezan a contar con una unidad especializada para el tratamiento de los TCA, al margen del propio área de psiquiatría, si bien los lógicos problemas de saturación aboca al recurso a costosísimos tratamientos en otros centros privados.

En todo caso, sea público o privado el centro, una vez diagnosticado el trastorno, hablamos la necesidad de que se configure un equipo multidisciplinar que puede estar compuesto por psiquiatras, psicólogos, nutricionistas, fisioterapeutas,  endocrinos, cardiólogos, nutricionistas , personal de enfermería, e incuso educadores sociales.

Y si bien es cierto que siempre será preferible un tratamiento ambulatorio o una hospitalización domiciliaria, en los supuestos más graves, será precisa una hospitalización hospitalaria y no cabe duda que para muchos será como una auténtica prisión, siempre controlados cuando van al aseo y a la hora de comer.

No obstante hay que contar con los escollos legales que en los supuestos de mayores de edad y situaciones graves y urgentes imponen el derecho a la autonomía del paciente y el consentimiento informado, lo que daría para otro artículo en el que también convendría abordar la situación normativa en lo relativo a los internamientos forzosos en base al artículo 763 de la Ley de enjuiciamiento civil o los tratamientos ambulatorios involuntarios (de difícil encaje legal) incluso para los menores sujetos a la patria potestad, tras la sustancial reforma del código civil y de la ley de enjuiciamiento civil.

Y todo ello, en aras todo ello de verificar el alcance de Convenio de Derechos Humanos y Biomedicina, conocido como Convenio de Oviedo, en cuyo artículo 8 apunta a que  cuando, debido a una situación de urgencia, no pueda obtenerse el consentimiento adecuado, podrá procederse inmediatamente a cualquier intervención indispensable desde el punto de vista médico en favor de la salud de la persona afectada.

En todo caso durante todo el largo y arduo recorrido que les espera para restaurar el estado físico y nutricional  al tiempo que el tratamiento psicopatológico empieza a dar sus frutos, las personas más cercanas a la enferma siempre deberán estar muy atentos ante el principal escollo que se puede presentar en situaciones de TCA para quien lo padece y que suponga una peligrosa recaida: escuchar y leer a quien no debe.

Lo decimos, porque pese a que ha podido dejar de socializa, la persona que sufre un TCA tratara de buscar afinidad y desesperado consuelo, precisamente en aquellos que se encuentren en una situación similar a la suya y que son los peores consejeros del mundo. 

Y en este punto, cuenta en internet con unos aliados tan poderosos como peligrosos al potenciar un estilo de vida tóxico para quienes padecen tal grave trastorno.

Nos estamos refiriendo a las páginas web o blogs que denominan pro-ANA y pro-MIA , que si bien es cierto que empezaron a proliferar con la aparición de internet, ahora encuentran su principal cobijo en las principales redes sociales y también otros canales de comunicación que permiten la creación de grupos para el envío de mensajes y lectura de publicaciones.

Hablamos de millones de entradas en la red, a las que también acceden menores de edad, que son una evidente apología de la anorexia y bulimia para que se actué clandestinamente y a escondidas, como si de una delincuente se tratara.

Al respecto no hablamos tan solo de las denominadas dietas milagro, siempre cuestionadas por muchos nutricionistas, como el caso de la más novedosa, el fasting o ayuno intermitente

Hablamos ya de que, sin rigor profesional alguno, como estilo de
vida normalizada. para controlar rigurosamente la dieta se alienta a perder peso mediante ayunos extremos y vómitos, según los casos.

Por ello nunca se debe bajar la guardia ante esta perniciosa información que circula en la red, visto que resulta de muy fácil acceso para cualquiera, haya o no reconocido su grave TCA e iniciado o no el tratamiento para mitigarlo.

En el peor de los casos, continuará haciendo odios sordos a quienes debería escuchar, prolongándose la carencia absoluta de concienciación sobre su padecimiento, sin haber interiorizado que hay otra realidad distinta a la distorsionada que ella percibe.

Y  si el enfermo de TCA ya se encuentra inmerso en un paulatino proceso de recuperación psicológica y física, en el que lo suyo es que existan  avances pero también retrocesos, momentos de esperanza y de amargura, una lectura de tan solo cinco minutos en la red puede echar por tierra  cualquier avance significativo, pese a contar a su lado con los mejores profesionales y el apoyo y acompañamiento de los miembros de su entorno más próximo.

Una de las personas más activas en contra de estos sitios web ha sido Lidia Amella, madre de un joven afectada por un TCA y que hace algunos años inició una campaña de recogida de firmas a través de Change.org, que acompaña un vídeo en el que dos chicas interpretan a dos jóvenes con anorexia que discuten y se recriminan  a la vista de todos los pasajeros que una come más que la otra, incumpliendo la dieta autoimpuesta.

Así lo manifestaba Lidia en su desesperada petición:

“¿Podemos quedarnos indiferentes ante esta realidad que para muchas personas jóvenes es la puerta de entrada a un trastorno de la conducta alimentaria? ¿Haremos como la gente de este vagón de metro?

Internet está lleno de páginas con consejos como éstos. Son las páginas de las llamadas princesas Pro-ANA y Pro-MIA o lo que es lo mismo, chicas pro-anorexia y pro-bulimia, que inducen a la autodestrucción.

Yo no sabía ni que existían, hasta que mi hija adolescente me confesó que había visitado una de ellas. Os aseguro que nada más leer las primeras líneas las lágrimas me rodaban amargamente y el vello se me erizó como nunca. Lo recuerdo como lo más espantoso que he leído jamás.

El 75% de las personas que consultan este tipo de páginas son menores de edad. El 80% son chicas.Adolescentes como mi hija, en una edad difícil, que encuentran en esas páginas todo tipo de consejos y apoyos para perder peso hasta niveles que afectan gravemente su salud e incluso ponen en riesgo sus vidas, y hablo por experiencia: llevamos ya  7 AÑOS  luchando contra esta enfermedad, primero interna en una unidad de recuperación psiquiátrica durante 51 días, 21 de ellos aislada, sin poder verla ni hablar con ella, luego 15 meses interna en un centro especializado en trastornos alimenticios y de conducta…, actualmente no está en disposición de dejarse ayudar, el «bicho» la tiene totalmente abducida. No podéis imaginar lo duro que es si no lo habéis vivido.

Hace unos años se presentó una enmienda para tipificar estas plataformas como delito y actuar en consecuencia. El Gobierno puede sin duda hacer un esfuerzo mayor para cerrarlas o bloquear sus contenidos, pero por lo visto no tienen la suficiente información-formación sobre la gravedad de la situación y desestimaron la petición. Sin embargo, es tan sencillo como teclear Pro-Ana y Pro-Mia en cualquier buscador y saber de qué estoy hablando. No es normal que haya una persecución mayor contra las páginas de descarga de películas que contra las páginas que ponen en riesgo la salud y la vida de nuestros hijos. Inducen claramente a la autodestrucción e incluso al suicidio, y sé de lo que hablo puesto que madres cercanas a mí han perdido a sus hijos, o bien tendrán de por vida unas cicatrices imborrables. Mi vida, la vida de mi hija y muchas más han dado un giro del que será muy complicado recuperarse, todo gracias al gran potenciador de la enfermedad que representa el movimiento, «estilo de vida», pro-ana y pro-mia.

Por eso te pido que firmes esta petición y le pidas al Ministerio de Justicia que modifique la ley como sea necesario para garantizar la persecución y el cierre o bloqueo de estas páginas. Me indigna que se hayan rechazado reiteradas enmiendas, pero no voy a dejar convencerme con sofismas de distracción y buenas palabras como han intentado algunos. Mi lucha continúa”.

Hasta la fecha, tan solo en Cataluña se han hecho bien las cosas, a nivel normativo y en este sentido hay que destacar el Decreto Ley 2/2019, de 22 de enero, de modificación de la Ley 22/2010, de 20 de julio, del Código de consumo de Cataluña, para incorporar medidas contra los trastornos de la conducta alimentaria.

Nótese que la reforma es previa al inicio de la Pandemia, que como hemos dicho antes, ha supuesto un problema añadido de aislamiento y pérdida de autoestima para muchos, pero ya es coincidente con un furor en las redes sociales que se viene produciendo desde hace algunos años.

Pues bien, por ilustrativa, parece necesario trasladar  aquí la casi totalidad de su Exposición de motivos:

“Los trastornos de la conducta alimentaria (de ahora en adelante TCA) son trastornos mentales y del comportamiento, de etiopatogenia multidimensional resultado de la interacción de diferentes causas de origen biológico, psicológico, familiar y sociocultural, que comportan graves anomalías en el comportamiento alimentario.

Se entiende, pues, que el síntoma externo podría ser una alteración de la conducta alimentaria (restricciones calóricas severas, saltarse las principales comidas, atracones con conductas de purga posterior, negación a comer determinados alimentos, vómito autoinducido, uso de laxantes o de otros fármacos o productos, con inicio o aumento de la actividad física para incrementar el gasto energético en determinados casos, todas ellas con el objetivo básico de perder peso).

Pero el origen de estos trastornos se debería explicar a partir de alteraciones de tipo psicológico (descontento con la imagen corporal con importante preocupación por el peso, autoestima baja, percepción errónea de las propias medidas corporales, nivel elevado de insatisfacción personal, miedo de madurar, índices elevados de autoexigencia, ideas distorsionadas con respecto al peso o a la comida, entre otros).

Estos trastornos suponen la tercera enfermedad crónica más prevalente en las mujeres adolescentes después de la obesidad y el asma.

En Cataluña, los TCA afectan actualmente al 5% de la población adolescente y joven.

Es preocupante, también, que un 11% de los chicos y chicas estén llevando a cabo conductas que pueden llevarles a padecer una enfermedad de ese tipo.

Estos datos epidemiológicos se traducen en que, por término medio, hay 1,5 alumnos por aula sufriendo estas enfermedades. La afectación entre chicos y chicas es diferente: por cada 9 chicas que sufren un trastorno de la conducta alimentaria encontramos a un chico.

Estas cifras nos indican que el grupo más vulnerable a padecer estas enfermedades son las chicas jóvenes y adolescentes (entre 12 y 24 años).

Aunque las personas afectadas por un TCA se pueden recuperar si reciben un tratamiento especializado (el 70% de los afectados/as se recuperan), no hay que olvidar que la tasa de mortalidad se sitúa en torno al 5% y que la media de tratamiento ronda los 4-5 años de duración.

El origen de estas enfermedades es multicausal en lo referente el inicio y a su desarrollo: interactúan múltiples factores (personales,
genéticos, ambientales y sociales).

La apología de la anorexia y la bulimia nerviosas en internet (coloquialmente conocidos como contenidos «pro Ana» y «pro Mia») desde diferentes webs, blogs, chats y redes sociales se ha convertido en los últimos años, con respecto al desarrollo y mantenimiento de estos trastornos, en uno de los factores de riesgo más peligrosos por su fácil accesibilidad y reproductibilidad.

En los últimos 8 años se ha constatado un incremento significativamente elevado de los contenidos «pro Ana» y «pro Mia».

Año 2010

Anorexia y bulimia: 3.070.000 resultados en 0,14 segundos.
Ana y Mia: 403.000 resultados en 0,10 segundos.
«Pro Ana» y «pro Mia»: 35.800 resultados en 0,05 segundos.

Año 2018

Anorexia y bulimia: 12.800.000 resultados en 0,48 segundos.
Ana y Mia: 92.200.000 resultados en 0,34 segundos.
«Pro Ana» y «pro Mia»: 25.000.000 resultados en 0,35 segundos.

Los datos y conclusiones a los que ha llegado la Mesa de Diálogo para la prevención de los TCA durante los años 2015 y 2016, son los siguientes:

El 59,2% de las personas usuarias acceden a contenidos no saludables.

Un 40,8% de personas acceden a contenidos sobre el trastorno y consejos sobre dietas.

La media de edad de la primera búsqueda se sitúa en los 15,51 años.

El 85% de las personas que realizan esta búsqueda son menores de edad.

El 25,9% de los pacientes que buscan información lo hacen habitualmente.

El 71,3% indican que la contribución de estos contenidos es negativa para el desarrollo y mantenimiento del trastorno.

En un 87,3% de las familias no tenían conocimiento de que la persona afectada había llevado a cabo esta búsqueda en Internet.

Sólo un 40% de las familias acaban sabiendo que la persona afectada había llevado a cabo esta búsqueda en Internet.

Por estos motivos en la sesión plenaria de la Mesa de Diálogo que se celebró el día 20 de julio del 2017 se evidenció la urgente necesidad de establecer medidas de protección y prevención ante la información potencialmente perjudicial en Internet sobre los TCA, conjuntamente con la presentación de las recomendaciones sobre la apología de los trastornos de la conducta alimentaria en la red.

Ante lo expuesto, el Gobierno de la Generalidad, a través de la Agencia Catalana de Consumo, debía alcanzar los compromisos necesarios para modificar el Código de consumo con el fin de vigilar, investigar y, en su caso, sancionar, a las empresas, plataformas y servicios digitales que, aun teniendo conocimiento de la existencia de ese tipo de contenido en sus plataformas, no lleven a cabo acciones para eliminarlos.

El Congreso Hispano Latinoamericano de Trastornos de la
Conducta Alimentaria, celebrado en Barcelona en el mes noviembre de 2016, concluyó que el aumento de casos de este tipo de trastornos así como las conductas de riesgo se dan en edades cada vez más tempranas (hay un aumento significativo de casos de jóvenes con edades de entre 6 y 12 años).

Por otra parte uno de los objetivos del Código de consumo de Cataluña es la protección especial de colectivos, como son los niños y los jóvenes, relacionados especialmente con la salud y la seguridad de las personas, previstos ambos en los artículos 121-3 y capítulo II del título II, Libro I, de la Ley 22/2010, de 20 de julio, del Código de consumo de Cataluña (DOGC núm. 5677, de 23.7.2010).

El aumento constatado en los últimos años del riesgo de estos colectivos en relación con los TCA, especialmente con respecto al contenido de las redes sociales y de Internet, hace que sean necesarias unas actuaciones tanto preventivas como correctoras de esos supuestos”

Pues bien, en el articulado del Real Decreto se establece que las personas intermediarias en los servicios de la sociedad de la información son responsables de la veracidad y legalidad de la información que publican en lo referente al ámbito de los trastornos de conducta alimentaria desde el momento en el que conocen o pueden haber conocido -utilizando una diligencia normal- la falta de veracidad o la ilicitud de los contenidos, y siempre que no actúen de manera rápida para proceder a la retirada de esos datos o a imposibilitar su acceso

Pero además se dispone que las personas, plataformas digitales o servicios en línea (online) que cooperan o encubren una conducta infractora en lo referente al ámbito de los trastornos de conducta alimentaria son los responsables de la misma, como cooperadores o encubridores y que  cualquier persona, plataforma digital o servicio en línea que actúe como intermediario y que tenga o pueda tener conocimiento de una conducta infractora es también responsable si no adopta las medidas necesarias para suprimir o retirar los enlaces o los contenidos afectados.

Un buen comienzo, sin duda, del que deberían tomar ejemplo el resto de  comunidades autónomas, máxime cuando la presión popular y cultural demanda tener un cuerpo perfecto que poder exhibir a los demás, animados por influencers de tres al cuarto, que como se suele decir, no han empatado a nadie, más allá de conseguir infinidad de seguidores, muchos de ellos ficticios y por tanto comprados para inflar su “prestigio”

Por ello, no debe cejarse en el empeño para que cambie una peligrosa tendencia, que supone que los jóvenes, en vez de escuchar o leer a nutricionistas o psicólogos contrastados, estén atentos a nefastas ocurrencias, tras ser guiados  por un algoritmo configurado en base a las inquietudes o gustos de quien busca todo tipo de información en internet.

Y aunque desde las poderosas compañías que sustentan estas plataformas todos son buenas palabras y declaraciones de intenciones, el problema no se atajará mientras aquellas sigan percibiendo millones de dólares y no exista una legislación prohibitiva o cuando menos restrictiva, que ciertamente ahora imposible  de implementar a nivel global.

En definitiva, cabe decir que resulta imprescindible sumarse a propuestas como la descrita y a muchas otras para intentar que se llene un vacío legal a nivel estatal que afecta a unos jóvenes que se encuentran en situación de riesgo, pese a que no son conscientes.

Quizás para ellos lo de que la belleza interior es mucho más importante que la exterior suena a chiste, pero una enfermedad mental como un TCA nunca es cosa de broma.

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